El 22 de marzo de 2020, el estado de alarma apenas llevaba una semana en vigor. Ese día, se registraron en España 3.646 nuevos contagios de coronavirus y 394 muertos. El balance más de año y medio después es muy diferente: las últimas cifras diarias de Sanidad (las del pasado viernes) contabilizan 3.093 casos –se hacen más pruebas que entonces– y 27 fallecidos y cerca del 80% de la población tiene la pauta completa de la vacuna. Hace más de un año y medio, había que encerrarse en casa y solo se podía salir a lo esencial. Ahora, las restricciones casi han terminado y ya no hay límites de aforo en las actividades económicas y sociales. Pero en el Madrid de Isabel Díaz Ayuso, el de “la libertad”, el que se jacta de levantar restricciones antes que ninguna otra región, hay algo que se mantiene como al inicio de la crisis: el cierre de los Servicios de Urgencias de Atención Primaria. Son centros que abrían a las 20.30 horas, tras el fin de la jornada de los ambulatorios, y se mantenían activos hasta las 08.30 horas de la mañana del día siguiente.
Han pasado 596 días desde que el Gobierno regional decidiese cerrar los 37 que operaban en toda la región y todavía no hay fecha para su vuelta. Siguen cerrados por pandemia. El último año que estuvieron abiertos, en 2019, atendieron a 753.678 pacientes, un 1,70% más que el ejercicio anterior.
“Cerraron sin previo aviso, nos dijeron que iban a venir a buscarnos con una furgoneta y que nos íbamos a Ifema [donde el Ministerio de Defensa levantó un hospital de campaña al inicio de la pandemia] a cubrir las noches”. Habla una trabajadora de este servicio que prefiere no facilitar su nombre. “Fuimos trasladados de manera obligatoria allí quienes pasábamos consultas en interior. Ni siquiera recibimos un comentario por parte de nuestra dirección. No teníamos más que una mascarilla que reciclábamos e íbamos casi con bolsas de basura en los pies”, relata. “Las condiciones eran deplorables, pero cuando estás en una situación tan complicada dices 'hago lo que tenga que hacer'. Pero ahora, ni alarma, ni circunstancias especiales, ni nada. Y seguimos cerrados. No están respetando nuestros derechos”.
Aunque hacen un trabajo similar al de Atención Primaria, estos centros están gestionados por el SUMMA 112. Según explican desde el servicio de emergencias, se cerraron por “la imposibilidad de mantener circuitos COVID y no COVID o por la falta de profesionales, que estaban dedicados a otras labores, como la vacunación, o que no podían trabajar atendiendo a pacientes por riesgo de contagio”. “No tiene sentido”, critica Rosa López, enfermera del servicio y vicepresidenta del sindicato SummAT, quien defiende que la mayoría de estos centros están ubicados en edificios que pertenecen a primaria y en casi todos hay una conexión.
El cierre de los SUAP ha afectado a más de medio millar de sanitarios de los 2.116 que forman parte de la plantilla del SUMMA, que han sido desplazados de sus puestos. Según datos de este sindicato, son alrededor de 550. De Ifema han ido al Zendal o a los puntos de vacunación masiva. Los más movilizados han sido los que ejercían en interior, ya que las Unidades de Atención Domiciliaria –coches médicos– (UAD) sí continúan operativas. Estos profesionales han pasado al centro coordinador quienes eran de riesgo o a las UAD, los que no.
Los trabajadores llevan meses pidiendo la reapertura de estos centros y han llegado a reunirse sin éxito con el director general de procesos integrados. Por ello, han iniciado ahora una campaña en change.org, que suma ya casi 91.500 firmas, para pedir que se reabran y se concentrarán el 18 de noviembre en el Wizink Center. “El hecho de que sigan cerrados conlleva que toda la población de Madrid no tenga derecho a tener un médico por la noche”, narra una de las sanitarias con las que ha hablado elDiario.es, que insiste en que es importante que los propios ciudadanos también se movilicen por la vuelta de las urgencias de atención primaria: “Les animamos a que se quejen, a que pidan que existan estos SUAP, que estaban cerca de sus casas. Que reclamen lo que realmente es suyo. Es lo que de verdad necesitan, volver a recibir esta atención. Es algo que les pertenece. Nosotros por desgracia somos muy pocos y no podemos hacer presión”.
Desde el SUMMA, explican que durante este tiempo de cierre se han atendido las urgencias mediante un refuerzo de las UAD, directamente en el domicilio, “con la mayor comodidad y seguridad para el paciente”. Un refuerzo que “no ha sido eficaz”, según explican los trabajadores: “Yo podía llegar a ver a 140 personas en 24 horas. Con un coche médico es imposible, porque con cada aviso, aunque sea de una diarrea o un dolor de garganta, se acaba empleando una hora. La productividad es mucho menor. Esos casos, en el centro, se dejaban en observación mientras íbamos con otros, pero ahora, ¿qué pasa con los que no se atiende?” El SUMMA por su parte subraya que “se ha podido” absorber la demanda porque “casi el 80%” de los pacientes acudían por cuestiones postergables, que pueden ser vistas por “el resto de eslabones de la cadena sanitaria”. “Desde el centro coordinador se establecen las prioridades”, añaden.
En cambio, las sanitarias cuentan que se encuentran cada día con enfermos que, de estar operativos los centros, habrían tenido un tratamiento muy diferente. “Hoy he ido a un domicilio a ver a una paciente que tenía fiebre y un dolor inmenso en la zona lumbar. Tres días antes le habían diagnosticado como infección urinaria lo que era un cólico nefrítico. Por eso, el cálculo le está dejando el riñón machacado. Puede perder el riñón y solo tiene 26 años. Y es por no haberla tratado en condiciones”, lamenta la médica.
También explican que han visto casos que se acercaban y que eran devueltos a casa, porque estaba prohibido atender en los SUAP: “Era muy duro decirles que se fueran y que me mandarían a mí o a otro compañero”, relata una enfermera que confiesa que en alguna ocasión no pudo no ver alguna de esas urgencias. “Un señor llamó a la puerta en un momento en que estaba yo reponiendo. Tenía dificultades tremendas de habla por una traqueotomía. El pobre llamaba por teléfono para que le atendieran y le colgaban o le daban largas. El hombre llevaba dos días con fiebre, con una infección de orina que se estaba complicando porque nadie le había tratado. Si hubiera estado abierto, le podíamos haber atendido en persona el primer día, pero al final acabó en el hospital con una infección séptica”, denuncia.
Con el cierre de los centros nocturnos terminó también la realización de determinadas actividades que pautan los médicos o enfermeros de primaria durante los días que los centros de salud no están operativos. “Cuando tienes una quemadura, se te empiezan a hacer las curas en tu ambulatorio, pero sábado, domingo y festivo se hacía en los SUAP”, dice la enfermera, que apunta que ella sola en un día podía encargarse de entre 80 y 90 personas. “Ahora eso con un coche es inviable. ¿Qué está pasando con esas curas? Que la gente se las está haciendo en casa como puede y luego se infectan”.
“Estamos jugando con la salud de las personas, no estamos vendiendo manzanas”, continúa una de las médicas, “no puede ser que llevemos desde marzo del año pasado sin urgencias extrahospitalarias y que no sepamos qué va a pasar. La situación en Madrid no es que sea nefasta, es que es aterradora”.
Sanitarios sin días libres y UVI móviles sin médicos
La pandemia y el cierre de los SUAP han empeorado las malas condiciones de trabajo que estos sanitarios denuncian que venían arrastrando. Lo que antes de la llegada de la COVID-19 eran jornadas lineales en estos centros, con un mismo equipo, ahora se desarrollan en un lugar distinto con unos compañeros diferentes.
“Ayer estuve en un área con la UAD, esta noche me toca ir al centro coordinador, mañana a otra zona distinta y pasado, a otra. Nos tratan como si fuéramos máquinas”, argumenta una de las sanitarias. “Antes era feliz en mi trabajo, hacía una medicina que me gustaba. Pero ahora me siento inútil y angustiada”.
“No puede ser que nos tengan sin organizar a un montón de personas que además nos hemos ganado nuestra plaza en propiedad”. La trabajadora cuenta que, con la pandemia, varios compañeros han anticipado su jubilación o se han dado de baja: “Nos maltratan. Nos quitan los permisos. No tenemos libranzas, hace poco pude coger unos días tras casi dos años. He llegado a estar tres semanas seguidas trabajando sin librar. Estamos extenuados”.
“Los sanitarios tienen asignado un puesto y no pueden trabajar más de 24 horas seguidas”, dicen desde el SUMMA 112, que aseguran que “nunca” se va a aprobar una planilla en la que se trabaje todo ese tiempo consecutivo y que, “en ningún caso” la organización ha pedido a nadie hacerlo. “Moralmente no puedes abandonar turnos que no se cubren”, expresa una de las médicas, que añade que efectivamente el SUMMA 112 no le ha impuesto esas jornadas seguidas. “Si trabajase solo los días impuestos, la población se quedaría más desprotegida aún”.
La vicepresidenta del sindicato SummAT denuncia además que en el SUMMA los médicos tienen que buscar a su propio sustituto para que les den el día libre, pero según una de las trabajadoras con las que ha hablado este diario en ocasiones ese sistema sigue sin ser suficiente. “Hay veces que a pesar de eso ponen pegas y no les dejan, aunque tengan suplente”, argumenta la empleada.
“Lo único que se está fomentando con eso es la no contratación”, aporta López, ya que los sanitarios, asegura, suelen cargar con esas guardias. A la falta de días libres se suma la ausencia de médicos, en ocasiones, en una UVI móvil: “Es de lo más grave y mucha gente no lo sabe. Ha habido días que de nuestras 28 UVI, más de la mitad salían a la calle sin médico. Se convierten en Soporte Vital Avanzado de Enfermería y acuden al lugar donde las hayan llamado, pero sin médico”, explica López. Desde el SUMMA inciden en que hay dos SVAE permanentes y que esta falta de médicos ha podido suceder “puntualmente un día de agosto”, pero aclaran que es algo que no ocurre “ni a menudo, ni en todas las vacaciones”. E insisten en algo: “Era antes de la pandemia”.
La situación en el SUMMA está provocando la salida de sus profesionales al Samur o a otras comunidades autónomas, dice la portavoz del SummAT. Aunque el cambio laboral no está a disposición de todas las circunstancias. “Yo me iría si estuviese en otro momento de mi vida, pero ahora no puedo perder dinero. Tengo que sacrificarme porque tengo que dar de comer a mis hijas, básicamente”, añade una de las trabajadoras. “Estoy planteándome irme a Andalucía, sé de centros en los que necesitan médicos para urgencias hospitalarias y extrahospitalarias. Ahí me sentiría como pez en el agua. Ahora no me queda nada. Solo desesperación y saber que no voy a poder hacer nada por mis pacientes y asumir eso es difícil”, argumenta su compañera.
El futuro de los SUAP, “en evaluación”
Una de las reclamaciones que están haciendo sindicatos como SummAT es que los SUAP vuelvan a formar parte de la Atención Primaria. “Nuestra actividad es muy similar a la que se hace en un centro de salud durante el día. Esto es urgencia. En el SUMMA se trabaja más con la emergencia”, apunta la vicepresidenta de la formación.
Precisamente, el pleno de la Asamblea de Madrid aprobó el 3 de diciembre de 2020 una moción presentada por el Grupo Parlamentario Socialista en la que se pedía al Consejo de Gobierno de la región integrar “organizativamente a partir de los Presupuestos de 2021” los SUAP y las UAD en Atención Primaria.
Desde el SUMMA argumentan que la Consejería de Sanidad “sigue evaluando” un plan sobre la atención de urgencias “que aborde el futuro” de estos centros, aunque por el momento no disponen de fechas.
“El problema es que no tienen soluciones para los SUAP, porque cada vez hay menos médicos: la plantilla va siendo mayor, se están jubilando y no hay renovación”, subraya López. “Los SUAP han sido muy resolutivos hasta que los han cerrado. Y ahora la gente está que no sabe ni qué hacer. Y esto va para rato. Un tío mío se ha muerto porque no le han atendido a tiempo y así mucha gente. La Sanidad ahora mismo en Madrid es caótica. Mejor no ponerse malos, así de claro”, zanja una de las sanitarias.