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Almeida cambia su discurso sobre las peatonalizaciones: ya no generan atascos ni hunden el comercio

El Ayuntamiento de Madrid anunciaba este lunes el cierre al tráfico de 48 calles de manera definitiva. 10 kilómetros más disponibles para los peatones en la ciudad. “Los perjuicios que puede ocasionar son mucho menores a los beneficios de la retirada de 40.000 vehículos al día de estas calles”, defendía el delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante. Sin embargo, el actual discurso de la corporación choca de frente con el que el mismo Partido Popular, con el alcalde José Luis Martínez-Almeida como portavoz del grupo, sostuvo durante el mandato de Manuela Carmena. Los conservadores hicieron una dura oposición a todas las medidas de Ahora Madrid dirigidas a la ampliación del espacio peatonal con el argumento de que generaban atascos y hundían el comercio.

“Lo único que sabe hacer es prohibir”, dijo Almeida cuando el Ayuntamiento anunció a finales de 2017 que la Gran Vía reduciría el número de carriles para siempre. El entonces líder de la oposición en el Consistorio vaticinó “atascos de dimensiones considerables” y “dificultad en la movilidad de todos”. “No va a colapsar ni va a generar ninguna congestión que no podamos soportar en las calles de alrededor, está perfectamente estudiado”, advertía Carabante este lunes al ser preguntado por posibles atascos derivados de sus peatonalizaciones. El delegado respondía, junto a la vicealcaldesa Begoña Villacís, en nombre del alcalde, que se mantuvo en aislamiento por sospechas de COVID–19.

Los perjuicios al comercio fueron otro argumento recurrente en los años del PP en la oposición. Era habitual que el grupo popular, con Almeida a la cabeza, se reuniera con los comerciantes y hosteleros temerosos de verse afectados por las restricciones al vehículo que impuso la zona de bajas emisiones Madrid Central. Los augurios más pesimistas de los conservadores con este medida, que trataron de liquidar sin éxito al llegar al Gobierno municipal, se han evaporado en esta ocasión, cuando es la corporación de PP y Ciudadanos la que propone quitar espacio al coche. Uno de los criterios para hacer la selección de calles del plan ha sido que el cierre al tráfico suponga “un impulso al pequeño comercio”.

Unos días antes de las elecciones municipales de 2019, el ahora regidor grabó un famoso vídeo subido en su moto en el que denunciaba el atasco en la calle Mayor. La crítica iba dirigida una vez más a Madrid Central. “¿Veis ese autobús de ahí delante? Se está bajando la gente. Esto es Madrid Central: la mejora del tráfico, la mejora de la contaminación...”, ironizaba Almeida mientras un coche le pitaba por detrás por detenerse a filmar.

El PP se opuso incluso a las peatonalizaciones iniciadas en la época de Carmena que ahora van a continuar. Es el caso de la Plaza de Olavide. El plan municipal incluye las seis calles que rodean a este punto neurálgico del barrio de Chamberí. Tres de ellas ya se hicieron peatonales con las obras que ejecutó la anterior corporación en 2018 –como ha reprochado Más Madrid–, pero otras tres seguirán la misma senda. Entonces, Almeida clamó contra Ahora Madrid porque la medida iba a “destruir 100 plazas de aparcamiento”. “No han preguntado a ningún vecino. ¡Carmena está castigando a un distrito que es el símbolo de la participación vecinal contra ella!”, escribió el regidor en Twitter en abril de 2018. No hay constancia, sin embargo, de que el alcalde y su equipo hayan hecho ninguna consulta a los vecinos para diseñar su proyecto de peatonalizaciones, que abarca 48 calles en los 21 distritos. Se ha pactado con los concejales presidentes de cada distrito.

En la biografía política de la corporación actual también quedará, como uno de sus primeros hitos, la reversión del urbanismo táctico de la calle Galileo, donde el equipo de Manuela Carmena había colocado unas jardineras que reducían el espacio disponible para la circulación de coches. Ahora Madrid encontró reticencias entre una parte de los vecinos del barrio a la medida y tuvo que modificarla (inicialmente se peatonalizaba toda la calle). PP y Ciudadanos apoyaron esas reivindicaciones y eliminaron las actuaciones nada más llegar al Palacio de Cibeles.

El PP siempre libró con Carmena la batalla de la movilidad. La principal promesa electoral de José Luis Martínez-Almeida, y sobre la que giró toda su campaña, fue el fin de Madrid Central. Hasta ahora. La pandemia ha trastocado el mundo y también las previsiones del Ayuntamiento de Madrid, más presionado para tomar medidas que resten privilegios al coche en una ciudad que sigue rebasando los límites legales de contaminación incluso en medio de una epidemia. En estos meses el Gobierno ha impulsado 45 kilómetros nuevos de carriles bus o un intento de red ciclista provisional que empujó la oposición, que abarca 12 kilómetros y que de momento no hay síntomas de que sea definitiva

En los programas electorales de los socios de Gobierno, PP y Ciudadanos, sí había no obstante algunos planes relacionados con peatonalizaciones que se han acelerado en esta coyuntura. La candidata Begoña Villacís prometió que sacaría los coches de otro tramo de la calle Fuencarral, como está previsto en el plan presentado este lunes. El compromiso de Villacís era más amplio pues proponía una peatonalización hasta la glorieta de Quevedo y la que finalmente se llevará a cabo solo alcanza hasta la calle Barceló, donde se sitúa el metro de Tribunal. La oposición y algunos vecinos se quejan de que las peatonalizaciones en sus distritos son exiguas: pocos metros y en zonas ya de facto peatonales.

El cierre completo al tráfico de la Puerta del Sol fue anunciado también antes de la pandemia, pero igualmente corrió más deprisa. El Ayuntamiento cerró el único carril que quedaba abierto en el kilómetro 0 el pasado 20 de agosto sin hacer obras, como parte de una actuación de urbanismo táctico con vocación de permanecer con el que fueron muy críticos también en el anterior mandato. El equipo municipal pretende exportar este modelo de Sol, como avanzaba Carabante, a todas las nuevas calles peatonalizadas. Las obras sobre el asfalto, para convertir la calzada en acera, tardarán un poco más.