Antonio González Terol, el alcalde y padrino político de Casado que aspira a todo en el PP

En el pueblo algunos le llaman “Antonio Banderas” porque apenas ha dejado rotonda en Boadilla del Monte (Madrid) sin enseña rojigualda. Recién llegado a la alcaldía en 2011, Antonio González Terol (Cartagena, 1978) marcó su impronta con una de 40 metros cuadrados. En siete años en el Ayuntamiento le ha dado tiempo a inaugurar otras tres más, organizar juras de bandera para que los boadillenses besen la española y a pinchar el himno en una carpa atestada de vecinos en las fiestas municipales.

Empezó en política muy joven. Carne de Nuevas Generaciones, le gusta presumir de haber afiliado al PP a Pablo Casado. Muy vinculado al aguirrismo, Terol ha sido director general y diputado regional en los tiempos de la opulencia del PP de Madrid, alcalde a los 32 años, diputado nacional y ahora también el encargado de la política local en la Ejecutiva de Casado. Su cercanía al nuevo líder le ha procurado su mejor situación hasta el momento: su cara es omnipresente y suena (o se hace sonar) como candidatable a casi todo. Le avala un hecho: es uno de los tres alcaldes del PP en Madrid que ha conservado la mayoría absoluta.

Su nombre sale en las quinielas de candidatos a la Comunidad de Madrid, aunque varios dirigentes del PP creen que su primera parada será la presidencia del partido en la región. Un hombre de Casado para controlar un polo de poder que otrora, con Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes, se convirtió en una taifa con sus propias reinas al margen de la dirección nacional. “Va para largo. Si no es candidato ahora, habrá otra cosa”, dice un compañero de partido que le trata desde hace años.

González Terol llegó a Boadilla del Monte de la mano de Esperanza Aguirre y apadrinado por el exconsejero y diputado Borja Sarasola. Fue su apuesta para eliminar del municipio la viscosa pátina de corrupción que dejó su predecesor, Antonio González Panero, alias 'El Albondiguilla', procesado en la trama Gürtel. “Boadilla nos quería matar cuando llegó Antonio”, asegura una dirigente del PP.

El cambio de cromos no se tradujo en ningún castigo en las urnas en un feudo acostumbrado a votar lo mismo. En el tercer municipio con más renta per cápita de España, la corrupción pasó una factura mínima, pese a que fue uno de los epicentros de los negocios sucios de Francisco Correa. El nuevo candidato, que se vendió a sí mismo como un alma libre sin peajes que pagar, logró conservar la mayoría absoluta y la revalidó en 2015: Terol reunió el 52% de los votos y se convirtió en el segundo regidor más apoyado de España entre los municipios de más de 47.000 habitantes. En el PP presumen de que “hizo tabla rasa, empezó desde cero”, pese a sus vínculos de dos décadas con el partido y el aguirrismo. Y ese comodín fue su éxito. 

La oposición, formada por Ciudadanos (3), PSOE (2) y Alternativa por Boadilla (2), bromean con la tradición conservadora del municipio: “Aquí si pones a la cabra de la legión, sale la cabra de la legión”. Ironías aparte, la casa del portavoz de Ciudadanos amaneció con un “rojos, hijos de puta”. El terreno es feudo seguro del PP más conservador.

Los tres portavoces comparten un grupo de WhatsApp que se llama Berlanguianos por “las cosas surrealistas que se ven aquí”, dicen. El Defensor del Pueblo tuvo que recordar al Ayuntamiento que está obligado a cumplir la ley de Memoria Histórica y debía sacar la calle José Antonio del callejero municipal. Finalmente el alcalde lo hizo pero envió una carta a los vecinos disculpándose por ello

Contrario al aborto, González Terol participa en todas las misas institucionales desde el púlpito. “Se sube a leer la liturgia, es protagonista de todas las ceremonias”, asegura Isabel Carmona, concejala socialista en el municipio. Hijo de marino militar y padre de familia numerosa, Terol se negó en 2017 a colocar en la fachada del Ayuntamiento la bandera LGTBI con motivo de la celebración del Orgullo con el argumento de que la española ya expresa “que somos todos iguales”. En su currículum figura el título de ingeniero industrial, pero tiene otro: el de Caballero del Santo Sepulcro de Jerusalén. 

Uno de los concejal de Alternativa por Boadilla, Ángel Galindo, con quien el alcalde mantiene habituales encontronazos, le ubica en el “sector más duro del PP” donde genera las mayores simpatías. “Cuando Rajoy era presidente a veces manifestó algunos desacuerdos con él”, sostiene. El pasado 1 de octubre, recuerda, “mandó formar a la policía municipal bajo una de las grandes banderas puestas por él”. El Ayuntamiento defendió su propio izado de bandera como un acto simbólico ante “el desgraciado y triste aniversario” del “referéndum ilegal” en Cataluña. 

La oposición subraya su “obsesión por salir en la foto”. “Su liderazgo no es solo personalista, roza el narcisismo”, apunta Ricardo Díaz, de Ciudadanos, que describe la revista municipal como “el fotobook del alcalde”. “Si inaugura un parque de bolas, se tira a la colchoneta; si es un parque, se sube para que le columpien...”, ejemplifica Galindo. La última foto que recuerdan captó el momento en el que coronó espontáneamente con una bandera española las obras de un edificio de viviendas municipales, los zapatos castellanos en los pies.

Conseguir semejante foto requirió tomar medidas de seguridad: el empeño de subirse a lo alto de la estructura para poner la enseña le obligó a colocarse un arnés. Mereció la pena: la foto estaba en minutos circulando como la pólvora en redes sociales. 

Y eso que la actividad diaria del regidor se desarrolla, sobre todo, extramuros de su municipio como responsable del PP de la relación con los pueblos. E incluso fuera de Madrid: entre sus últimos encargos está la campaña “puerta a puerta” en Andalucía, que pretende llevar a Casado y a Juan Manuel Moreno, el candidato del PP, hasta la misma puerta de la casa de los potenciales votantes para darles a conocer el programa electoral. “Es una persona hiperactiva, con mucha capacidad de trabajo, de estar en todas partes, efectiva”, dice de él una compañera de partido, que certifica su cercanía a Casado. “Siempre han tenido muy buena relación, aunque igual no tanto como para irse a cenar juntos con las familias”, añade. 

Que repita como candidato a la alcaldía por tercera vez es aún una incógnita. Su omnipresencia le coloca en muchas quinielas y en las instantáneas diarias del partido. Su apretada agenda, además, no acaba con los actos oficiales. En las últimas fiestas del pueblo se amarró al micrófono en medio de una carpa atestada de gente para gritar ¡Viva Boadilla del Monte, viva España! Después, con la rojigualda proyectada en tres grandes pantallas, empezó a atronar el himno. Su próxima parada, asegura un dirigente con mucho callo en el partido, pretende ser la presidencia del PP de Madrid.