Condenado un profesor de un grado de la Rey Juan Carlos por abusar de una alumna: “Me ponía el pene en la nuca”
Amanda rompe a llorar al recordar el día que volvió a la Universidad años después de haber terminado el Grado de Artes Visuales y Danza. Fue a recoger el título. El pico de angustia y ansiedad que sufrió al pisar de nuevo las instalaciones educativas casi le inmovilizó. Al pedir su certificado le plantearon que en ese momento había un problema para recoger el diploma y le recomendaron que volviese otro día. Ahí se quebró. Se puso a llorar y comenzó a temblar.
Al ver su reacción, los funcionarios solventaron el contratiempo y le dieron el título. Cuando se lo acercó una de las trabajadoras del campus, ella le explicó por qué se había desmoronado al pensar que tenía que acudir otro día. Durante tres cursos Amanda (nombre ficticio) fue víctima de abusos sexuales por parte de un profesor. Gran parte de estos hechos sucedieron durante las clases universitarias. Así lo confirma la Justicia, que ha condenado a dos años y un día al docente E. L. por tocamientos “con ánimo libidinoso” y por enviarle “fotos desnudo y mensajes de índole sexual tales como que estaba empalmado o si quería tocársela”, según la sentencia consultada por elDiario.es. El fallo, que confirma el delito continuado de abuso sexual, todavía no es firme. La defensa del condenado lo ha recurrido ante el Tribunal Supremo.
Hasta hace unos días figuraba como profesor en la web del centro
Con 18 años, Amanda se matriculó en 2014 en el Grado de Artes Visuales y Danza de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). Aunque el título esté emitido por este campus público y las clases se den en sus instalaciones, el departamento de comunicación de la Universidad hace hincapié en que el profesor condenado no pertenece a su plantilla, sino a la del Instituto Superior de Danza ‘Alicia Alonso’ (ISDAA). La gestión del claustro y la docencia del grado dependen del centro artístico, añaden las mismas fuentes. Actualmente, estos dos organismos educativos, que firmaron un convenio de colaboración en 2001, tienen un conflicto judicial abierto para decidir quién debe asumir la dirección y la docencia de los grados artísticos.
El primer fallo en contra de E.L. se dictó el 11 de enero. A pesar de que han pasado seis meses desde que se emitió esa sentencia, el condenado figuraba como profesor en la web del Instituto Superior de Danza ‘Alicia Alonso’ (ISDAA) hasta este viernes, pocos días después de que elDiario.es contactase por primera vez con la dirección del instituto para recabar su versión. La URJC ha instado a este centro a que le “aparte inmediatamente”. Una de estas últimas peticiones se realizó en mayo, de acuerdo a las fuentes consultadas. Desde el centro artístico no han explicado a esta redacción si el docente sigue en activo.
Amanda se decantó por una carrera porque ya llevaba muchos años inmersa en el mundo de la danza y consideraba que le iba a ayudar más en su futuro profesional tener un grado universitario que continuar su formación en el conservatorio. Las clases eran pequeñas. En ese primer curso, recuerda que había alrededor de diez alumnos, la mayor parte chicas. Desde aquellos primeros días, el trato de E. L. “era diferente” para unas estudiantes en particular. Y ella estaba siempre en ese grupo. La formación consistía en una docencia muy física, ya que estaban cursando una especialidad del grado centrada en técnicas circenses. Se realizaban ejercicios de flexibilidad, acondicionamiento físico, trampolín, cama elástica, acrobacias y danza.
“Te abrías de piernas y te ponía sus genitales en la espalda”
“A algunas personas nos cogía y nos decía: ‘Vosotras vais a trabajar este ejercicio conmigo’. Y él nos hacía equis cosas”, relata Amanda. En esas clases se produjeron los tocamientos. Así recuerda la víctima algunos de ellos: “Estaba saltando en la cama elástica y te metía la mano en el pantalón, te cogía el tanga y te hacía algún comentario al oído”.
“En flexibilidad pasaba constantemente... Te abrías de piernas, se ponía detrás de ti, te ponía sus genitales en la espalda, empezaba a mover la pelvis y te metía la mano en el pecho”, recuerda, mientras le decía “tranquila, relájate, respira”. Otro episodio que describe Amanda sucedía en ese mismo ejercicio: “Cuando me pedía que tocase mis pies con mis manos, él cogía y me abría el culo porque decía que así iba estirar más y me ponía el pene en la nuca”.
Siguiendo con las pruebas de flexibilidad y con la denunciante “abierta de piernas”, el acusado –“en vez de meter una regla para medir los centímetros entre el cuerpo y el suelo”– utilizó su mano “de tal forma” que tocó “su vagina”, así consta en los hechos probados de la sentencia de primera instancia. El recurso presentado por el docente ante la Audiencia Provincial de Madrid ha sido desestimado y ya solo está pendiente el de casación ante el Supremo.
Para evitar este tipo de abusos, Amanda “intentaba matarse” por tocar con todo su cuerpo el suelo para no dar opción al condenado a realizar ningún tocamiento. El fallo describe episodios en los que el denunciante apoyó “su zona genital” en la espalda de la alumna o le tocó el pecho y los glúteos. De esta forma, la Justicia ha confirmado el relato de Amanda.
Estaba saltando en la cama elástica y te metía la mano en el pantalón, te cogía el tanga y te hacía algún comentario al oído
Ante este comportamiento, la víctima asegura que no supo cómo actuar ni cómo afrontarlo. Nunca se había encontrado con una actuación así por parte de ningún profesor. “Lo mismo aprovechaba, te cogía un brazo y te acariciaba. Si no podías salir a correr, porque te pasaba algo, te decía: 'Ven que te doy un masaje”, reseña. Para evitar este tipo de abusos, optó por negarse a hacer alguno de estos ejercicios. “Era contraproducente para nosotras. Si le decíamos que no queríamos hacerlo, nos bajaba la nota o nos hablaba mal”, indica.
El magistrado del juzgado de lo penal confirmó que “no hubo consentimiento” por parte de Amanda y que su relato “era plenamente creíble”. A lo largo de este procedimiento, se contó con varios testigos que corroboraron la versión de la denunciante. Una de sus compañeras se mostró “rotunda al afirmar” que observó “los tocamientos indebidos a partes íntimas” tanto de la víctima, “como de otras alumnas”, según la sentencia emitida por la Audiencia Provincial.
El fallo también constata que en clase E. L. mantenía “un discurso favorable a las relaciones sexuales entre profesor y alumnas de forma abierta”. Por los hechos vividos, el docente deberá indemnizar a Amanda con 3.000 euros por daño moral. Además de la pena de cárcel, tiene impuesto un año de “libertad vigilada” y tiene prohibido acercarse a 500 metros de la víctima durante tres años.
El acoso al que fue sometida pasó de estar presente únicamente en el aula, a continuar en su teléfono móvil con “mensajes fuera de lugar”. En la sentencia emitida por el juzgado de primera instancia, se constata el “ánimo libidinoso” de la conducta de E. L. al enviar a Amanda “mensajes con proposiciones de contenido sexual” y “fotografías con desnudo del acusado en las que llegaba a aparecer con el pene en erección”.
Mensajes con proposiciones sexuales y fotos de sus genitales
“Me sentía mal, no entendía nada, no quería ir a clase”, recuerda la joven sobre aquellos días. Al principio optó por borrar aquellas imágenes, y no comentarlas con nadie, para intentar que esa situación desapareciera de su cabeza. Finalmente, le contó a un compañero el acoso que estaba sufriendo y el condenado se enteró. “Me empezó a decir que él era una persona rara, complicada, pero que no me quería hacer sentir mal y que iba a intentar cambiar su comportamiento conmigo”. Esa conversación no ayudó a solucionar la situación en la que se encontraba Amanda. Siempre según el relato de la entrevistada, E.L. se volvió “más agresivo”, pero siguió “aprovechándose” de ella “en clase”. Durante los meses siguientes, se sintió “como un cacho de carne”.
Asustada y devastada porque “no podía más”, en febrero de 2017 puso en conocimiento de otros profesores esta situación. Su único objetivo era conseguir una dispensa para no tener que ir a clases de E. L. Recuerda la sorpresa de estos docentes cuando comenzaron a leer los mensajes de WhatsApp recibidos por Amanda durante aquellos meses. “Se sentaron en un banco. Lo fueron viendo todo y se quedaron bloqueados. Les faltó ponerse a llorar”, reseña.
Aunque el título era emitido por la Universidad Rey Juan Carlos y las clases se daban en su campus de Fuenlabrada (Madrid), estos dos docentes pertenecían a una escuela de circo. Algunos de los profesores de esta escuela, entre ellos E. L, fueron contratados por el Instituto Alicia Alonso –encargado de la docencia del grado– para impartir la especialidad de circo, según explica a elDiario.es la jefa de estudios del centro circense, María (nombre ficticio), que declaró como testigo en el juicio.
Desde esta escuela, impulsaron una “investigación” interna, que concluyó con un “acuerdo negociado” de fin de contrato, indican las fuentes consultadas. Los responsables del centro artístico trasladaron esta decisión al instituto encargado de la docencia del título. “El director de la escuela le dijo al responsable del Instituto Alicia Alonso que ese profesor no iba a dar clase allí”, reseña María. Actuaron de esa forma, asegura, porque pensaron que si el docente “ya no estaba presente” estaban “protegiendo a sus alumnas”. Amanda relata que ella también puso en conocimiento del instituto lo sucedido.
En ese momento, la jefa de estudios de la escuela de circo no se lo comunicó a la URJC porque –siempre según su versión– la dirección del instituto les “pidió que no trascendiera mucho” porque la relación con la universidad “no era buena”. “Ahí, nos equivocamos”, reconoce.
Años después, cuando ya no trabajaba para el ISDAA, María se llevó una sorpresa al enterarse de que “habían vuelto a contratar” a E. L. Con el objetivo de evitar la reincorporación del profesor denunciado, se “acercó” a hablar con la dirección del centro para preguntarles “qué estaban haciendo” porque “tenían pleno conocimiento de lo sucedido”. elDiario.es ha intentado contrastar este hecho con la dirección del Instituto Superior de Danza ‘Alicia Alonso’, sin haber recibido respuesta por el momento.
El docente denunciado volvió a dar clase
A Amanda otras compañeras también le contaron que E. L. había vuelto al Instituto Alicia Alonso. En una llamada, estudiantes de cursos inferiores le explicaron que no estaban “nada cómodas”. Le pidieron que “hiciese algo” y se movilizase. Según la documentación consultada por esta redacción, E. L. se reincorporó en 2020. A finales de ese año, en el mes de diciembre, Amanda presentó una denuncia por abuso sexual.
A lo largo de este procedimiento judicial, el acusado ha reconocido “la existencia de fotos y mensajes de contenido sexual con la denunciante”. Para justificarlos aseguró “que mantenía una relación” con la denunciante. Una argumentación que no ha convencido a los jueces que han analizado este caso. Los magistrados de la Audiencia Provincial consideran que “no se evidencia” que hubiese consentimiento por parte de la denunciante. Esta redacción ha intentado recabar la versión del docente, pero su defensa ha declinado esta propuesta. Su abogada se limita a plantear que la sentencia “no es firme” y que hay que respetar “el principio de presunción de inocencia”.
Lo único que recibo [del Instituto Alicia Alonso] es repulsión. Creo que piensan que me lo estoy inventando y que son cosas mías
¿Continúa el condenado dando clase en un grado de la URJC? Ni la defensa del docente ni ninguna institución educativa ha confirmado esta información a elDiario.es. El ISDAA no ha contestado a ninguna de las consultas realizadas por esta redacción. Por su parte, desde la URJC se desvinculan de la actuación administrativa relacionada con esta denuncia porque, aseguran, este docente no forma parte de su plantilla.
Fuentes oficiales de la URJC aseveran, además, que a la inspección de servicios de la universidad y a su comisión antiacoso llegó información sobre este docente y que estos organismos no han podido actuar porque el denunciado no es un trabajador de su plantilla. Aún así, desde esta última pidieron al centro artístico que pusiese en marcha su plan antiacoso, que apartase al profesor y que informase a la Universidad sobre las medidas adoptadas, según las fuentes consultadas por esta redacción conocedoras del caso. “No sabemos en qué punto están”, reseñan desde el gabinete de prensa universitario.
Conflicto judicial entre la URJC y el ISDAA
El Instituto Alicia Alonso imparte el 87% del contenido del grado en Artes y Danza, el resto de los contenidos dependen del Departamento Ciencias de la Educación y Lenguaje de la URJC, según la web del centro artístico. Eso sí, toda la docencia se realiza en el campus de Fuenlabrada de la Universidad pública y el título oficial que se expide también está emitido por la Rey Juan Carlos.
La URJC y el ISDAA llevan varios años inmersos en un conflicto que está encallado en los tribunales. La Universidad ha intentado retomar la gestión de los grados y el resto de formaciones que se imparten en este instituto. En el curso 2018/19 comenzaron las discrepancias, después de que el rector de la URJC emitiese una resolución con el objetivo de desalojar a la fundación que gestiona el instituto de las instalaciones de Fuenlabrada. Este asunto ha terminado judicializado, a la espera de una sentencia firme que decida si la Universidad puede asumir el control de la docencia del ISDAA.
Sobre la gestión administrativa de su denuncia, Amanda siente que los centros educativos le “callaron”. Cuando fue expulsado, en 2017, a ella y a sus compañeras les pidieron “discreción” con este asunto. Más dolida se muestra aún con la dirección del ISDAA. “Lo único que recibo de ellos es repulsión. Creo que constantemente piensan que me lo estoy inventando y que son cosas mías”, apunta. Tampoco nadie de la URJC se puso en contacto con esta joven durante el proceso judicial, aunque sí han contactado con su abogada en los últimos meses. Por su parte, fuentes de la Universidad aseguran que no ha sido hasta febrero cuando han tenido constancia de estos hechos.
Antes de iniciar el procedimiento judicial, Amanda recibió asistencia psicológica. En un centro de la mujer, las trabajadoras le ayudaron a darse cuenta de que era víctima de abuso sexual. Lo vivido ha supuesto para esta joven y sus compañeras un punto de ruptura. Cuando terminaron el grado se separaron y no se han vuelto a ver. Siente que reencontrarse con ellas le obliga a recordar el acoso sufrido. Lo ha pasado muy mal con todo este proceso. No solo por las consecuencias emocionales, también por las económicas. Preguntada sobre si lo volvería a hacer, si volvería a presentar una demanda. Expone sus dudas. Y concluye: “A día de hoy, me he dicho muchas veces que no”.
Si tienes más datos sobre este caso o conoces otros similares, puedes escribirnos a pistas@eldiario.es
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