Las condenas no alteran la burbuja del PP en Boadilla, el kilómetro cero de Gürtel
Condenado a 36 años de cárcel y a pagar más de seis millones de euros por prevaricación, fraude, malversación, blanqueo de dinero o asociación ilícita, entre otros delitos asociados a la operación Gürtel, el alcalde de Boadilla del Monte entre 2000 y 2009, Arturo González Panero, ‘El Albondiguilla’, tenía de plazo hasta el viernes para ingresar en prisión. Entró, efectivamente, a última hora de la tarde. El suceso penitenciario, que sirve de broche simbólico a una de las principales patas de la gran investigación de la corrupción del PP de principios de siglo, ha pasado sin pena ni gloria por la localidad, segundo municipio más rico de España tras el limítrofe Pozuelo, según el INE, y epicentro del terremoto Gürtel. Los populares han gobernado con mayoría absoluta con Panero y después de Panero, cuando la corrupción de Boadilla abría telediarios y ahora que las causas judiciales se acercan a su fin.
“En Pozuelo vivimos en una especie de burbuja”, reconoce el jueves a mediodía Marcelo Serpa, de 19 años, que toma un refresco en una terraza de la avenida del siglo XXI, donde todavía se aprecian las huellas de la corrupción. En esta vía, en la que se concentran varios locales de restauración, siguen tapiados más de 30 bajos comerciales cedidos gratuitamente a la trama, hoy embargados. También pasa por allí el metro ligero, cuya construcción estuvo precedida de intercambio de maletines a cargos populares, aunque en este caso el mangoneo se produjo en el marco de la trama Púnica. Esto Marcelo no lo sabe, en cualquier caso, porque es joven. Tampoco su amigo Adrián González, de la misma edad. Ambos son estudiantes de periodismo en la privada Universidad Europea de Madrid. Dicen que no se acuerdan, pero señalan que en Pozuelo “económicamente y en cuanto a la seguridad se está muy bien”.
Solo el PP gana al PP
La única vez que Boadilla desbancó a un alcalde del PP fue gracias al PP. Corría 1999 y a la regidora Nieves Fernández se le revolvió el edil Panero, que junto a otros cuatro compañeros promovió una moción de censura apoyándose en el partido local Eficiencia Independiente. La dirección regional apostó por los díscolos y se consumó el cambio. Los independientes acabaron peleados entre ellos y desaparecieron. En las elecciones de 2003, Panero arrasó. En 2007, más. De los cinco protagonistas de aquella maniobra han sido condenados dos, además de Panero: Juan Siguero (sustituyó a Panero como alcalde en 2009 por la Gürtel, dimitió en 2011 por la Gürtel) y José Galeote, padre de Ricardo, también condenado en la causa, pero por otra rama por su etapa en Estepona. Los populares perdieron cuatro concejales en los comicios de 2011, pero les siguió sobrando para la mayoría absoluta.
Con Panero de alcalde se aprobó el plan de ordenación municipal que suscitó la explosión demográfica de Boadilla. En 1999 tenía 19.000 habitantes. Cuando el regidor se vio obligado a dimitir, en 2009, eran más del doble. Hoy rondan los 60.000, según el INE. Este crecimiento se aprecia panorámicamente desde la loma en donde vive uno de los insignes habitantes de Boadilla: el excomisario Villarejo, muy agradecido en su día a Panero por evitar que recalificasen los terrenos de su mansión. Desde ahí, en primer término, se ve el palacio del infante don Luis, joya patrimonial que ‘el Albondiguilla’ quiso ceder a la SGAE de Teddy Bautista (no lo logró, por poco). Al lado, el pequeño núcleo urbano original. Y a partir de ahí, los sucesivos ensanches, incluida una promoción de vivienda pública amañada a favor de una de las sociedades de la Gürtel. A lo lejos, las grandes urbanizaciones de lujo.
“Lo malo son los que roban y no hacen nada”
Subiendo un par de minutos por la avenida donde descansaban los estudiantes de periodismo, se da con Francisco, que ha aparcado el Range Rover junto a la mesa de la terraza y ahora disfruta de un agua con gas. “Todo esto lo he visto hacer, aquí antes solo había una pastelería y un bar de pescado frito”, rememora. Francisco tiene 76 años, fue empresario cafetero y su hijo “tiene un dúplex cerca”. “Lo conocía de vista, al Albondiguilla; era un pistolero”, dice, sin quitarse las gafas de sol. Pero relativiza: “Sí, ha robado, pero mira lo que ha hecho; lo malo son los que no roban y no hacen nada”. Cavila sobre la tentación que atenaza al cargo público: “A ver qué haríamos nosotros en su lugar… El que diga lo contrario, miente”.
Quizás sea de agradecer el candor de Francisco, porque lo habitual durante la mañana es que la gente se sacuda la pregunta cuando se le inquiere por Panero, por la Gürtel o lo que representó. “No somos de aquí”, dice poco convincentemente una pareja de mediana edad, vestida de deporte y con dos barras de pan. “No conozco el caso”, despeja una mujer en plena edad laboral, cuyo acompañante se sonríe y dice: “Los políticos deberían ganar más, los constructores quieren que ganen poco”. En el bar de enfrente del consistorio resulta casi ridículo preguntar: “Nosotros trabajamos en el Ayuntamiento y no te vamos a decir nada”, alega una pareja de funcionarios en la pausa del mediodía. Cabe decir que la jefa de Patrimonio del Ayuntamiento sigue siendo Alicia Vallejo, condenada por ayudar al alcalde Panero a ocultar fondos.
Más dispuestas a charlar se muestran Ana y Maty, de 51 años y Marta, de 45, que toman el aperitivo. “De momento, no se oye que estén robando”, celebra la primera. Cuentan que en Boadilla hay buena calidad de vida, aunque faltan comercios y a veces hay atascos. Pero jamás, en los 20 años que llevan viviendo aquí, han notado que ser de Boadilla estuviese mal visto por los vínculos locales con la corrupción: “Nunca he notado un estigma; al contrario”, dice Ana.
La discreta esperanza del arrepentido
Para que la Gürtel estallase y para que, casi 15 años después, Panero entre en prisión, fue indispensable la denuncia de José Luis Peñas, el concejal de Majadahonda que durante dos años grabó al líder de la trama, Francisco Correa, presumiendo de amaños. Peñas, arrepentido, pero aun así condenado, espera hoy a que se resuelva la petición de indulto que formuló en 2020, y que apoyan la fiscalía y el Tribunal Supremo. Sobre el escaso poso ciudadano que parece haber dejado la Gürtel, apunta, en clave sociológica: “Majadahonda y Boadilla son muy especiales. Hay un índice económico muy alto y un perfil desde el año 2000 de gente que tiene buen estatus económico, que provienen del sur-sureste de Madrid y quieren olvidar su pasado en el cinturón rojo [Boadilla linda con Alcorcón al sur]”. Peñas calcula que son necesarias “un par de generaciones democráticas para que la gente no se deje engañar”.
En el casco original, en un restaurante humilde, de los de a 11 euros el menú del día, dos parroquianos comentan con el cocinero y la camarera la actualidad del día. En la televisión sale el presidente de Ucrania. Uno es trabajador municipal de la zona azul. El otro se identifica como comerciante. “[Panero] ya tenía que haber entrado antes [en prisión]”, critica, aunque entiende que lo que la gente quiere es “que nos dejen trabajar y que Dios nos dé salud”. Apunta que la gente humilde se puede sacar un sobresueldo “en los jardines”, en referencia al cuidado de los chalés de los vecinos más adinerados. “Aquí es que siempre ha salido el PP”, expone, sin más, y señala que el candidato que entró en 2011, Antonio González Terol, fue “uno de los mejores”.
Obligado por la vorágine que supuso la Gürtel, el Ayuntamiento acabó personándose en la causa. Esta semana, conocida la orden de entrada en prisión, el PSOE propuso aprobar una declaración institucional de condena a la corrupción municipal entre 2003 y 2007. El texto reclamaba que los responsables del PP pidiesen perdón y se comprometiesen a que el partido devuelva lo defraudado. También, agradecer a José Luis Peñas que denunciase los hechos. La Junta de Gobierno local que ahora encabeza Javier Úbeda (15 ediles de 25) la rechazó por unanimidad. El portavoz socialista, Alfonso Castillo, asegura que no se lo esperaba: “Me he quedado un poco chafado”.
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