Mohammed Abul Hossain, vecino del barrio madrieño de Lavapiés, murió el pasado 26 de marzo en su domicilio tras llamar en los seis días anteriores al teléfono activado por la Comunidad y al 112 para atender casos de coronavirus. Con patologías cardiovasculares previas, Hossain presentaba síntomas respiratorios cada vez más graves de COVID-19 pero ni él ni su familia consiguieron respuesta sanitaria hasta que ya fue demasiado tarde. Hossain tenía 67 años, nació en Bangladesh y gestionaba uno de los restaurantes de comida india de Lavapiés.
La mujer y el hijo de Hossain comenzaron a pedir asistencia sanitaria el 20 de marzo, según ha podido contrastar eldiario.es con varias fuentes de su entorno. Desde entonces, llamaron numerosas veces al teléfono de la Comunidad de Madrid, al 112 y a su centro de salud. La desesperación ante el retraso del envío de equipos médicos les empujó a pedir auxilio de aquellos conocidos próximos que pensaban que pudiesen ayudarles: su sobrino, vecinos del barrio de Lavapiés y un líder de la comunidad bangladesí en Madrid contactaron sin éxito durante casi una semana con los servicios sanitarios. Horas antes de su fallecimiento, el sobrino envió un taxi para poder trasladarlo a un centro sanitario, pues su familiares próximos no tenían manera de hacerlo. Cuando el conductor detectó el estado del enfermo, se negó a aceptarlo.
Durante la madrugada del día 26 de marzo, después de que el 112 confirmase que una UVI móvil acudiría a su casa a comprobar su estado de salud, Hossain Mohamed Abul falleció en su domicilio, explica su sobrino a eldiario.es. El certificado de defunción, al que ha accedido eldiario.es, detalla como causa de la muerte insuficiencia cardiorrespiratoria provocada por “posible COVID 19”. Su mujer fue trasladada ese mismo día al Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, donde ha permanecido ingresada una semana debido a una neumonía también provocada por el virus.
El presidente de la organización madrileña Valiente Bangla, Mohammad Fazle Elahi, muestra su desesperación en este caso por el empeoramiento diario del enfermo y la falta de respuesta. Elahi llamó en repetidas ocasiones al número de teléfono de la Comunidad de Madrid, desde el día 20 hasta el día anterior de su fallecimiento, como consta en el registro de llamadas de su móvil. Según denuncia, los teleoperadores del servicio le exigían hablar con el paciente. “Yo insistía en que él apenas habla español, pero no importaba”, declara el líder de la organización que más está apoyando en esta crisis a la comunidad procedente de Bangladés en la capital.
“Me llamó el día 20 de marzo y me pidió si podía ayudarle, porque, como no hablan bien español, no le entendían”, expone el responsable de la asociación. “La primera vez que llamé, todavía no estaba muy grave. Me preguntaban por la fiebre, y no sabía, porque ellos no tienen termómetro. Me decía que teníamos que saberlo”, continúa Elahi. El registro de llamadas de su móvil confirma haber contactado a través de su móvil el 20 de marzo en cuatro ocasiones con el 900 102 112, una de ellas permaneció al teléfono durante media hora.
“Me decían que tenían que hablar con el paciente, pero luego con él no se entendían”, detalla el presidente de la organización que está apoyando a la comunidad bangladesí en Madrid. Continuó haciéndolo durante los días sucesivos. Según su testimonio, llamó en varias ocasiones al 112, pero le derivaban al 900.
Su familia y allegados también contactaron con su centro de salud en Lavapiés. En un primer momento, descartó que se tratase de síntomas de COVID-19. “Nos recomendaron permanecer en casa, ante el riesgo de contagio en el hospital”, apunta su sobrino. Aunque, días después, a medida que los síntomas avanzaron su médico concluyó que eran compatibles con la enfermedad derivada del coronavirus, relata su entorno. La Consejería de Sanidad ha confirmado que el paciente recibió asistencia telefónica en atención primaria.
El día 23 de marzo, cuando los síntomas habían empeorado, el hijo del fallecido solicitó ayuda a su primo. “Me llamó y me dijo: 'Mi papa está muy enfermo. Tiene fiebre, dolor de cabeza, garganta, se encuentra muy mal y tiene problemas para respirar. ¿Puedes llamar? Nosotros no entendemos”, explica Rajib, el sobrino de la víctima, quien habla perfecto castellano. Ese día el enfermo presentaba vómitos, dificultad para respirar y diarrea, indica el familiar: “No podía comer ni beber nada, estaba muy débil”.
Según su testimonio, llamó varias veces al 112 los días 23 y 26 de marzo, mientras desde la organización Valiente Bangla continuaban intentándolo cada día con el número de la Comunidad de Madrid. Cuando llamó Rajib al 112 sí comprendían todo lo que explicaba y no exigieron hablar con el enfermo. Fuentes del Summa detallan tener constancia de dos llamadas en relación a este paciente. La primera, el día 23. La segunda, el 26, el día que falleció.
Según concretan las mismas fuentes, la llamada del día 23 es atendida por un enfermero. En el registro, continúan desde el Summa, aparece que el paciente presentaba “síntomas leves” por lo que “no estaba indicada la movilización de un recurso asistencial”. Su sobrino asegura que en aquel momento presentaba vomitos, diarrea y dificultad para respirar. La familia no tenía termómetro.
Mientras tanto su sobrino y el presidente de Valiente Bangla trataban sin éxito que Hossain recibiese asistencia sanitaria, el 24 de marzo el enfermo acudió a Kiron Bahi, vecino y amigo de la familia. “Tenía un hilo de voz. Me pedía que le ayudase, me decía: 'Yo quiero vivir”, explica Bahi a eldiario.es. Ese día llamó al 112, pero asegura que el colapso del sistema impidió que le atendiesen. “Me pasaban de una extensión a otra, decían que había que esperar. Estuve dos horas, y nada”, describe. El Summa no tiene registrada esta llamada en relación al paciente fallecido.
El vecino de la familia también contactó con el centro de salud de Hossain. “Hablé con su médico de cabecera. Con los síntomas que describí dijo que apuntaba a coronavirus. Pedíamos que lo fuese a ver, pero nos decía que solo estaban dos doctores y toda España estaba igual”, sostiene Kiron Bahi. Pasadas las doce de la noche, su teléfono volvió a sonar. “Ahora papá está muy mal, no puede ni hablar”, le decía el hijo, de 25 años. “Llamaba al 112 pero, nada, no lo cogían”.
El día 25 de marzo, los síntomas empeoraron. “Estaba muy mal. Se desmayó en el baño. Llamábamos sin parar”, sostiene su sobrino. “El repetía: ¡Por favor, llévame al hospital, me voy a morir”, recuerda a través del teléfono. Mientras él llamaba al 112 y a la Policía Nacional; el presidente de Valiente Bangla seguía intentándolo en vano a través del teléfono para casos de COVID-19. El amigo de la familia continuaba intentando que su médico de cabecera acudiese a verlo a su casa, pero tampoco tenía manos: “Todo estaba ocupado. Los médicos también ocupado, no había personal suficiente”.
A Kiron Bahi se le ocurrió salir a la calle, en un intento desesperado de pedir auxilio para su amigo. “Pensamos que si se lo decíamos a la Policía, ellos podrían llamar a una ambulancia y vendría más rápido”, recuerda. Pero los agentes le aclararon que debían continuar insistiendo en el 112.
Rajib decidió solicitar un taxi para que fuese a recoger a su tío y trasladarlo al hospital, explican varias fuentes. Su hijo y su sobrino bajaron de su domicilio con Mohamed Abul Hossain apoyado sobre sus hombros, visiblemente enfermo, relatan. “El taxi fue a la puerta pero, cuando le vio, le dijo: 'Yo no lo puedo llevar, tenéis que llamar a una ambulancia”, indica su sobrino con impotencia.
“Él volvió a su habitación. Yo llamé de nuevo al 112, les expliqué lo que pasó con el taxi: 'No viene nadie, va a morir, no hay ninguna manera de que le lleve al hospital'”, recuerda Rajib. Fue entonces cuando el Summa confirmó el envío de un equipo médico. Era la madrugada del día 26 de marzo, pero la ambulancia no llegó a tiempo.
“El Summa movilizó una ambulancia el 26 de marzo. En el transcurso de su llegada, el paciente empeora más y, en una nueva llamada, se considera una emergencia y se activa una UVI móvil. A su llegada el paciente ha fallecido”, explican fuentes oficiales del 112. Mohammed Abul Hossain murió a las tres menos cuarto de la madrugada en su domicilio, reza su certificado de defunción.
Rajib y el presidente de Valiente Bangla llamaron a la Policía Nacional, explicaron que no respiraba, que no sabía si había fallecido o aún se podía hacer algo por él. Llegó entonces una patrulla policial y la ambulancia del Summa, que no pudieron hacer más que confirmar su defunción.
Mohammed Abul Hossain vivía en España con su mujer y su hijo desde hace 20 años. El ciudadano bangladesí gestionaba un restaurante hindú localizado en barrio de Lavapiés pero tuvo que cerrarlo tras la declaración del estado de emergencia. Su situación económica le impedía continuar pagando el alquiler del local, detallan sus allegados. “Han luchado mucho, mucho, pero tuvieron que dejar el restaurante el mes pasado”, recuerda su sobrino. “Desde que cerró, estaba en casa, con mucho miedo a salir porque tenía problemas en el corazón”, sostiene Elahi.
Desde Valiente Bangla denuncian que la “barrera idiomática” pudo afectar en la falta de asistencia sanitaria ofrecida al fallecido y temen que la falta de comprensión esté dejando fuera a inmigrantes en España que desconocen la lengua. El teléfono 900 102 112 no cuenta con servicio de interpretación. El 112, sin embargo, sí dispone de traductores en hasta 80 lenguas. La información oficial ofrecida por el Ministerio de Sanidad y la Comunidad de Madrid no se ha traducido a distintos idiomas. No obstante, el testimonio del resto de las personas que llamaron a los servicios de emergencias apuntan a que el retraso en la asistencia está ligado a la saturación del sistema sanitario ante la epidemia.
El Summa niega la existencia de un problema derivado de la falta de comprensión ante el idioma, mientras que la Consejería de Sanidad se limita a decir que dicho paciente recibió asistencia sanitaria en atención primaria y en urgencias sin especificar las fechas. En todo caso, la atención del servicio de emergencias a la que se refiere no llegó a tiempo.
“Yo sé que es una situación de emergencia, que los médicos y el Samur tienen mucho trabajo. Pero, de verdad que en tantos días no ha venido nadie a ver qué le pasaba al pobre?”, lamenta su sobrino cargado de impotencia, quien asegura que la familia quiere contar lo ocurrido “para que no le pase a nadie más”.
“Estamos contentos en España, siempre he dicho que es el paraíso para mí. Pero lo que ha pasado me hace pensar mucho, porque he visto que hemos llamado mucha gente y temo que no hayan venido porque somos extranjeros y nos dan menos importancia”, dice con rabia el sobrino de Hossein. El día que murió su tío se sintió solo. “Esa misma noche dije: me voy a volver a mi tierra”.