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La presidenta

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La señora presidenta del CGPJ regaña, siendo la enésima injerencia verbal agresiva del poder judicial en las competencias del ejecutivo sin que a nadie llame la atención, con motivo de los descacharrantes sumarios instruidos presuntamente por un excéntrico a la par que tan coincidente como sincronizado con los ritmos, tiempos y necesidades de los partidos de la oposición al gobierno de España.

Advierte del deterioro que las críticas acerca de los coincidentes autos y resoluciones en momentos delicados del trabajo político parlamentario, sin reparar o reparando en las interferencias, siempre beneficiosas para los intereses de los partidos de la oposición frente al gobierno progresista de España, proporcionando ocasión a las lenguas de doble filo de ofender el honor e injuriar, amparados en la inmunidad parlamentaria, con tan débil argumento como pueda ser un chascarrillo difundido por una empresa que al igual que otras ya condenadas por extorsión o chantaje, ahora medran en este nuevo filón, renunciando al cobro por silenciar basura incierta pero dañina, tanto que su sola mención lacera irreparablemente la reputación de los aludidos, que durante meses se verán asediados en los telediarios de mañana, tarde y noche por el acoso mediático, obligados a comentar y dar vuelo a cuanta porquería haya tenido a bien fabular la redacción del digital especializado en fabricar leve sustento a las investigaciones que miembros indignos del poder judicial sirven en bandeja de plata al lucimiento de jefes y portavoces de frustrados partidos con aspiraciones a gobernar el país, proporcionando ocasión de usarla batería de epítetos torvos y calificativos groseros que cual niños repipis declaman, pero carentes de lo que hay que tener, el respaldo de la mayoría de los representantes de la voluntad popular elegidos en el Congreso de los Diputados.

Presumo que las bienintencionadas reconvenciones y amonestaciones de la señora presidenta del CGPJ dirigidas a miembros del gobierno, con su presidente a la cabeza, así como a militantes destacados de los partidos que sustentan al gobierno progresista de España, o a irreprochables funcionarios públicos de la administración de justicia, pretenden proteger la necesaria independencia de nuestros jueces a la hora de dictar resoluciones sólidamente arraigadas en argumentos de peso, nada que ver con folletines que el viento trae y lleva hasta que perdido el interés desaparecen sin dejar otro saldo que el de reputaciones injustamente maltratadas durante desmesurados períodos de tiempo. Del mismo modo se pretende intimidar a periodistas ejemplares, acreditadas mujeres y hombres, avalados por sólidas y prolongadas trayectorias profesionales recurriendo a la presunción del derecho al honor de descuideros fiscales presuntos. Me duele pensar que la señora presidenta del CGPJ no repara en que algún miembro del Consejo que ella preside no respeta la toga ni las inmaculadas puñetas de que se prevale para atacar, torpedear y en su caso impedir presuntamente el normal desarrollo del trabajo que el poder ejecutivo y legislativo, también pilares fundamentales del estado de derecho que disfrutamos o sufrimos por estas intempestivas y puntuales irrupciones, siendo esta minoría de jueces que aparentemente sincronizan y supeditan su acción a las necesidades que los partidos de la oposición manifiestan para poder descargar la batería de sospechas, conjeturas y ocurrencias con que pretenden envolver la realidad objetiva de un país que funciona y obtiene logros no pequeños, para así crear la ilusión descabalada de dictadura, corrupción sistémica como ocurriera en tiempos pasados lejanos y recientes. 

Todavía se siguen infructuosas pesquisas para conocer la ignota identidad del ciudadano M. Rajoy que aparece en los llamados papeles de Bárcenas en relación al tráfico de sobres declarado por el entonces tesorero del partido que hoy preside desde la oposición un nuevo y prometedor valor de la derecha política.

Tanta preocupación por peinar y repeinar el hirsuto honor de un pícaro que esconde cientos de miles de euros al fisco, con la deshonesta a la par que presunta intención de sustraérselos a las españolas y españoles necesitados del apoyo público, véase el ejemplo reciente de las víctimas de la catástrofe valenciana que no por anunciada supieron algunos responsables gestionar en tiempo y forma, y los recursos que la sanidad , la educación, la seguridad públicas requieren todos los días y que tan presunto caballerete defraudador confeso esconde para agasajar a su ego y su parentela de hecho o de derecho, en suntuosos cubículos obscenamente caros y cuya financiación no se corresponde con los salarios y beneficios conocidos allegados honradamente por los miembros de la unidad familiar. 

Por hoy ya he cubierto el cupo de presunciones a la hora de hacer nuevas amistades, así que me despido de quienes quizá presuntos lectores de inteligencia y buen gusto probados al haber llegado hasta este párrafo de despedida en el que me permito desear ciertamente toda clase de éxitos a la señora presidenta del CGPJ en su labor de defender el buen nombre de la judicatura española presuntamente mancillada por aquellos que la ponen al servicio de facciones políticas esperando ver recompensadas sus más que presuntas vilezas en un futuro en el que sus esfuerzos por desnaturalizarla función jurisdiccional les rindan los beneficios en la medida que su presunta corrupción haya podido contribuir a revocar el gobierno legítimo de España en el lodazal de los nuevos pícaros de solemnes continentes e indumentarias en inminente ascenso a las responsabilidades gubernamentales, por la puerta de atrás, en el último minuto y de penalti injusto. Ahora aupados al gobierno, por no atinamos a imaginar que nefastas coincidencias, acicateados por futuras recompensas por servicios rendidos, alcanzan a explicar el proceder aparentemente excéntrico y obsesivo de algún elemento togado que desprestigia la justicia española, en la que cierta patología moral en unión de cumplida habilidad técnica consiguen convertir cualquier futesa en un árbol de navidad con todas sus destellantes bolas, guirnaldas, espumillón y polícromas luminarias encendidas a modo de “cortilandia judicial” en día de puertas abiertas. ¡Pasen y vean¡, malabarismos nunca antes vistos con sumarios y resoluciones imposibles que acaban casando, nada por aquí nada por allá, por lo civil o por lo criminal.

Todo ello presuntamente, por supuesto, desde el título hasta el punto final.

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