El hospital Zendal en la postpandemia: más de 400 sanitarios para 38 pacientes

Fátima Caballero

7 de noviembre de 2021 21:30 h

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El próximo 1 de diciembre se cumple el primer aniversario desde que Isabel Díaz Ayuso inaugurara –aún sin terminar– el hospital de emergencias Enfermera Isabel Zendal. Una infraestructura que la presidenta madrileña convirtió en su hito de gestión durante la segunda ola de la pandemia mientras la Comunidad de Madrid lideraba las cifras de contagios, pero se negaba a aplicar más restricciones liderando una batalla sin cuartel contra el Gobierno central. Aquella infraestructura que iba a albergar 1.000 camas y 40 UCI e “iba a asombrar al mundo”, nunca llegó a ocuparse en su totalidad y a día de hoy cuenta apenas con 38 pacientes, según datos de la Consejería de Sanidad. Pese a la baja ocupación, en el centro hospitalario siguen trabajando 439 profesionales sanitarios.

En concreto –según datos facilitados por Sanidad este viernes– en el Enfermera Isabel Zendal siguen trabajando en estos momentos 181 enfermeros, 31 médicos, 130 auxiliares de enfermería, 56 celadores, siete técnicos de radiodiagnóstico, dos técnicos de laboratorio, cinco fisioterapeutas, una trabajadora social, 19 auxiliares administrativos y dos gobernantas. Son profesionales que salieron del resto de hospitales de la red pública sanitaria durante el peor momento de la pandemia ya que desde el Gobierno regional se negaron a hacer nuevas contrataciones para la nueva infraestructura que pretendía “descongestionar” el resto de hospitales de pacientes con Covid-19. También sirvió como centro masivo de vacunación, pero esa utilidad ya ha dejado de tener sentido ahora que el porcentaje de población de Madrid con la doble dosis supera el 90%.

La ocupación a día de hoy asciende a 38 pacientes, lo que supone el 3,8% del total y el 6,9% si se tienen en cuenta el máximo de camas que realmente llegaron a utilizarse durante el pico más alto de ocupación: 550. Aunque Ayuso prometió 1.000 camas, casi la mitad no llegaron a abrirse ni en el peor momento de la tercera ola de la pandemia cuando el resto de hospitales estaban colapsados. En el momento de más ocupación, hasta 1.373 profesionales procedentes de hospitales llegaron a trabajar en el Zendal.

La Comunidad de Madrid cuenta con 34 hospitales públicos por lo que los 38 pacientes del Zendal podrían repartirse en ellos sin que supusiera un mayor problema. Mantener abierta la infraestructura supone que no solo se gaste en personal, sino que, por continuar abierto, la administración de Ayuso sigue pagando luz y agua, y también seguridad, mantenimiento y limpieza a diferentes subcontratas. Solo en la seguridad del Zendal, el Gobierno regional ha gastado 2,1 millones de euros por 13 meses, un contrato a dedo que fue adjudicado a una empresa de una exconcejala del PP en Alcorcón. En limpieza, se han ido otros dos millones de euros y 2,6 millones más para el mantenimiento de la infraestructura.

Levantar el edificio ubicado en el norte de la capital, en Valdebebas, junto a la polémica Ciudad de la Justicia que se encuentra a día de hoy en los tribunales, ha costado a las arcas públicas 170 millones de euros, más del triple de lo presupuestado inicialmente. Los sobrecostes del Zendal, solo en lo que se refiere a las obras de construcción, ascienden al 170% del total. El edificio sanitario carece de habitaciones y tampoco tiene quirófanos, se trata de un espacio diáfano en el que se comparten los baños y tampoco hay cocinas.

Ayuso quiso replicar el hospital improvisado de Ifema, que levantó el Ministerio de Defensa en los días posteriores al estallido de la crisis y que la presidenta regional convirtió en el centro de la propaganda de su gestión durante la primera ola. La infraestructura fue criticada desde su anuncio por la oposición y también por los colectivos sanitarios, que siempre vieron con escepticismo destinar esos millones a un edificio que dejaría de tener sentido en poco tiempo, mientras no se contrataban más sanitarios y había otras urgencias que a día de hoy no han sido subsanadas, como los centros de salud que siguen esperando un refuerzo que no llega. Las urgencias de atención primaria siguen cerradas desde marzo de 2020.

Dotarlo de personal durante la pandemia obligó a que 1.373 profesionales sanitarios dejaran sus hospitales habituales de forma forzosa, cuyos centros vieron alterado su funcionamiento a la vez que seguían atendiendo a pacientes Covid. La dificultad para conseguir a profesionales que quisieran trasladarse al Zendal, porque la orden era no contratar a más, llevó a que el Gobierno regional ordenase que no se contratara de nuevo a ningún sanitario que rechazara ese destino. Desde su apertura y hasta el 20 de julio, por la unidad de críticos del Zendal pasaron cinco intensivistas de forma rotatoria.

Mientras hay sanitarios mano sobre mano en el hospital de emergencias, las listas de espera no han dejado de aumentar. La Comunidad de Madrid ha superado ya –y por primera vez– el medio millón de pacientes en lista de espera para el especialista, publicaba esta semana El País.

Todas las críticas por la falta de sanitarios mientras se gastaban decenas de millones de euros en la infraestructura fueron respondidas por Ayuso acusando a la izquierda madrileña y, en concreto, a Más Madrid, de “boicotear” el Zendal e incitar a los sanitarios a cometer robos y “sabotajes”.

“El Zendal siempre fue concebido como una estrategia de márketing. Su construcción nunca estuvo pensado como una estrategia sanitaria y eso lo demuestran las cifras de ocupación actuales. Siempre ha tenido una utilidad política y eso obliga ahora a mantener el artilugio, pero la falta de planificación y la improvisación se sigue demostrando”, dice la líder de la oposición Mónica García, una de las más críticas con su puesta en marcha por su doble condición de sanitaria y política.

Nadie aclara ahora para qué servirá el Zendal en el corto y el medio plazo. El último anuncio sobre su posible utilidad ha sido convertirlo en un centro de rehabilitación de pacientes que hayan pasado la Covid-19 y tengan secuelas. Muchas propuestas pero ninguna concreción para la infraestructura con la que Ayuso buscó pasar a la “historia”.