La política corre por las venas de Juan Lobato (Madrid, 1984), el hasta el miércoles líder del PSOE madrileño. Su padre, del mismo nombre (Juan Lobato Valero), fue concejal en el Ayuntamiento de Madrid hace tres décadas, tiene desde entonces un peso relevante en la convulsa federación madrileña y fue quien le inculcó el interés por la cosa pública. Algunas voces internas aseguran que también fue clave en los erráticos movimientos que lo descabalgaron de la secretaría general en Madrid. La trayectoria del dimitido era propia de quien puede mostrar la experiencia necesaria para forjar un liderazgo sólido, aunque finalmente solo se mantuvo como máximo jefe de los socialistas madrileños durante tres años, desde noviembre de 2021 y hasta esta semana.
Abogado de formación, Lobato es técnico de Hacienda, por lo que conoce en profundidad lo que implica una correcta fiscalidad para poder poner en marcha las políticas públicas. Su experiencia en la política se retrotrae, además, 21 años atrás. En 2003, con solo 19 años, logró el acta de concejal socialista de Soto del Real (Madrid). El respaldo popular le permitió un ascenso meteórico y, en 2015, se convirtió en el primer alcalde del PSOE de la localidad de la sierra de Madrid desde la II República. Cuatro años más tarde, en 2019, logró mayoría absoluta y no fue hasta dos años después, en 2021, cuando dejó la alcaldía para centrarse en su candidatura para liderar el PSOE madrileño, algo que ya había intentado sin éxito en 2017.
Dentro del partido varios dirigentes reconocen que, en abril de 2021, siete meses antes de lograr la Secretaría General del PSOE de Madrid, Lobato ganó enteros para que Pedro Sánchez acabara apostando por él como el líder madrileño menos malo frente al alcalde de Fuenlabrada, Javier Ayala, a quien el de Soto del Real disputó y venció en las primarias.
Un discurso viral contra Vox
El ya exlíder de los socialistas madrileños era entonces el número cuatro de la lista con la que Ángel Gabilondo concurrió a las elecciones autonómicas –y logró ser primera fuerza, aunque no consiguió gobernar por el pacto de las derechas–, y fue el enviado del partido a un debate en Negocios Televisión que acabó siendo viral por sus respuestas al entonces dirigente de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, respecto a la bajada de impuestos. El dirigente de la extrema derecha prometió bajar el IRPF “a todos” los madrileños y Lobato le rebatió con una respuesta de 40 segundos que se reproduce a continuación y que triunfó en aquel momento en las redes sociales.
“En Madrid hay muchísimos madrileños que cobran menos de 12.000 euros, en concreto un 30%, a los cuales esta reforma baja cero euros. También en Madrid hay mucha gente que gana menos de 30.000, en concreto otro 40%, a los cuales esta rebaja fiscal les baja 5 euros al mes. Y también hay mucha gente (un 22%-23%) que gana hasta 60.000 euros a los cuales baja 11 euros al mes. Sin embargo, al otro 7% su reforma les baja hasta 4.500 euros. Esta es la reforma que plantean”, dijo Lobato.
Este fue uno de los discursos que conformó a Sánchez que, sin un especial entusiasmo, apostó por Lobato en el congreso madrileño al entender que tenía un perfil más transversal que el alcalde de Fuenlabrada, de corte izquierdista. Nada más ser elegido, en una entrevista en elDiario.es, Lobato ya se mostraba abierto a pactar con el PP de Ayuso, el más escorado a la derecha de España, en asuntos “estratégicos”. “Somos un partido de principios, no de dogmas y queremos ser un partido útil, que aspire a gobernar. Y un partido así asume la responsabilidad de tomar decisiones para el bien de la mayoría de esta región. Eso supone también trabajar parlamentariamente para tratar de llevar a cabo nuestros objetivos”, dijo.
Pero pronto en Ferraz percibieron que esa visión de la política de Lobato desdibujaba su oposición a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y, a los pocos meses de su triunfo en las primarias, se comenzó a hablar de su posible relevo.
El exalcalde de Soto del Real, mientras tanto, trató de diferenciarse de Más Madrid, principal fuerza de la oposición en la comunidad que no dio tregua a la dirigente madrileña y figura emergente en el PP. Ya en 2022, cuando la ministra de Sanidad, Mónica García, sugirió que se iba a impedir a los restaurantes y bares incluir bebidas alcohólicas en sus menús del día, Ayuso y Lobato reaccionaron de forma idéntica. Ambos publicaron en sus redes mensajes y vídeos defendiendo el consumo de vino. “Hora de comer y un buen vino de Madrid, no falla”, señaló el entonces secretario socialista en la grabación que difundió en X.
Lobato también ha discrepado con la dirección de Sánchez en asuntos que, en los últimos meses, le alinearon con los barones más críticos con Ferraz, como el castellano manchego Emiliano García Page o el aragonés Javier Lambán, que son precisamente quienes se han pronunciado públicamente en su apoyo tras su abrupta dimisión del miércoles. Como ellos, el ya exlíder del PSOE de Madrid mostró sus reticencias respecto a la ley de amnistía para los independentistas catalanes condenados por el procés. Más recientemente, no ocultó su rechazo a una financiación singular para Catalunya que Sánchez pactó con Junts para poder ser investido presidente.
Desde su llegada al frente de la convulsa federación madrileña, marcada por las guerras fratricidas y las tensiones permanentes con Ferraz desde que el PSOE perdió el poder en Madrid, en 1995, Lobato tuvo una estrategia diferenciada a la dirección estatal de su partido. Sánchez llegó a la Moncloa gracias a sus pactos con la izquierda y las fuerzas nacionalistas e independentistas. Pero Lobato consideró que, en la Comunidad de Madrid, la labor del PSOE no era tanto tratar de atraer los votos de Más Madrid o Podemos sino buscar a los votantes de la extinta Ciudadanos que se habían ido al PP en las elecciones de 2021.
En los únicos comicios en los concurrió como candidato a presidente de la Comunidad, los de 2023, el PSOE no consiguió superar a Más Madrid y se mantuvo como tercera fuerza de la Asamblea aunque con un mejor resultado que en las elecciones de 2021. Lobato logró 614.000 votos –apenas 2.000 más que en la cita anterior– y 27 escaños frente a los 27 de Más Madrid y los 70 de Ayuso, que alcanzó una mayoría absoluta holgada.
“Educación” y “respeto” frente a los insultos de Ayuso
La estrategia enfrentó a Lobato con miembros de su partido de perfil más izquierdista como los del llamado cinturón rojo de Madrid. Pero él continuó tratando de alejarse del fango que Ayuso expande en la Asamblea de Madrid con sus ataques indiscriminados a la izquierda, a la que vincula con ETA o Venezuela. La consigna del dirigente madrileño era la de la “educación” y el “respeto”, lo que en un contexto tan polarizado en la cámara madrileña le hizo prácticamente invisible en el foco mediático regional, ya no digamos en el nacional donde ha despuntado Ayuso.
El final en la vida pública de quien parecía contar con los atributos necesarios para ser considerado una suerte de Míster Política ha estado directamente vinculado con su enfrentamiento con el Gobierno y el PSOE estatal. Primero, asumió a regañadientes tener que ejercer de principal defensor de Begoña Gómez cuando esta declaró en la comisión de investigación de universidades de la Asamblea de Madrid. Socialistas madrileños explican que únicamente acompañó a Gómez desde su entrada en la cámara autonómica hasta la comisión porque se lo pidió Ferraz.
A principios de noviembre, cuando ya se sabía defenestrado por Ferraz, Lobato decidió registrar ante notario unas conversaciones de WhatsApp que había mantenido ocho meses antes con Pilar Sánchez Acera, su compañera en la dirección del PSOE de Madrid y que, en ese momento, era la jefa de Gabinete del hoy ministro Óscar López, que a su vez era el jefe de Gabinete de Sánchez en Moncloa.
Ella pidió a Lobato que utilizara en un Pleno de la Asamblea la confesión que el novio de Ayuso envió a la Fiscalía por dos delitos fiscales, aduciendo que el documento ya estaba en manos de la prensa. El diario ABC fue quien desveló, la semana pasada, que Lobato había ido a la notaría. Él defendió su proceder el martes, en una comparecencia pública sin preguntas, asegurando que lo hizo para blindarse él y también a Sánchez Acera ante quien pudiera acusarles de haber utilizado un documento filtrado por el fiscal general del Estado, imputado en el caso que investiga la filtración. De hecho, su propio gesto hizo que Lobato tuviera que declarar este viernes ante el Tribunal Supremo, al que tuvo que entregar su teléfono móvil.
Fueron muy pocos en el PSOE de Madrid –y casi ninguno en el estatal– quienes entendieron que Lobato tomara esa decisión y llevara los mensajes ante notario sin contárselo a nadie, ni siquiera a su interlocutora en la conversación. La presión interna le hizo dimitir 24 horas después, el miércoles. “Sin duda mi forma de hacer política no es igual ni quizá en ocasiones compatible con la que una mayoría de la dirigencia actual de mi partido tiene. No pasa nada”, asumió. Se fue justo dos días antes de que comenzara el Congreso Federal del PSOE de este fin semana, en Sevilla.