En Madrid hay 387 placas conmemorativas dedicadas a las personas, hechos y sitios más relevantes de la ciudad. Son rombos metálicos que llevan como mucho 30 años colocados en las paredes, porque su origen está en 1990: Madrid iba a ser Capital Europea de la Cultura en 1992 y, como parte del programa, se dedicó a ponerlas para dejar constancia en las fachadas de quién o qué había pasado allí.
De los quiénes, la gran mayoría -282- homenajean a hombres. A arquitectos, ingenieros, dibujantes, escritores, científicos o músicos. Las 105 restantes se reparten entre edificios, cafeterías, teatros, hoteles -lugares emblemáticos, en resumen- y mujeres. E incluso aquí las mujeres salen perdiendo: a ellas solo se les dedican 40 placas, mientras que para lugares hay 58. 18 más. También hay otras siete que son mixtas: casas en las que vivieron matrimonios célebres o una en Ronda de Segovia para las mujeres y hombres de Lavapiés que combatieron el 2 de mayo contra los franceses.
Los datos se desprenden del análisis del fichero publicado en el portal de datos abiertos de Madrid, que recoge la localización, fecha y motivo de cada una de las placas. ¿Quién decide qué placas se ponen y por qué?
“El Plan de Memoria de Madrid tiene unos criterios. Y luego los distritos ponen sus placas. También los vecinos pueden hacer sugerencias”, explican técnicos de la Consejería de Cultura. “Pero porque lo sugiera un vecino no se pone una placa. La comisión lo estudia y finalmente se aprueba en los plenos. Pero estamos en un momento complicado: los de antes te pueden decir una cosa y los que vienen ahora, otra”.
Desde 1990 hasta hace un par de años, esos criterios no habían sido homogéneos y la inercia llevaba a que se conmemorara a muchísimos más hombres que mujeres, como ya pasa en las paradas de metro, en los nombres de las calles o en los hijos adoptivos de la ciudad (solo la hija de Franco ha recibido tal distinción, aunque ya le ha sido retirada).
“El tema de las placas me quedó pendiente”, indica Patricia Horrillo, autora de una investigación sobre los nombres de las calles de Madrid. Horrillo detectó que 3.025 calles madrileñas estaban dedicadas a personas, de las cuales el 89% eran para hombres y solo el 11% (529) a mujeres. “No hay un procedimiento para nombrar calles, solo la necesidad de ponerles un nombre. ¿Cómo lo haces? Pues en muchos casos, utilizas cosas no vinculantes: nombres de islas, de planetas... Pero cuando se usan seres humanos se visibiliza más a los hombres que a las mujeres”.
La tendencia se repite al poner esculturas o placas, aunque en este caso sean reconocimientos y no haya una necesidad de nombrar. “El de los hijos predilectos es muy triste. Es un reconocimiento del Ayuntamiento que no tiene valor económico. Y encuentras casos de hombres que son hijos predilectos y además tienen medallas [un ejemplo es Plácido Domingo]”, continúa Horrillo. “Dices: vamos a ver, ¿no hay más personas en el mundo? ¿No hay mujeres? Con estos distintivos, el tema del género es brutal”.
Las tertulias, también masculinas
Las primeras placas de mujeres se colocaron en la gran tanda de 1991. De 115, a ellas les tocaron diez: tres beatas (Santa Teresa de Jesús, Mariana de Jesús y Santa María de la Soledad Torres Acosta) y el resto conocidas escritoras como Rosa Chacel, María Zambrano o Emilia Pardo Bazán. El de las escritoras es el mayor grueso que existe entre las féminas homenajeadas. Por debajo quedan las nobles, las religiosas y se cuela alguna cantante, política o actriz. En algunos casos se señala también el nombre del marido. A saber: en esta casa nació Lina Prokofiev, que no solo aparece como cantante sino también como esposa del compositor Serguei Prokofiev.
Curiosamente, las diferencias de género también aparecen al desmenuzar con detalle los lugares que las han recibido. El Café Comercial, “histórico lugar de encuentro y tertulia de la vida de Madrid”, fue atractivo “para literatos como Galdós, Jardiel Poncela, los hermanos Machado, Camilo José Cela, Rafael de Penagos...”. Comenta la información de la placa que “la variedad de su clientela” ha sido su característica y que allí “nada de prototipos”, aunque los citados sean todos (menos la artista Celia Gámez) hombres.
El homenajeado Comercial fue sitio de reunión de literatos, como el Casino de Madrid nació inspirado en los clubes ingleses para ser punto de encuentro de la “burguesía emergente”. Allí se reunieron banqueros y políticos, personajes que aparecen mencionados en el comentario de su placa. Todos son hombres. El casino no permitió entrar a las mujeres hasta 1987. La Fontana de Oro, la Fonda de San Sebastián o el Café de Fornos cuentan con historias similares: eran sitios de tertulia (política, taurina o periodística) masculina.
Consciente de la escasa visibilidad femenina, el equipo de Carmena revisó y actualizó los criterios con los que se daban las placas introduciendo una perspectiva de igualdad. Las mujeres también habían tenido sus sitios de reunión a principios del siglo XIX en Madrid, cuando -antes de la dictadura- emergió en España, como en otros países, la llamada “mujer moderna”. Por eso la primera placa que puso Carmena bajo estos nuevos criterios fue la del Lyceum Club Femenino, sito en la Casa de las Siete Chimeneas, en la Plaza del Rey, y considerado la primera asociación feminista del país.
“La mujer 'moderna' que era escritora o artista podía ser vanguardista, pero no necesariamente lo era”, describe la profesora Shirley Mangini en su libro Las Modernas de Madrid. “En Madrid no tenemos el caso de promotoras de las artes y/o artistas adineradas como las de los 'círculos sáficos' que vivieron en París (...) En Madrid eran mujeres de la burguesía o de clase alta, generalmente heterosexuales, que lucharon años, a veces de modo independiente, por lograr una voz propia dentro o fuera del movimiento vigente. Muchas eran feministas o tenían nociones sobre la emancipación femenina. Todas eran cultas y tenían conciencia política liberal”.
Reuniones de chicas 'tontas y locas'
El Lyceum Club sucedió a la Residencia de Señoritas, el único espacio de reunión femenina que tenía placa antes de 2017 y que había nacido como homónimo de la Residencia de Estudiantes masculina. La 'Resi' daba casa y lugar de estudio a las jóvenes: el primer año, todas estudiaron Magisterio porque se consideraba la profesión más adecuada para la mujer.
Su directora fue María de Maeztu, que más tarde dirigió el Lyceum Club. Se fundó en 1926 inspirado en los Lyceum de capitales como Londres o París, “a modo de plataforma pública de la emancipación femenina”. “Por entonces veníamos reuniéndonos unas cuantas mujeres con la idea, ya muy antigua en nosotras, de formar un club de señoras”, explicaba Carmen Baroja en Recuerdos de una mujer de la Generación del 98. “Esta idea resultaba un poco exótica en Madrid y la mayoría de las que la teníamos era por haber estado en Londres, donde eran tan abundantes”.
El Lyceum, continúa Mangini, “proporcionó a las mujeres que aspiraban a cultivarse un lugar para realizar sus metas”. Carmen Martín Gaite lo describió como “un lugar donde muchas madrileñas de la burguesía ilustrada encontraron un respiro a los agobios familiares”. Los señores de la época lo consideraban un auténtico escándalo y escribían columnas donde las llamaban “criminales” o “ateas desertoras del hogar”.
“Pronto comenzó a formarse una leyenda desfavorable fomentada por las gentes de derecha. Las ordinarieces, los sarcasmos, las calumnias, cayeron sobre el modesto club, donde unas mujeres pretendían entretenerse de modo amigable e inteligente. Gran crimen. Se las pintó como a unas sufragistas ridículas o anglómanas, como ateas, enemigas de la familia cristiana, etc.”, recoge una cita del historiador Julio Caro Baroja. El culmen de esta sarta de calumnias fue la famosa negativa de Jacinto Benavente a dar una conferencia “a tontas y a locas” allí.
En 1939, el franquismo devolvió todo al “orden” anterior y el Lyceum fue clausurado “por causas políticas”. La placa que le puso Carmena sirvió para conmemorar su contribución a la conquista de los derechos civiles de las mujeres, puesto que entre las acciones que allí se llevaron a cabo hubo campañas contra la violencia de género y en favor del sufragio femenino. El Gobierno dijo entonces que esta placa era el inicio del nuevo plan de memoria, que homenajearía a las intelectuales de la Generación del 27.
El área de cultura anunció también placas para María Lejárraga, Ernestina de Champourcín, Maruja Mallo, Victoria Kent, Margarita Nelken y Luisa Carnés, de las cuales muchas están puestas ya.
¿Qué hará el nuevo gobierno de las derechas PP y Ciudadanos con el plan y las placas de mujeres que aún quedan por colocar? El acuerdo entre ambas formaciones no incluye nada al respecto y, en términos de memoria, solo habla de construir un monumento por las 1.429 víctimas del terrorismo en la Plaza de Colón. El programa del PP, que regentará el área de Cultura con Andrea Levy al frente, sí hacía referencia a las placas conmemorativas. Pero, de nuevo, solo a las dedicadas a las víctimas del terrorismo.
“Cumpliremos con los acuerdos que no fueron llevados a cabo por el equipo de gobierno anterior, como el de instalar placas conmemorativas a las víctimas del terrorismo en el llamado 'Itinerario de la Libertad', en las que se vuelva a incluir la palabra 'dignidad' y la bandera que nos une a todos”. Respecto a los nombres de las calles, ese otro foco de invisibilidad femenina, simplemente decían que “no serán un arma política que sirva a los intereses de una determinada ideología” y que “revertiremos las actuaciones realizadas en contra de la concordia de todos los madrileños”.