En Madrid no hay médicos. El mantra es recurrente y la Comunidad lo saca a pasear cada vez que se enfrenta a alguna crisis que deja al descubierto las carencias de su gestión sanitaria. Ocurrió durante la pandemia y el Ejecutivo regional ha vuelto a rescatar este recurso para escurrir el bulto tras el caos provocado por la reorganización de las urgencias extrahopitalarias. “Es un problema nacional que el Gobierno [central] tiene también que atender”, afirmó la presidenta Isabel Díaz Ayuso este mismo lunes, derivando un tema de su estricta competencia a Pedro Sánchez y su Ministerio de Sanidad, que tiene en realidad una capacidad de movimiento limitada en este dominio.
La carencia de profesionales sanitarios en España es un asunto que varias autonomías han trasladado ya al Gobierno a través del Consejo Interterritorial de Salud Pública pero, hasta este momento, ninguna se había visto en la encrucijada por la que atraviesa Madrid en las últimas semanas. El problema se agrava en Atención Primaria. De hecho, la administración madrileña no ha sido capaz de cubrir con médicos de esta especialidad las guardias de nueva creación para afrontar la reapertura de las urgencias extrahospitalarias, pese a que lo había vendido como un regalo para estos profesionales. En medio del caos de las urgencias, con una huelga de los profesionales afectados y con centros sin equipos completos desde el pasado 27 de octubre, lo que ha confirmado el paso de los días es que cuando menos sanitarios ha habido han sido, precisamente, las jornadas de los sábados y los festivos, que la comunidad pretendía cubrir con estos trabajadores de forma “voluntaria”.
Este mismo martes, el consejero de Sanidad madrileño, Enrique Ruiz Escudero, hacía suyo el discurso de su jefa, en plena campaña contra Sánchez que, intencionada o no, eleva el conflicto, aparta el foco de su gestión y le evita asumir responsabilidades. “No existe compromiso ninguno por parte del Gobierno de España para solventar esta situación que afecta a todas las comunidades autónomas. Mintieron con la pandemia y mienten ahora con la Atención Primaria”, aseguraba Escudero. En su defensa, esgrimía una serie de datos, que pueden señalar por dónde está la fuga de médicos de familia y comunitarios en Madrid. “Es la comunidad autónoma que más eligen los residentes”, afirmaba.
Según los datos de la Consejería, la mayoría de médicos que afrontan su MIR optan por hacerlo en Madrid. Es decir, se forman en la Comunidad, algo que debería aplacar esa ausencia de profesionales sanitarios. Sin embargo, la administración no es capaz de retenerlos. En junio de este año, la Gerencia de Atención Primaria convocó a 338 médicos de familia que habían terminado su especialidad, para repartir 197 plazas. El fracaso fue mayúsculo: solo logró cubrir 59. Es decir, 279 nuevos médicos ni siquiera tuvieron interés en acceder a un puesto de trabajo para el que llevaban años formándose. Al menos, con las condiciones ofertadas. Con pediatría ocurrió algo similar. De 26 plazas, completaron cinco. Un mes antes se había vivido una situación parecida con una oferta extraordinaria de plazas.
Nelson Montes terminó su residencia en 2021. “Lo que yo me encuentro es que en las consultas de Atención Primaria de Madrid es casi imposible ver menos de 60 pacientes diarios y algunos días, con mi tutor, atendíamos a 80 o 90. La especialidad de medicina comunitaria trata de abordar los problemas de la gente, conociendo su entorno, cómo funcionan las cosas en su casa y eso requiere un tiempo para conocerle en profundidad. No se puede porque tenemos seis minutos por paciente, asumiendo que no metan otros por el medio”, explica este joven médico de 29 años.
Cuando terminó su especialidad, le ofrecieron incorporarse al sistema madrileño de salud. “A través de la unidad docente nos ofrecen unos contratos para ponernos a disposición del SERMAS, que son una vergüenza democrática. Te ofrecen un contrato de un año, en el mejor de los casos, y te dicen que lo cojas, porque vas a tener vacaciones aseguradas, que luego no vas a tener, porque si falta un médico en cualquier sitio, te va a tocar ir. Además no tienes ninguna capacidad de planificación, porque te llaman de un día para otro para ir a cualquier centro de salud. Es un contrato tapa-huecos, que va contra la Atención Primaria, que pasa por conocer a los pacientes”, lamenta Nelson, que optó por no acceder. “De los compañeros que estábamos ese año, no sé si fueron cuatro los que dijeron que sí”, recuerda.
“Llegaba a casa destrozada”
Él se fue a trabajar Ciudad Real y, tras un año, se trasladó a Valencia, donde se incorporó este mes, mientras el Gobierno de Ayuso encara su mayor crisis sanitaria de la legislatura. El sueldo es parecido, explica, pero la presión asistencial “no tiene nada que ver”. Lo ve en su propia experiencia, pero también en la de su pareja, que trabajaba en un centro de salud en Madrid. “Durante la pandemia, cada día llegaba destrozada a casa. Estaba viendo 60 o 70 pacientes al día y no se podía ocupar de los problemas de la gente. Aquí está en un pueblo donde tiene 30 pacientes citados en lugar de 60”, detalla.
Macarena Montero también terminó su especialidad en medicina de familia y comunitaria en 2021. Ella tampoco quiso quedarse en la Comunidad. “Madrid es un buen sitio para formarte, porque tiene los mejores especialistas, pero luego muchos queremos irnos, sobre todo si no tenemos nada que nos ate”, explica en conversación con elDiario.es. En su caso, consiguió una plaza como interina en Villarrobledo, un pueblo de 25.000 habitantes en la provincia de Albacete. “Conozco gente en Madrid que lleva años trabajando y no ha visto una interinidad ni de lejos, que cada día te llamen de un centro o a cubrir una consulta diferente”, asegura.
Con un sueldo similar al que ofrece la Consejería de Sanidad madrileña, “aunque en Castilla-La Mancha las guardias se pagan bastante mejor”, también adolece de una sobrecarga asistencial, pero en la balanza pesa más la estabilidad o las mejores condiciones de vida. “Aquí es más barato vivir, tengo mi trabajo fijo, que raramente me van a poder quitar, estoy al lado de mi casa, hay muchas facilidades y, como también faltan médicos, te valoran. Mejor que en Madrid sí que estoy, aparte de por el trabajo, por la calidad de vida”, cuenta Macarena.
“A nosotros nos llevan pagando menos que en otros países europeos toda la vida”, explica Nelson, “lo que pasaba es que la gente se quedaba por la calidad asistencial y por lo que implicaba trabajar en el Sistema Nacional de Salud, que era conocido mundialmente y aseguraba una atención digna y de calidad a toda la población. Cuando te cargas las condiciones de asistencia médica tan excepcionales que tienes, ¿por qué me voy a quedar, si ni siquiera nos pagan bien?”, desarrolla.
Sindicatos y profesionales de Atención Primaria llevan años denunciando las malas condiciones laborales a las que tienen que hacer frente en la Comunidad de Madrid y los problemas para renovar las plantillas. Esta semana, Amyts ha registrado una convocatoria de huelga para el próximo día 21 de noviembre para los 4.240 médicos de familia y pediatras que trabajan en la región, por la sobrecarga asistencial, las largas agendas, con “más de 50 o 60 pacientes en su jornada laboral”, y las malas condiciones de trabajo.
La situación espanta también a jóvenes médicos, que no ven la medicina de familia como una salida profesional atractiva. Ana [nombre ficticio] hizo su primer año de residencia para esta especialidad, pero enseguida se dio cuenta de que no era lo que esperaba. “En el centro de salud vi que no se podía ejercer la medicina que yo quería y con la calidad asistencial que yo pensaba que había que hacer”, explica. “Hay unos cupos muy altos, con cinco minutos por paciente es imposible, te sobrecargan a gestiones burocráticas, tipo bajas, y el sistema en general y la medicina de familia particularmente está muy poco valorada”, lamenta.
Ante esta situación, y tras atravesar problemas de salud derivados de esa experiencia, optó por dar un giro a su horizonte de futuro y comenzar de cero en una especialidad más teórica. “Ahora no tengo que dar la cara al público. Me parece muy duro estar a mil cosas y encima tener que responder por la vida de tus pacientes. Yo ahora no respondo por la vida de nadie, respondo por unos papeles. He virado completamente de lado”, cuenta.
Un 30% de jubilaciones en cinco años
El desánimo entre los profesionales sanitarios de los centros de salud madrileños es evidente desde hace años y se ha manifestado en la calle y a las puertas de los centros de salud en repetidas ocasiones. “Cuando me fui, me quedé sorprendida por lo que me decían los adjuntos. Una médica me dijo que tomara la decisión que ella no había tomado en su momento y que no sabía si volvería a estudiar medicina pero que, desde luego, no haría medicina de familia. Yo creo que si estuviera bien planteada, es la especialidad más bonita de todas, con el trato más directo con el paciente y donde puedes hacer un abordaje global, con la persona de manera integral y también con su contexto social y familiar, pero con las condiciones actuales, no es posible”, lamenta Ana.
Desde el sindicato médico Amyts llevan meses alertando de un “déficit estructural” de 600 médicos y 150 pediatras en la Atención Primaria madrileña y una previsión de jubilación de 1.250 facultativos en los próximos cinco años. Es cerca del 30% del total y supondrá un hueco importante del que la Consejería de Sanidad es consciente.
Preguntado por la posibilidad de contratar nuevos efectivos para su plan para la reestructuración de las urgencias, el propio viceconsejero de Asistencia Sanitaria y Salud Pública, Fernando Prados, ya reconoció “la dificultad que existe para encontrar profesionales que, lógicamente, tienen un proceso de formación en medicina muy largo, de seis años de carrera más los de residencia, que hacen imposible solventar el problema en apenas unos meses”. A lo que no hacía referencia es a todos esos nuevos médicos que no quieren trabajar en las condiciones de inestabilidad que ofrece la Comunidad de Madrid.
Para atajar el problema, desde el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso han reclamado al Gobierno central que aumente las facultades de medicina y que se facilite la convalidación de títulos. No obstante, en 2019 España ya era el segundo país del mundo con más facultades, solo por detrás de Corea del Sur y con una tasa de 0,95 centros por cada millón de habitantes, casi el doble que la recomendación de la Organización Mundial de la Salud. “Crear más facultades de medicina no te va a solventar el problema”, considera Nelson, porque “la gente no se está yendo por otra cosa diferente ya que no puede ejercer la profesión con un mínimo de dignidad”, afirma Nelson.