El PP quiere presidir la Comunidad de Madrid y está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para mantener su feudo más potente de España. El partido se se ha dado un plazo de dos semanas para conseguirlo, pero es consciente de que el rompecabezas con Ciudadanos y Vox es difícil de encajar. Este martes, en medio de la batalla por lograr el control de la Asamblea de Madrid para el bloque de derechas, el PP se ha colocado ante un nuevo abismo cerrando definitivamente la puerta a un pacto a la andaluza, con Vox por fuera del Gobierno, en Madrid. Ahora, los populares tendrán que medir si se alejan un poco o mucho de ese modelo. “Aún es pronto para saber si estaremos cerca o más lejos”, admiten fuentes del PP.
Para salvar el acuerdo para la Mesa del Parlamento Regional, el PP ha tenido que garantizar por escrito al partido de Santiago Abascal una presencia en entes institucionales y una gestión de presupuesto del próximo Gobierno “proporcional” a sus 12 escaños. Un pacto que implicaría, según el PP, entrega a la extrema derecha algún puesto de segundo nivel en la administración pero no consejerías.
Ciudadanos se ha negado a asumir un acuerdo directo con Vox. Rocío Monasterio extendió el mismo documento que al PP a la formación liberal este martes pero el candidato, Ignacio Aguado, ha rechazado sumarse. Aguado asegura que el documento sí incluía el reparto de “consejerías”, un extremo que el PP desmiente.
“Si el PP cierra un gobierno con Vox, no estaremos en ese acuerdo”, avanzaban fuentes de la dirección del partido de Albert Rivera, que aseguran que “ni han firmado ni van a firmar un acuerdo con Vox” y se remiten al “mandato” de la Ejecutiva para no compartir gobiernos con la extrema derecha. En Madrid, el entorno de Ignacio Aguado se mostraba igual de tajante: “Si no son compatibles los acuerdos, no habrá acuerdos”.
Con este panorama, el PP ya anticipa un mes “muy largo” de encuentros y desencuentros. Fuentes del partido asumen que Ciudadanos no escenificará en ningún caso una negociación con la extrema derecha, vigilado por sus socios europeos y por compañeros del partido que condenan en público su acercamiento a Vox, como ha hecho repetidamente el candidato a la Alcaldía de Barcelona, Manuel Valls. “Ese es el reto de la negociación partir de ahora”, admiten fuentes del PP, que califican el documento firmado este martes como un compromiso “aséptico” que pueda servir de “punto de arranque” para allanar el camino a las negociaciones.
Los conservadores tendrán que atender con una mano a las exigencias de Vox sin enfadar demasiado a Ciudadanos, que recuerda que tiene “un mandato” de su Ejecutiva que corta el paso a la extrema derecha. En medio, como intermediaria, estará Isabel Díaz Ayuso con el respaldo de la dirección nacional del PP.
La candidata lleva días negociando a dos bandas con Ciudadanos y Vox y ha accedido a intercambiar votos con la formación liberal en una carambola imposible para evitarles apoyar a Vox en la Mesa. Y así permitir que su discurso no se deshaga en mil pedazos. Pero detrás de las cámaras el PP manifiesta su asombro: “Sin saber lo que iba a votar cada uno de los tres partidos nunca se habría llegado a este resultado”.
El pacto para la Mesa, un “éxito” a cara de perro
Pese a que el pacto no escrito entre PP, Ciudadanos y Vox -gestado en un hermetismo total y a espaldas de los medios- ha sido un “éxito” para los conservadores, solo su partido festejaba el resultado: el bloque de derechas tendrá el control de cinco de los siete puestos de la Mesa, el órgano de Gobierno de la institución.
Esta holgada mayoría, inédita en el Parlamento regional, permite a la derecha reservarse la capacidad de veto de decisiones, iniciativas y múltiples cuestiones de la actividad parlamentaria. La aritmética, dudosa si se atiende a las reglas de “proporcionalidad” marcadas en el Estatuto de Autonomía, permite además que PP y Ciudadanos no dependan de la extrema derecha para tener la mayoría en ese órgano que regula los debates parlamentarios. Sus sillones suman cuatro puestos de siete, incluida la presidencia para Ciudadanos con Juan Trinidad.
Y mientras el PP sonreía, Vox y Ciudadanos manifestaban sus tiranteces en público sin disimulo. Nada nuevo. La candidata Rocío Monasterio se erigía en pregonera de los acuerdos con el PP para marcar la agenda con 12 escaños. Y lanzaba un órdago a los de Rivera, como si el acuerdo con el PP estuviera ya cerrado de arriba a abajo: “Ya veremos si Ciudadanos quiere sumarse o no a este acuerdo”.
El desencuentro entre ambas formaciones fue a más a primera hora de la mañana aunque luego los números han salido, como estaba previsto. Tras el 'no' de los de Rivera a firmar el preacuerdo con Vox para el Gobierno, el portavoz del partido de extrema derecha en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, se ha manifestado así en Twitter: “En la vida y en general, si uno se echa atrás en el último minuto de pactos acordados, se convierte en el único responsable de cualquier consecuencia de su incumplimiento”.
Así que, en medio de la tormenta, el acuerdo en la Asamblea no ha venido acompañado ni de fotos de grupo ni de agradecimientos mutuos. Y es solo el prólogo de un vodevil que no ha hecho más que empezar. Aunque a partir de ahora los pactos son palabras mayores y comprometen a la formación del Gobierno de la comunidad con más presupuesto y el PIB más elevado de España.
Si no hay cambio de posturas, el PP entrará con toda probabilidad en un callejón sin salida en la Comunidad de Madrid. Pero, como han demostrado negociaciones previas, el discurso es elástico y puede retorcerse como el junco que se dobla sin partirse. Y el “reparto proporcional” de “entes y presupuesto”, plasmado en el documento firmado por Vox y PP, podría traducirse en la entrega a la extrema derecha de algún organismo público para satisfacer sus demandas sin necesidad de ceder una consejería. Una solución tal vez compatible con el discurso de Ciudadanos, que ya ha demostrado que puede contorsionarse hasta el punto de negar un pacto, como el de este martes, que no habría sido posible sin su imprescindible participación.