La realidad detrás de los contagios en el sur de Madrid: “Nos preguntan que cómo se aíslan si viven en una habitación”
Una sanitaria que –pongamos– se llama Marina descuelga el teléfono. Al otro lado responde un contacto de un caso sospechoso que debe guardar cuarentena. Admite que trabaja, pero que no quiere una baja médica. Gana dinero en negro. En la consulta de al lado otra enfermera telefonea a un paciente con PCR positiva. La persona que contesta, al oír las recomendaciones, pregunta cómo se puede aislar si vive con su familia en una habitación dentro de un piso compartido. Son conversaciones reales que relata el personal del centro de salud de Las Calesas, la zona básica de salud con más incidencia de COVID-19 de toda la Comunidad de Madrid: 1.162 casos positivos por cada 100.000 habitantes en las dos últimas semanas.
El ambulatorio está en Usera, el distrito más golpeado de la ciudad, que ha pasado en una semana de diagnosticar 818 infectados en 14 días a 1.142. La tasa de incidencia ronda los 800 casos por cada 100.000 habitantes. Le siguen Puente de Vallecas –que ya alcanza los 1.842 positivos en las últimas dos semanas frente a los 1.099 notificados hace siete días–, Villaverde y Carabanchel, todos en el sur de la capital. Los datos de contagios en estas zonas empeoran a un ritmo vertiginoso con el paso de las semanas.
A sus habitantes, el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, les recomendaba este miércoles evitar salir de casa en la medida de lo posible, el mismo día que el número dos del Gobierno de Ayuso, Ignacio Aguado (Ciudadanos), daba la situación por “controlada”. “Conviene no salir debido a los datos, hay que extremar las precauciones, que no son caprichosas sino que se hacen con la finalidad de parar ese incremento de contagios”, aseguraba el regidor respaldando el mensaje lanzado la semana pasada por el viceconsejero de Salud Pública, Antonio Zapatero, para reducir los desplazamientos en el cinturón sur de la capital y también de la región. Municipios como Fuenlabrada o Parla también despuntan en malas cifras, junto a Alcobendas y San Sebastián de los Reyes (una excepción al norte).
Frente a las voces que afirmaban que la COVID-19 es una enfermedad que afecta a todos los ciudadanos por igual, los expertos alertan de que, como otras dolencias, el coronavirus tiene un “gradiente social” que ha dado la cara especialmente en la segunda ola epidémica porque los datos son más profusos y detallados. ¿Por qué la enfermedad ha atacado con más virulencia en el sur? “Las causas de que estas zonas tengan más COVID son estructurales: el trabajo, la vivienda y la exposición al virus, sobre todo”, señala Manuel Franco, profesor de Epidemiología de la Universidad de Alcalá de Henares y de la Johns Hopkins. “En salud pública –continúa– hablamos del gradiente social para explicar por qué unas personas enferman y mueren antes que otras. Y la COVID no ha sido una excepción. Por eso es necesario un abordaje desigual”.
El último ranking de vulnerabilidad de los barrios de Madrid realizado por el Ayuntamiento en el año 2018, aún con el Gobierno de Manuela Carmena, sitúa en las primeras posiciones los cuatro distritos que están ahora en el punto de mira por ser un foco de contagios: Puente de Vallecas, Villaverde, Usera y Carabanchel. Antes de la COVID-19, la esperanza de vida era ya más reducida que en algunas zonas del norte (entre Entrevías y el barrio de Recoletos hay, por ejemplo, cuatro años de diferencia). A ese estado basal de salud, que también influye en cómo afronta cada cuerpo el virus, y la tradicional brecha que puede generar la renta, los expertos suman dos “factores diferenciales” en esta segunda ola: cuánto espacio tienes en casa y cuál es tu trabajo.
“Las autoridades te pueden recomendar estar en casa pero si no se dan las condiciones para que puedas cumplirlo es un brindis al sol. Es decir, ofrecerte un espacio para confinarte si no puedes en tu hogar y garantizar que tu jefe no te despide”, ilustra Javier Segura, médico salubrista y epidemiólogo, que es muy tajante al negar que lo que está pasando en los barrios del sur no es una “cuestión cultural” o de falta de responsabilidad individual. “La pobreza nunca lo es”, zanja. La exposición al virus es también determinante para entender por qué los contagios se han disparado tanto en las zonas más deprimidas de Madrid. “Vemos que muchas personas son trabajadores esenciales y/o tienen trabajos precarios”, sostiene Segura. Una encuesta elaborada por el Ayuntamiento de Madrid durante el confinamiento confirma esta tesis: entre los niveles más altos de renta el 70% de las personas teletrabajan; por debajo de los 1.500 euros al mes, el porcentaje cae a menos de la mitad; y entre los trabajadores que ganan menos de 1.000 euros, la proporción se desploma hasta el 13%.
“El camión no se puede conducir desde casa”, ironiza José Javier, vecino de Villaverde. Es repartidor en supermercados y, dice, le han bajado el sueldo en la pandemia. “Y con suerte no me he ido al ERTE”, matiza. A su pareja la despidieron en marzo y tiene dos hijos. Trini, también residente en Villaverde, se queja de que no es justo que señalen a las zonas del sur. “Yo solo salgo a comprar porque trabajaba en la universidad como camarera pero estoy en ERTE. Tengo cuidado porque conmigo y mi pareja viven mis padres. Esto es un barrio obrero donde mucha gente lleva mascarilla y respeta, y otra no, como en todas partes”, sentencia.
Los datos muestran (como pueden verse en la visualización superior) una correlación cristalina entre el volumen de casos y la renta –más contagios, menos renta–, el tamaño del hogar –la media en Usera es de 73 metros cuadrados frente a los casi 100 metros de Chamartín–, la temporalidad laboral –el 24% de los afiliados a la Seguridad Social que residen en Parla, Vallecas o Usera tienen un contrato temporal y en Pozuelo de Alarcón apenas un 13%– y el riesgo de pobreza, superior al 30% en las zonas más afectadas. La concentración de población joven, que supone un porcentaje importante de los nuevos casos, no es especialmente destacable en estas áreas, que tienen edades medias superiores a las de otros distritos y municipios de la región, según el análisis realizado por elDiario.es.
El investigador y urbanista José Manuel Gómez Giménez, de la Universidad Politécnica de Madrid, estudió estas correlaciones con la información disponible en la primera ola y concluyó que era “muy débil”. “Solo la presencia de ancianos y el hacinamiento explicaban la territorialización de la pandemia. También porque solo se hacían PCR cuando se daban sintomas”, indica en conversación con este medio. Ahora el número de personas mayores “deja de ser explicativo” y aumentan su valor la “densidad urbana”, por ejemplo. “Son zonas con menos espacio y más potencialidad de contactos, y además que, en un porcentaje importante, seguramente no se haya ido de vacaciones. Nada sorprendente”.
Paco, de unos 60 años, y Sadek, algo más joven, toman una caña en una terraza pegada a la carretera que comunica Villaverde y Vallecas, otro punto caliente de infección. Un hombre que pide un euro para comprar un brick de leche interrumpe la conversación. “Lo que aquí hay es pobreza. Que si la gente no sale, no come. Lo acabas de ver”, dice Sadek cuando el señor enfila su camino y se aleja un poco. No lleva mascarilla, aunque dice que la tiene guardada en el bolsillo. “Yo sigo haciendo mi vida. No me he enterado de que nos han pedido no salir. No lo sabía”, admite. Paco tampoco ha dejado de salir de casa pero ve menos gente en la calle. “Y no están de vacaciones, porque de coches estamos igual”, añade. Las vacaciones estivales son otro indicador, apuntan los expertos consultados, de cierto “estatus social”.
Segura recomienda implementar el “trabajo comunitario, puerta a puerta” para generar “confianza”. La Comunidad de Madrid ha movido ficha alarmada por la alta incidencia con la realización de test aleatorios a la población de los barrios y municipios con más contagios en las últimas semanas. Pero los expertos ponen pegas a esa selección aleatoria. “La gente que va, porque al final si vas te la hacen, es la más preocupada, pero no tal vez la que se expone a más riesgos porque esas personas a lo mejor no acuden por temor a perder el trabajo. El presentismo, ir a trabajar enfermo, es muy fuerte en barrios populares”, añade el médico.
En el centro de salud Las Calesas, a las tres de la tarde y una temperatura que roza los 40 grados, hay una fila de pacientes esperando ser atendidos. La primera, Mónica, dejó de oler y saborear hace días. Hoy ha empezado a vomitar. “Llamé la semana pasada y me dijeron que me quedara en casa vigilando los síntomas. He empeorado y por eso he venido, supongo que me harán la prueba”, cuenta a la puerta de la consulta. Detrás está Julio César y su hija menor de edad. A la niña le han extraviado los resultados de la prueba que se hizo hace unos días porque su padre estaba contagiado. Él ha venido a acompañarla porque su esposa, la madre de la menor, también está en aislamiento. “No hemos podido hacer otra cosa. Es mi último día de cuarentena”, argumenta.
Los casos con síntomas se multiplican en este centro, y también los contactos. “Nos encontramos de todo. Hay pacientes a los que llamas y te responden desde la calle. Estamos con el agua al cuello. Aquí las cosas son bastante difíciles”, dice una sanitaria que acaba de terminar su jornada laboral. A unos metros del ambulatorio se vislumbra una cancha de baloncesto precintada. “La de más allá, más cerca del río, también la han cerrado, me ha dicho mi hija”, añade Mónica. El Ayuntamiento de Madrid no ha confirmado a elDiario.es si está procediendo a clausurar, como hizo en primavera, estas zonas recreativas de forma sistemática o se trata de casos puntuales.
Con los datos que ya conocemos, sobre la ciudad de Madrid sobrevuela una pregunta a diario: ¿y si nos confinan? El Gobierno autonómico solo ha tomado, de momento, medidas drásticas en la localidad de Tielmes, que presenta la mayor incidencia por habitante, pero esta cifra apenas supone 32 casos confirmados en las últimas dos semanas. Los distritos del sur han identificado más de 1.000 en 14 días.
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