Gaspar Llamazares (Logroño, 1957) lideró Izquierda Unida durante ocho años y fue diputado más de una década en el Congreso de los Diputados. Pasó del núcleo duro del partido a la periferia en poco tiempo. Hasta que terminó escindiéndose de su formación en enero, cuando renunció a su acta de diputado y a la militancia, para competir con otra marca, Actúa, por la presidencia del Gobierno. En el camino mantuvo un enfrentamiento abierto y público con el actual coordinador federal, Alberto Garzón, a quien responsabiliza de haber “diluido” IU en el proyecto de Podemos.
El número uno por Madrid al Congreso de Actúa aspira a lograr algún escaño para aglutinar el voto “decepcionado” que, a su juicio, ha abandonado a Unidas Podemos. El objetivo: lograr una mayoría de izquierdas este domingo que no dependa de las “hipotecas” del “independentismo”.
Se presenta como cabeza de lista por Madrid al Congreso de una nueva opción de izquierda. ¿Queda margen para una lista más?
Yo tenía la convicción antes de la convocatoria electoral. Ahora la convicción se ha convertido en una firmeza. Se ha consolidado la convicción porque antes de las elecciones lo que intentábamos era ocupar un espacio que había quedado huérfano, que es el espacio de Izquierda Unida al disolverse en el seno de Podemos. Pero ahora estamos no es solamente ante el intento de representar ese espacio de una izquierda seria y dialogante sino también de recoger una parte del flujo imparable que está saliendo de Podemos a la abstención o al Partido Socialista. Nosotros aspiramos a que sea hacia la izquierda.
Si no saca ningún escaño, ¿no teme perjudicar al bloque de izquierda ante el frente de la derecha y la extrema derecha?
No, eso está perdido. Quiero decir, lo que nosotros podemos hacer en estos momentos es sumar a ese electorado a la activación del voto y luego sumar los escaños a una mayoría de izquierdas. En estos momentos todas las encuestas apuntan a que una parte del electorado ya se desvinculó de la coalición Unidos Podemos en las segundas elecciones generales. Eso se confirmó en las andaluzas y ahora no solamente es el electorado de izquierdas que se desvincula de la coalición sino que es el electorado de Podemos que se desvincula del compromiso con Podemos. Está sumido en la decepción política y por lo tanto nosotros tenemos hoy una tarea muy importante que es recoger e incorporar ese electorado decepcionado y huérfano de nuevo a la política y a la participación. Además, no solo se trata de recoger el voto abstencionista sino de representar un nuevo voto que formará parte la necesaria reconstrucción o regeneración de la izquierda.
¿Qué ofrece Actúa que no ofrece IU?
Izquierda Unida no está ni se la espera. Tampoco está en Podemos y por tanto digamos que la oferta sería en contraste con Unidos Podemos que fundamentalmente es Podemos con alguna adherencia de Izquierda Unida. El marco de ideas, el marco cultural es el de Podemos, muy diferenciado del de Izquierda Unida. Nosotros somos una izquierda seria, somos una izquierda dialogante y somos una izquierda con un concepto de España que no es la misma que la de Podemos. Yo diría que el proyecto de Pablo Iglesias tiene más de gestual y de maximalista que el proyecto tradicional de la izquierda, que es un proyecto realista y un proyecto de transformación. Nuestra política de alianzas está en el seno de la izquierda y la de Podemos es errática, diferente en cada comunidad autónoma. En la mía, por ejemplo, en Asturias, llegó a coquetear para la investidura con Ciudadanos porque consideraban que eran las fuerzas políticas del cambio.
También en relación al modelo de Estado, Podemos ha establecido una alianza estratégica con el movimiento independentista que nosotros no consideramos históricamente que vaya más allá de alianzas tácticas. Es decir nosotros con los nacionalistas y con los independentistas hemos tenido coincidencias en el pasado pero sabíamos de nuestra diferencia total con respecto a su proyecto de derecho de autodeterminación e independencia. Podemos, sin embargo, ha comprado durante el último período el derecho de autodeterminación en forma edulcorada de derecho a decidir. Nosotros somos federalistas, creemos en la convivencia entre todos los pueblos y entre todos los ciudadanos del país y creemos que eso se hace dentro de la Constitución. Y en su caso reformando la Constitución, pero nunca en una vía unilateral a través de un derecho de autodeterminación que nosotros creemos que es de aplicación en los territorios ocupados.
Usted defiende el “constitucionalismo de izquierdas”. ¿Pedro Sánchez está representando ese constitucionalismo?
Primero, querría decir que ayer me sentí sorprendido de que se haya sumado Pablo Iglesias a esa estrategia en el debate.
¿Cómo lo interpreta?
Es una suerte de oportunismo que yo no entiendo muy bien. Hay una cosa que me diferencia del populismo, que gestiona la extrema derecha en Europa, y es un cierto clima oportunista en el que tú puedes fustigar a la Constitución como expresión del régimen del 78 y al cabo de unos años convertirte en el mayor propagandista de la Constitución. Y yo creo que hay que ser más equilibrado. Igual que no puedes pasar de ser un agitador a ser una suerte de predicador. Creo que ser más templado en la actividad política porque es lo que luego te permite defender con convicción tus ideas y por otra parte también hacer concesiones y llegar a acuerdos que creo que es la esencia de la política.
¿Entonces cree que Sánchez representa bien el “constitucionalismo de izquierdas” del que habla?
En primer lugar digo constitucionalismo por abierta confrontación con la derecha que intenta excluirnos de la Constitución. Yo soy tan constitucionalista como pueda serlo Pablo Casado o puede serlo Rivera. No creo que en estos momentos la Constitución necesite una militancia. En ese sentido, yo me diferencio claramente de la derecha española que pretende digamos capitalizar la patrimonializar y excluir a todos los demás que no tenga su concepción del Estado y del país. Y también me diferencia de Pablo Iglesias porque considero que la Constitución no es un programa político ni mucho menos un programa electoral. La Constitución es un marco de juego donde las fuerzas políticas pueden extender tan lejos como quieran sus propuestas y sus proyectos políticos. No encierra a nadie en ese sentido, no excluye. Yo no soy quien, ni creo que haya ninguna fuerza política que tenga ninguna autoridad para incluir o excluir en la Constitución.
Si sacara escaños, ¿apoyaría un Gobierno de Sánchez respaldado también por los nacionalistas catalanes?
Nosotros lo que hemos dicho y estamos haciendo en esta campaña electoral es avanzar en relación al último gobierno de Sánchez en dos sentidos. Primero, en los apoyos. Creemos que es necesario que haya una mayoría sin hipotecas de izquierdas. Creemos que el independentismo es una hipoteca y lo ha sido. Y en segundo lugar, también creemos en una mayoría de izquierdas plural y que haga girar al Partido Socialista del pragmatismo, de la inercia, hacia una posición más comprometida y más de cambio. A lo largo de estos nueve meses los cambios sociales se cuentan con los dedos de una mano. Y sobre todo no ha cambiado lo fundamental, que es la reforma laboral, la reforma de pensiones, la ley mordaza y la ley de Memoria. Tampoco han tocado nada en relación al tema de la lucha contra la corrupción, que es un problema de toda la democracia y la pone muchas veces en riesgo. Hay que ser ambiciosos y realistas para propugnar cambios posibles la próxima legislatura. Para no quedarnos otra vez en únicamente una larga campaña electoral y en un gobierno convertido en Comité Electoral y en una situación de inestabilidad parlamentaria.
¿Cómo definiría a Izquierda Unida?
Yo no sé si tengo que definirla de alguna manera. A Izquierda Unida la veo como una parte de Podemos que se ha deshecho de su pluralidad en esa fusión fría y descarnada. Y al revés, Podemos ha dejado una parte de su pluralidad también, en ese caso lo que pueda representar Iñigo [Errejón]. Todavía existen miembros de Izquierda Unida en una posición incómoda. Para ambas fuerzas el proceso de coalición les ha robado la pluralidad de la izquierda. Unidos Podemos es una reunión ortodoxa que deja fuera lo más vital de la izquierda, que es la pluralidad, lo que permite renovar la izquierda y crecer.
¿Quién es responsable de que haya ocurrido ese proceso que describe?
Yo creo que el proyecto. No hay comparación en Europa, y probablemente en el mundo, de un proyecto que haya sido tan ilusionante y que al cabo de un tiempo se derrumbe como un castillo de naipes. Es la falta de solidez desde el punto de vista ideológico, que ha ido cogiendo un lado y de otro. Primero del populismo, luego de lo más a la izquierda de Izquierda Unida. Y también desde el punto de vista orgánico: los círculos han terminado siendo círculos cada vez más concéntricos y en estos momentos hay una estructura muy débil.
La democracia participativa, que era lo que aportaba en su momento el 15M se ha convertido, con Podemos, en un sistema plebiscitario de selección de élites o de consolidación y confirmación de élites. Yo creo que eso no era lo que queríamos. Me llama mucha la atención que defiendan el derecho a decidir cuando no toleran ninguna organización federada, solo a los que son muy diferentes como En Marea. Ese modelo de organización que diluye la participación y la deja únicamente en un plebiscito en las redes sociales me parece que no es el objetivo que se tenía y que eso deja pendiente un tema más de fondo que es la regeneración y reconstrucción de la izquierda que está todavía por abordar. Unidos Podemos no solamente ha sido un proyecto frustrado sino que ha dejado una sensación amarga en cuanto a la posibilidad de renovar la izquierda.
¿Cuánto ha contribuido o no a eso Alberto Garzón?
Yo creo que el gran problema de Alberto es que nunca creyó que era posible la continuidad de Izquierda Unida. Alberto Garzón ha pretendido un hilo directo entre un sector del Partido Comunista, lo que queda del Partido Comunista, y Podemos como movimiento político. Y se ha dejado en el camino la experiencia, la realidad organizativa y la cultura de Izquierda Unida, que es inindentificable ahora. Quién diría que IU apoyaría una manifestación de Torra en Madrid. Tiene más que ver con la extrema izquierda que nos criticó en el periodo de transición democrática y que se consideró perdedora de la Transición que realmente con el PCE y la IU del periodo democrático.
Unos audios, publicados por eldiario.es, dieron a conocer su maniobra para salirse de su formación e ir por su cuenta con otra marca, Actúa. ¿Cómo se sienten compitiendo con el partido político en el que ha tenido cargos orgánicos durante años?
Me diferencié siempre de la forma de dirección en que yo dirigía una organización pero al mismo tiempo consideraba que no era una dirección endogámica. Era una dirección que debía tener en cuenta el entorno de la izquierda, lo que podríamos llamar los compañeros de viaje, el mundo de la cultura. De hecho en una ocasión dije que tenía dos sedes: la sede de Olimpo y la sede de mis amigos y compañeros del No a la guerra. Y eso lo he hecho toda mi vida y en este momento lo que estaba haciendo en Asturias también era lo mismo. Y finalmente como Actúa. Lo que nos ha llevado a esta situación ha sido la política de exclusión de la dirección, que consideraba incompatible la existencia de Izquierda Abierta primero y de Actúa después con su estrategia de fusión con Podemos. Durante un tiempo eso fue visto y vivido de forma conflictiva. Hasta que se produjo ya un punto de inflexión y la ruptura. No he hecho nada distinto de lo que he hecho toda mi vida. Lo que pasa que el proyecto de Alberto pasaba por excluir la pluralidad interna tanto la política como la federal y por fusionarse e incorporarse y relacionarse de forma directa con Pablo [Iglesias] y con el proyecto de Pablo.
¿Se consideraba de facto fuera de IU desde hace tiempo?
Hace tiempo que no me sentía representado no solamente por la coalición, sino por la línea política de la coalición. No comparto el modelo de Estado, no compartí la política de alianzas negó el apoyo o la abstención en la primera investidura. Creo que fue un grave error, podríamos haber implosionado a la derecha y no lo hicimos.
¿Qué ha pasado con Podemos desde 2015 y qué le augura a la próxima cita?
Podemos llegó a barajar el sorpasso, el liderazgo de la izquierda y la presidencia del Gobierno. Hay que preguntarles a ellos qué ha pasado desde entonces para que en estos momentos estén defendiendo con uñas y dientes una veintena de diputados. Y yo creo que fundamentalmente ha ocurrido que ha tenido un aterrizaje muy accidentado en la política. Venían de telepredicadores y una cosa es telepredicar y otra cosa es hacer política. Y cuando aterrizaron en política se encontraron con todas las insuficiencias y los errores: la falta de proyecto, la falta de organización y la carencia de una política de alianzas claras. Porque en buena parte hacían una revisión de la transición y una revisión de la política de Izquierda Unida. A la totalidad, que luego se ha demostrado que era equivocada. Izquierda Unida podría haber cometido errores pero que no daba tanto como para una enmienda de totalidad. Hoy es un objeto difícil de identificar.
En enero dimitió como diputado en el Parlamento asturiano y después se dio de baja como militante. Entonces tenía abierto un expediente de expulsión. Si no se hubiera marchado, ¿le habrían echado?
Era evidente que el único objetivo era la expulsión con oprobio. Mejor tomar la decisión de irme porque era incompatible lo que yo quería, que Izquierda Unida jugara un papel de reconstrucción de la izquierda desde una organización con tradición propia y realidad política. No pudo ser así, lo lamento y nada más.
En los audios decía que estaba “dispuesto” a “desvestir a un santo para vestir a otro”. ¿Era compatible estar pergeñando estos planes con seguir en el partido?
Las reflexiones en una formación política son de todo tipo y normalmente uno aspira a que sean reflexiones internas, pero en los últimos tiempos se ha considerado que las reflexiones internas, incluso las comidas de amigos, son cuestión de debate público. Yo no lo considero así y le doy a esa reflexión la importancia que pueda tener. Hay quien considera que esa reflexión es ya un preludio de una decisión tomada, pero muy al contrario. En ese momento no quisimos desarrollar la idea porque todavía aspirábamos a que fuera posible el entendimiento. Pero si se quiere entender que esa filtración, que además la hacen precisamente quienes estaban por la ruptura en ese momento, como una especie de decisión tomada, tómese así pero no era así. No era el plan A. El plan A era intentar que organizaciones como Asturias consiguiesen revitalizar la organización y el proyecto político. Nos dimos cuenta de que la dirección federal no quería.
¿Y entonces cuál fue el detonante de la escisión?
Al final el expediente del bloqueo de Asturias y la amenaza de intervención. Era el momento en el que podía haberse producido dos salidas. Una de ellas podía haber sido que Asturias tomase la decisión de mantener su proyecto federado y diferenciado del federal, o bien que se aceptase la imposición federal. Asturias no se consideró con fuerzas en ese momento de enfrentarse a la dirección federal y a un conflicto que hubiera durado meses prácticamente en campaña electoral. Y entonces yo tomé la decisión de no interferir, de no ser un problema añadido a una organización a la que valoro. De hecho, Actúa no presenta candidaturas ni de autonómicas y de municipales enfrentadas a Izquierda Unida en Asturias.
¿Cómo ha quedado la federación de Asturias después de esta crisis?
Allí la campaña la va a tener que hacer con su adversario, que es la candidatura conjunta con Podemos a las elecciones generales, para luego ir a otra media campaña a enfrentarse a Podemos como ha sido a lo largo de toda la legislatura. Porque si ha habido un signo permanente de Podemos en Asturias ha sido la política de bloqueo y la fobia hacia Izquierda Unida. Yo creo que se ha demostrado que el problema no era yo porque la política ha seguido siendo la misma.
¿En que territorios entonces se va a presentar Actúa para las autonómicas y las municipales?
Sobre todo nos presentaremos en municipios de la corona de Madrid, Sevilla, Granada, Valencia, León. En Canarias y Baleares. La idea era un proyecto de implantación progresiva que empezara por los municipales y que culminase con generales, pero nos cambiaron el libreto y nos hemos tenido que adaptar.
¿Y en Madrid?
No, ni en Madrid ciudad ni en la Comunidad vamos a presentarnos. Aunque sí en muchos municipios, prácticamente en los que congregan al 50% de la población de la región.
Teniendo en cuenta que no se va a presentar, ¿cuál es su lista favorita en Madrid?
No voy a votar aquí, pero si tuviera apostaría probablemente por la plataforma Más Madrid [liderada por Manuela Carmena e Íñigo Errejón]. Está más cercana a una posición pluralista y a una posición de diálogo político que se parece a Actúa.
¿Respalda que Errejón hiciera una cosa parecida a la que hizo usted después?
Tiene mucha similitud. Es la incompatibilidad con aquellos que piensan diferente dentro de la organización. Ir haciendo una estrategia de marginación y de cerco hasta que finalmente tienes que decidir si vas a permitir ser únicamente la guinda del pastel o si quieres ser un proyecto político serio. Y yo creo que esa es la cuestión que se ha producido en el seno de Izquierda Unida y en el seno de Podemos. Como decía antes, la concepción que tienen de la fusión de los extremos entre los sectores más ortodoxos de ambas fuerzas conlleva la exclusión de la heterodoxia. Conlleva la exclusión de aquellos que piensan diferente en unos y otros ámbitos.
¿Cómo se están financiando?
Pues con nuestros préstamos personales y donativos de los militantes y simpatizantes de Actúa. No vamos a tener una campaña costosa porque estamos haciendo lo más básico: cartelería y redes sociales. Eso es prácticamente la campaña porque no tenemos grandes actos ni grandes desplazamientos, que es donde se ha producido en los últimos tiempos el gasto y la financiación ilegal.