Adiós a Rock Palace, corazón de la música en Madrid: “Hay padres que dieron aquí su primer concierto y 25 años después lo hicieron sus hijas”

Guillermo Hormigo

Madrid —

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“Uno de nuestros camareros, que estuvo trabajando hasta el domingo pasado, hizo el el primer turno del primer concierto que se celebró aquí en 1996. Le llamamos el abuelo”. Así expone el sentimiento de pertenencia y comunidad tan propio de Rock Palace Juan Arnal, uno de sus (todavía) propietarios. El número 6 de la calle Vara del Rey, en el distrito de Arganzuela, acoge este punto de encuentro donde la música es la excusa para que se den cita personas que comparten una misma manera de entender la vida. De hecho, aunque el negocio ya está oficialmente cerrado de cara al público, todavía recibe “colegas” que se pasan a despedirse o disfrutar de sus últimos ratos junto a la barra.

Aunque hay otro perfil de gente que visita este referente de la escena madrileña en sus días finales antes de bajar la persiana: personas que vienen a comprar los equipos de música que ya han desmontado. El escenario del Rock Palace está copado de altavoces e instrumentos, pero, más que a un concierto, la escena remite a un mercado de liquidación.

Un hombre pregunta por el precio de unos platillos mientras Juan y Andreu Montaner (más conocido como “Lobo” y nada menos que vocalista de Los Trogloditas), dos de los dueños del negocio desde principios de 2016, responden las preguntas de Somos Madrid. Llegaron en una etapa casi tan crítica como esta para detener una clausura que parecía inevitable. “Estaba un poco en decadencia en ese momento, así que había que darle un empujoncito a este sitio y su historia. Rock Palace es Rock Palace desde el 96”, dice Juan. Con mucho esfuerzo y muchos apoyos lo consiguieron. Pero ocho años después, todavía resintiéndose de las consecuencias económicas de la pandemia, se ven abocados a tirar la toalla.

“Las características de la sala eran incompatibles con las distancias, las mesas, estar sentados y tal. Con el límite de 30 personas además era imposible pagar a todo el personal, técnicos, las bandas... Cuando la actividad volvió a la normalidad completa en mayo de 2022 ya quedaba poco tiempo para organizar lo que quedaba de temporada, así que seguimos acumulando pérdidas un tiempo más. En total, estuvimos dos años y medio pasándolo fatal”, explica Juan. Posteriormente han intentado “levantar la situación”, pero la losa era demasiado pesada. Los alquileres cada vez más elevados en el distrito de Arganzuela no han ayudado.

Porque Rock Palace no es solo el bar de Vara del Rey. “Tenemos cinco plantas que son todo locales de ensayo, en total utilizábamos 18: seis alquilados por horas y los otros doce por meses”, detalla Juan. Más allá del ocio, la etiqueta Rock Palace es sinónimo de formación y pedagogía musical, de primeras oportunidades: “Un miembro de Tullidos, una de las bandas que actuaron en nuestro último concierto [celebrado el 5 de diciembre], nos contó que él dio su primer concierto aquí y 25 años después lo hizo su hija. Y no es el único caso”. Las salas de ensayo eran empleadas además por escuelas de canto o para clases de guitarra. Algunos anuncios pegados en los tablones dan fe de esta faceta.

Juan resume la arcadia musical en la que se convirtió Rock Palace, una especie de pirámide en la que completar todas las etapas del proceso creativo dentro de un mismo espacio: “Aquí podías venir a aprender con el profe o solo, poner un anuncio para juntar gente con la que formar una banda, practicar en los locales, subir al estudio de grabación para hacer un EP y presentarlo en la sala de conciertos. Todo sin salir del edificio”.

La guarida del Lobo

Preguntado por los grandes hitos del lugar, Juan prefiere pasar el micro (metafórico) a Lobo. “Venía más de marcha que yo por aquí”, bromea. Lo cierto es que Andreu Montaner es una enciclopedia andante de Rock Palace, y por tanto de la vida musical en Madrid las últimas tres décadas.

Aquí podías venir a aprender con el profe o solo, poner un anuncio para juntar gente con la que formar una banda, practicar en los locales, subir al estudio de grabación para hacer un EP y presentarlo en la sala de conciertos. Todo sin salir del edificio

Admite que se acuerda más de artistas que han ensayado que de quienes han actuado, ya que han sido “miles de conciertos”. Pero le vienen a la cabeza nombres tan dispares como Jon Spencer, Los Enemigos, La Frontera o Enrique Morente. Porque a este palacio algo tan grande como el rock se le acabó quedando pequeño: “Aquí ha habido de todo, desde el ámbito más punk hasta flamenco, bandas de jazz o músicos cubanos”.

Lobo ha vivido la trayectoria de Rock Palace desde todos los puntos de vista: “Yo llegué primero como cliente. Luego en 2005 me hice cargo del estudio de grabación. Y en 2016 un grupo de asiduos nos aventuramos a gestionarlo porque nos lo iban a cerrar. Éramos un músico, un técnico, un realizador, nada de empresarios. Lo hemos hecho por amor al arte”. Califica la experiencia en esta última posición como “maravillosa” por un lado, pero también “terrible” porque “te dejas media vida”.

Cree que el fin de Rock Palace no es una pérdida solo para Arganzuela o Madrid, sino “para todo el país”: “Hay bandas muy punteras que cada vez que pasaban por la ciudad sabían que podían alquilar una de nuestras salas por horas. Y otras que están empezando tenían sus huecos en las aulas de música”.

Relata que cuando empezaron en Rock Palace los conciertos se llevaban a cabo en el suelo, no había escenario, y la estampa del concierto final del 5 de diciembre le recordó a aquello: “Tuvimos que bajar el equipo de un local para poder hacerlo porque ya teníamos todo desmantelado, fue un poco improvisado”. Una noche en la que sintieron “muchísima pena” entre recuerdos de la música de ayer y la que ya no ayudarán a crear mañana.