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Opinión - Cuando los ciudadanos saben lo que quieres. Por Rosa María Artal

El agua vuelve a brotar por la Montaña de los Gatos del Retiro 19 años después con una muestra que recorre su historia

Y un 26 de julio de un caluroso verano en Madrid, el agua volvió a dar vida a un lugar muy especial de uno de sus pulmones verdes. Porque Madrid recupera la Montaña Artificial del Retiro, más conocida como la Montaña de los Gatos, y sus características cascadas. Un regreso que se produce veinte años después de su cierre, una vez solucionados los problemas de filtraciones de agua que motivaron la clausura en 2004.

Muchos madrileños no recuerdan o ni siquiera han visto cómo era en su origen este enclave erigido en el siglo XIX por el rey Fernando VII: torres o hasta un mirador para una edificación que recibe su nombre por haber sido en el pasado espacio habitual para las colonias de estos animales que poblaban este punto de la ciudad y por las dos estatuas felinas que franquean la cascada.

El alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, ha presentado en la mañana de este miércoles esta completa restauración, tanto de las cascadas como del itinerario interior, que ha llevado a cabo el Ayuntamiento. “El Retiro recupera uno de sus lugares más icónicos, un enclave privilegiado que ha estado cerrado 20 años y del que los madrileños podrán disfrutar de nuevo”. El regidor presume del “paisajismo recuperado, con un espacio expositivo y una cúpula que permite ver su interior”. Ha lamentado el “delicado” estado de conservación en el que se encontraba antes de la reforma y cree que esta nueva estampa complementa “un lugar como el Retiro que es Patrimonio de la Humanidad, Paisaje de la Luz, lugar de esparcimiento y pulmón verde de Madrid”.

Los trabajos, llevados a cabo durante ocho meses, han supuesto una inversión de 2,1 millones por parte del área de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad que dirige Borja Carabante. El objetivo es mejorar la percepción visual que se tiene del parque desde la plataforma superior de la Montaña.

Lo cierto es que, a tenor de las reacciones de algunos curiosos, parecen haberlo conseguido. Turistas y vecinos se sientan frente a la cascada para sacarse selfies cerca del fresquito del agua. Mario, residente en Goya, recuerda con nostalgia la anterior época de esplendor de este escenario hace décadas: “Me han venido muchos recuerdo, la verdad, del sitio pero también de mi vida o de la ciudad en general, porque ver la Montaña así me lleva al pasado”.

Julia y Andrés, una pareja joven que disfruta de las vacaciones escolares (estudian Bachillerato), no llegaron a ver nunca esta imagen en el Retiro. “Es muy bonito la verdad, ni sabía que esto estaba aquí y ahora dan ganas de venir todos los días”, dice ella. “Aquí de niño me lo habría pasado superbien”, añade él. Cuando les comunicamos que hay incluso un edificio visitable repleto de túneles secretos, con una muestra de fotografías históricas en su interior, se animan a adentrarse en él.

Exposición temporal

No en vano, con esta reapertura los interesados podrán disfrutar del conjunto de la zona ajardinada y de la estructura exterior reformada, además de una muestra que acogerá desde este mismo miércoles el espacio abovedado interior. Esta exposición temporal permitirá conocer la historia de la Montaña de los Gatos, así como el detalle de los trabajos que se han llevado a cabo para su recuperación integral. Estará abierta de 11.00 a 13.00 y de 18.00 a 20.00. Fuentes municipales no aclaran hasta cuando estará abierta al público, aunque sí que podrá hacerse durante toda esta semana. En el futuro, dicen, “acogerá exposiciones de todo tipo”.

El interior de la montaña consta de un espacio abovedado de planta circular abierto con un óculo superior del que nacen cuatro galerías que discurren por el interior del cerro artificial. El primero de estos pasillos, dispuesto en el eje perpendicular a la calle O'Donnell, hace las veces de acceso. Los otros tres nacen desde el espacio interior, avanzan bajo la montaña en direcciones opuestas hacia los estanques del perímetro en busca de la caída de agua de las cascadas exteriores.

Por las paredes de estos recovecos se respiran dos cosas: historia y, especialmente, humedad. Una recomendación para los no caustrofóbicos: introducirse en sus túneles, que aunque no demasiado largos causan un efecto relajante ante la poca luz y el sonido de la cascada cayendo en el exterior.

Fin de las humedades y hallazgos arqueológicos

Uno de los objetivos prioritarios que estos trabajos han posibilitado pasaba por el tratamiento y la eliminación de las humedades por filtraciones registradas en el interior de la sala y en la bóveda. Para ello se ha mejorado su cubrición teniendo en cuenta que en el momento de su construcción fue enterrada con tierra y vegetación para crear sobre ella la montaña artificial, ha explicado el Ayuntamiento. En lo que afecta a la bóveda, se ha respetado la construcción original, lo que ha implicado mantener su volumen, de 14 metros de diámetro y 11 metros de altura. Almeida se ha asomado desde el exterior de dicha bóveda a la edificación, aunque la vista no permitía distinguir demasiado. “Podrían pasarle un pañito al cristal que está un poco sucio”, bromearon algunos periodistas. Carabante dibujó incluso algunas formas en el vidrio aprovechando el polvo.

La montaña cuenta con una serie de pequeños senderos ajardinados ascendentes rodeados perimetralmente de un conjunto de estanques sobre los que vierten tres cascadas artificiales, dotadas de un sistema hidráulico de recirculación. En este punto, se han recuperado las cascadas y las láminas de agua, al tiempo que se ha llevado a cabo una adaptación de las zonas arbustivas y del patrimonio vegetal. Dentro del propósito de devolver el espíritu original a este espacio, además de la estructura también se ha restaurado el trazado interior de la montaña y se ha renovado el firme de los caminos que integran el recorrido. En lo que concierne a los elementos patrimoniales del conjunto, se han consolidado y revalorizado y se ha procedido a la renovación de las instalaciones de iluminación y de la red de riego, que se ha adaptado a la nueva vegetación.

Al margen de los trabajos de recuperación, durante la realización de estas obras se han producido hallazgos arqueológicos, en concreto, se ha encontrado un viaje de agua (conformaban el sistema utilizado hasta mediados del siglo XIX en Madrid para la distribución) que conducía a una noria, anterior a la construcción del parque.

Los restos arqueológicos hallados van a quedar a la vista de los visitantes a través de una pantalla de cristal. También han aparecido los contrafuertes originales que han sujetado la bóveda desde su construcción y parte de ellos permanecerán descubiertos a partir de ahora con el fin de que puedan ser contemplados por el visitante a través de un cristal.

Un capricho de Fernando VII cerrado desde 2004

Fue en 2002 cuando el espacio abovedado interior de la montaña acogió su última exposición. Desde entonces no ha tenido ningún uso ni se ha permitido el acceso debido a los riesgos detectados en su seguridad. De hecho, en 2004 comenzaron a registrarse desprendimientos en su interior. Se cerró entonces la zona reservada a las exposiciones. Entre ese mismo año y 2005 se procedió al vallado de todo el conjunto.

Un estudio realizado por la Dirección General de Gestión del Agua y Zonas Verdes llegó a la conclusión de que la instalación no era segura para el acceso del público. La razón estaba en unas filtraciones de agua que se producían en su interior. Coincidiendo con el 150 aniversario del Retiro, se convocó en 2018 un concurso público para la rehabilitación del espacio. Este proceso quedó desierto hasta que en mayo del pasado año el Gobierno municipal autorizó en Junta de Gobierno un contrato para la ejecución de las obras, que arrancaron en octubre y ahora han finalizado.

Esta montaña artificial fue levantada en el siglo XIX como fartín francés durante la Guerra de la Independencia. Posteriormente, el rey Fernando VII quiso apropiarse del espacio y reacondicionarlo. Situada junto a la confluencia de la calle O'Donnell y la avenida de Menéndez Pelayo, la montaña fue concebida como un capricho de jardín de carácter arquitectónico, aunque el principal uso que se le dio hasta su cierre en 2004 fue el de sala de exposiciones.

La Montaña Artificial forma parte del Reservado del Parque del Retiro, la zona que delimitó para su real disfrute y el de su familia, sin acceso público. Las obras se iniciaron en 1817. Fue nombrado director de este jardín romántico Bernardino Berogán, incluyéndose en su perímetro esta montaña cubierta de vegetación diversa y coronada su cima por un templete, ya desaparecido, que servía de observatorio.

Este templete de rasgos orientales estaba configurado por tres torres. Berogán proyectó otras edificaciones en el parque, construidas por el arquitecto real Isidro González Velázquez, como la Casita del Pescador, la Casa del Contrabandista, la Casa del Pobre, la Casa Rústica, la Pajarera, la Casa de Fieras o el Embarcadero del Estanque Grande.

La ría y el estanque que se encuentran a sus pies originariamente contaron con peces y gansos, y la parte superior de la cascada estaba coronada por la cabeza de un león de yeso. Esta construcción fue bautizada por los madrileños de la época de diferentes formas a la Montaña. Así llegó la denominación de El tintero, por la forma que tenía vista desde lejos, o la de 'Los gatos' ya que durante un tiempo era el lugar en el que la gente se deshacía de sus gatos convirtiéndose en hogar de los felinos callejeros.