Almeida convierte en un “eventódromo” un parque público de Madrid y lo alquila para festivales a pesar de las quejas vecinales

Nerea Díaz Ochando

Madrid —

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La cesión de uno de los pulmones de la ciudad para el montaje de un festival ha expulsado a los vecinos del corazón del parque Tierno Galván durante más de dos semanas. Algunos denuncian que una vez más -no es la primera y asumen que tampoco será la última- un evento privado, con entradas entre 25 y 60 euros por día, ha ocupado cuatro hectáreas de este espacio público del distrito madrileño de Arganzuela con la instalación de dos escenarios a menos de 150 metros de las viviendas.

Desde que comenzó la primavera han pasado dos festivales por el auditorio del recinto: el Pompä Open Air y el Alma, que estará instalado allí hasta el próximo 15 de junio. Denuncias por ruido, por la privatización del espacio y por el daño medioambiental han derivado en la movilización vecinal. Los que allí viven, “hartos de la situación”, exigen al Ayuntamiento recuperar el uso público del parque.

El Alma Festival, que venía celebrándose desde 2013 en los Jardins de Pedralbes de Barcelona, ha desembarcado este año por primera vez en Madrid y ha escogido el auditorio del parque Enrique Tierno Galván para su debut en la capital. La elección del recinto, según explicaba hace unos días el organizador del ciclo de conciertos en una entrevista a Europa Press, no fue para nada casual: “Un socio nuestro, un amigo, nos dijo que había la posibilidad de venir aquí al Tierno Galván”. El Ayuntamiento de Madrid lo ofrecía para eventos, los promotores vieron la ocasión de llevar el festival a un entorno natural y no dudaron en hacerlo.

La propuesta tuvo una buena acogida por parte del equipo de Almeida y a mediados de febrero la organización del festival anunció a través de sus redes sociales que el parque madrileño sería el escenario de la próxima edición con más de dos semanas de conciertos encabezados por Deep Purple, Jamie Cullum, Evanescence, Valeria Castro y Vetusta Morla, entre otros. Finalmente, el pasado mes de mayo comenzaron los preparativos para los eventos programados en el parque esta primavera, con el Alma Festival como el más extenso. Los vecinos fueron alertados por el trasiego de camiones de que, de nuevo, algo estaba pasando en el recinto.

Marian, una vecina del barrio, se topó al pasar por la explanada del Planetario con el montaje y se acercó a mirar. “Me dijeron que no podía entrar y yo les dije que era un parque público y que podía caminar por donde quisiera. Me insistieron en que estaba prohibido pasar porque el espacio lo habían alquilado ellos”, cuenta. 

Al ver el gran despliegue de material y vallado, la Asociación Delicias para Tod@s solicitó al Ayuntamiento la licencia urbanística para el espectáculo. El 20 de mayo, a tan solo diez días del inicio del festival, el Consistorio les respondió que esta licencia todavía no existía. Desde ese momento y ante la situación de indefensión ciudadana, los vecinos comenzaron a movilizarse para intentar paralizar su celebración. Sin embargo, el Alma Festival arrancó el pasado viernes 31 de mayo con total normalidad a pesar de las quejas vecinales. 

Los vecinos de los barrios colindantes advierten que este espectáculo incumple lo establecido en el artículo 206 de la OGPMAU, ya que actúa en detrimento de su naturaleza y destino durante el tiempo de privatización, al impedir el uso de una parte sustancial del parque para el esparcimiento de los ciudadanos.

Aseguran que la “finalidad, contenido, características o fundamento” del festival son claramente contrarias a la conservación de la naturaleza, algo que pudieron comprobar a las pocas horas de su inicio cuando se encontraron con los primeros vasos tirados en el césped del parque. 

A todo esto se suma otra cuestión que, posiblemente, es la que resulta más molesta para los vecinos. Con la celebración de este evento se está autorizando durante quince días la superación de los límites sonoros establecidos por la OPCAT mediante el uso “arbitrario, repetido y fraudulento” del artículo 19.1, pensado para actos especiales y de carácter puntual. La contaminación acústica va a suponer molestias constantes durante quince días para el vecindario de los barrios de los Metales y de los Puertos, perjudicando su salud, tranquilidad y descanso.

“Yo vivo a diez minutos aproximadamente del parque y lo escucho perfectamente”, señala Marian. José, otro vecino del barrio de Delicias, también sufre las molestias acústicas del festival aunque vive a un kilómetro del auditorio: “Están invadiendo nuestra intimidad, estamos dentro de casa y tenemos que estar escuchando una música que nadie nos ha preguntado si queremos escuchar”.

Durante los primeros días de conciertos, los vecinos llevaron a cabo varias mediciones acústicas en las que registraron más de 76 decibelios, lo que supone una vulneración de la ley, que fija los límites máximos de ruido en 55 decibelios de día y 45 decibelios de noche. “Es un sinsentido, permiten cosas que van en contra de sus propias normas”, denuncia José. 

La normativa referente al ruido no es la única que denuncian que están vulnerando los organizadores. La privatización del uso -aseguran- incumple el artículo 206 de la Ordenanza General de Protección del Medio Ambiente Urbano. Según señala la norma, el parque, por su calificación como bien de dominio y uso público, no puede ser objeto de privatización para este tipo de actos. Sin embargo, el Ayuntamiento de la capital se escuda en el artículo 19.1 de la OPCAT para justificar la celebración del festival en este recinto público, una ordenanza pensada para actos especiales y de carácter puntual. 

“Un festival de quince días no es algo puntual. Una cosa es un concierto aislado por alguna ocasión especial, como puede ser San Isidro, y otra dos semanas de música constante”, indica uno de los vecinos afectados. Manuel Díaz, presidente de la Asociación Delicias para Tod@s, considera que se están confundiendo los términos: “Una cosa es un acto y otra una ocupación prolongada del espacio, al igual que no es lo mismo un acto público con un interés particular que un acto privado que limita la entrada a quienes pagan por hacerlo y que impide el uso del parque al resto de ciudadanos”. 

Los vecinos, al igual que este periódico, han preguntado en numerosas ocasiones al Ayuntamiento sobre esta vulneración de la normativa municipal sin recibir respuesta alguna. La vicealcaldesa de la capital, Inma Sanz, hizo referencia en la última Junta de Gobierno a la celebración de este tipo de eventos y las quejas vecinales alegando que “Madrid está de moda en el mundo” y que a los vecinos “no les parece nada bien nunca de lo que se hace por la ciudad”.

El presidente de la asociación asegura que no tienen nada contra el festival: “Ellos son una empresa que hace negocios. Nuestra queja es contra quien creemos que debería defender nuestros intereses, que es el Ayuntamiento de Madrid y está priorizando hacer negocio”. 

En lo que va de año, ya se han celebrado en el parque Tierno Galván otros eventos como la Naturaleza Encendida y el Pompä Open Air. En tan solo seis meses, una parte del recinto ha estado cerrada al público durante más de un mes. Sin embargo, hace menos de un año la Policía de Madrid intervino una clase de zumba en el auditorio del mismo parque bajo la justificación del ruido de los altavoces y sin exponer con claridad ningún motivo para prohibir a los asistentes bailar. Las propias usuarias de las clases denunciaron en su momento este control en contraposición a los eventos organizados por grandes empresas en estos mismos espacios: “Macrofestivales a cientos de euros el abono sí, pero 80 señoras bailando un domingo por la mañana no”.

Con la celebración del Alma Festival, el Ayuntamiento de Madrid ha cedido una vez más el espacio público para un evento privado sin importar ni la crispación vecinal ni las críticas por eventos pasados. De hecho, ya hay programado otro festival para finales de septiembre, el Brunch Electronik, que cerrará el parque durante dos fines de semana seguidos. Por esta razón, los vecinos han decidido movilizarse y hacer frente a la inacción municipal. El próximo lunes 10 de junio a las 20.00 horas han convocado una concentración en la explanada del Planetario para exigir el fin de la privatización del parque para hacer negocio. Además, han iniciado una recogida de firmas que ya ha reunido más de mil apoyos. 

Ciudades vendidas al mejor postor

No es sorpresa para nadie que Madrid es una ciudad cada vez más hostil para sus habitantes. José, uno de los vecinos afectados por el “eventódromo” del Tierno Galván considera que “importa más un turista que un vecino aunque seamos nosotros los que pagamos los impuestos aquí”. 

El caso del Tierno Galván no es el único de la ciudad. El parque Juan Carlos I, en el distrito de Barajas, también es otro de los puntos negros en lo que a eventos privados en espacios públicos se refiere. En Navidad, al igual que el parque de Arganzuela, estuvo cerrado durante más de un mes para acoger la instalación de Brilla Madrid Zoo, otro espectáculo lumínico similar al de Naturaleza Encendida. 

El próximo 14 de junio, este parque celebrará el festival del videojuego Pokémon GO. El evento tendrá una duración de tres días en los que los asistentes podrán disfrutar de “una experiencia exclusiva” que promete convertir la ciudad y el parque público en un campo de batalla para miles de jugadores. Aunque el acceso al parque no estará cerrado como en el caso del zoo de luces.

Lo mismo ocurre de forma muy frecuente con el feriódromo de Plaza España, que, mínimo un par de veces al año, se convierte en un epicentro de ruido, malos olores y basura. También con otras zonas verdes de la ciudad como el Jardín Botánico de la Complutense, que cada verano acoge las Noches del Botánico o el festival navideño Manantial de los Sueños, criticado por Ecologistas en Acción por su uso de la expresión “sostenavilidad” en una instalación que recreaba el ártico y que a su vez conllevaba “un gran derroche energético”.

La estampa se repite en cada gran ciudad española, no es un caso excepcional de Madrid. Otro ejemplo de ello es la ciudad condal. Barcelona también está sufriendo las consecuencias de la turistificación. Hace unas semanas, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, el Park Güell, se cerró para acoger un desfile de Louis Vuitton. Como consecuencia, se produjeron protestas que acabaron con cargas policiales. Una vez más, mientras que los turistas campan a sus anchas, los vecinos salen a defender el espacio público que les pertenece.