La delegada de Cultura, Turismo y Deportes del Ayuntamiento de Madrid, Marta Rivera de la Cruz, declaró el pasado viernes que el Consistorio está a punto de firmar un convenio con la Universidad Complutense para restaurar y ocuparse del mantenimiento del Arco de la Victoria de Moncloa.
“Habrá unos trabajos de restauración y luego se verá qué uso se le puede dar. Evidentemente, deseamos que sea uso cultural, pero hay que estudiar las características del monumento y lo que tiene. Hay que darle buen aprovechamiento”, declaró refiriéndose sin duda a la sala abovedada (que poca gente conoce alberga el complejo) y a su mirador. Aunque las decisiones técnicas sobre el arco dependerán de la Dirección General de Patrimonio Cultural, no cabe duda de que su destino dependerá de decisiones políticas que estarán bajo el escrutinio del debate público.
Las últimas obras de restauración del arco datan de 1987 y, actualmente, su estado de conservación es muy malo. A simple vista pueden apreciarse baldosas rotas, vegetación abriéndose camino entre las grietas, escaleras deterioradas en la base, pintadas y restos perpetuos de botellón.
Aunque la titularidad del monumento recae en la universidad –concretamente, en su consorcio urbanístico–, esta firmó en 2006 un convenio con la Consejería de Transportes para que esta llevara a cabo el mantenimiento con motivo de las obras de remodelación del intercambiador de Moncloa.
El complejo al que pertenece el arco ostenta la distinción patrimonial de BIC (Bien de Interés Cultural) que lleva asociada obligatoriedad de conservación. El pasado mes de enero, la Asociación por la Reconciliación y por la Verdad Histórica –en cuya web promueven la conservación de diversos monumentos franquistas– presentó al Ayuntamiento un escrito pidiendo que se pusiera en contacto con la propiedad del monumento para poner freno a su deterioro. Ante la falta de respuesta, presentó un recurso ante los juzgados de lo contencioso-administrativo.
En 2003 el consorcio urbanístico de la Ciudad Universitaria promovió una propuesta para que el Ayuntamiento de Madrid cambiara el nombre de Arco de la Victoria por el de Arco de la Concordia. En 2016 el Ayuntamiento de Ahora Madrid propuso la resignificación del monumento en la misma línea. Pasaría a llamarse Arco de la Memoria (la avenida donde está se llamaba del Arco de la Victoria y, desde 2017, se denomina de la Memoria). La idea era convertirla en un símbolo de concordia que acogiese una exposición permanente sobre la guerra.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, sin embargo, ha apelado en diversas ocasiones a la Ley de Memoria Democrática para pedir que se elimine el monumento. El pasado mes de junio, la asociación memorialista presentó una denuncia ante la Fiscalía General del Estado contra el Rectorado de la Universidad Complutense de Madrid por mantenerlo.
En este sentido, el monumento aparece en el mapa de Debería Desaparecer, una iniciativa de la Fundación Jesús Pereda (CCOO) que lista los símbolos que deberían ser retirados en relación con las leyes de memoria de 2007 y 2022. En las últimas elecciones autonómicas, la coalición formada por Podemos-IU-Izquierda Verde planteó también el desmontaje y sustitución por un memorial a las víctimas del franquismo.
Todo lo que rodea al arco es polémico desde hace años –es, quizá, el mayor monumento fascista que queda en pie en Madrid– como demuestra la indignación que levantó en redes sociales una publicación “turística” del Ayuntamiento sobre el arco –emojis incluidos–. Su carácter indisimuladamente franquista está, probablemente, detrás de que distintas administraciones hayan dejado pasar hasta la fecha el fantasma del arco del triunfo en plena entrada de Madrid, razón por la que actualmente se encuentra en un avanzado estado de deterioro.
El Artículo 35 de la Ley 20/2022, de Memoria Democrática considera elementos contrarios a la memoria democrática a las edificaciones, construcciones, escudos, insignias y placas que realicen menciones conmemorativas en exaltación de la sublevación militar, la Dictadura, sus líderes, participantes en el sistema represivo o las organizaciones que apoyaron al régimen. Por otro lado, cualquier solución debe pasar por tener en cuanta las restricciones patrimoniales de su declaración BIC. Ahora, al Ayuntamiento no le quedará más remedio que planificar un destino para el mismo y lo que es seguro es que seguiremos hablando del monumento durante los próximos meses.
El monumento, construido a la forma de los arcos romanos (con cuádriga conducida por Minerva), tiene más de cuarenta metros de altura y en sus inscripciones se puede leer “A los ejércitos aquí victoriosos, la inteligencia que siempre es vencedora dedicó este monumento”, además de “Fundada por la generosidad del rey, restaurada por el caudillo de los españoles, la sede de los estudios matritenses florece en la presencia de Dios.” Palabras que suelen atribuirse a Pedro Laín Entrialgo.
El arco es obra de los arquitectos Modesto López Otero y Pascual Bravo Sanfeliú. Los elementos ornamentales del entorno, de los escultores Moisés de Huerta (frisos alegóricos), Ramón Arregui (Cuadriga de Minerva) y José Ortells.
La idea surgió en la inmediata posguerra y se planteó que incluyera una estatua ecuestre de Francisco Franco (que se llevó a cabo, pero se colocó frente al Ministerio de la Vivienda). Cuando se levantó, entre los años 1950 y 1956, se eligió la ubicación para señalizar la entrada de las tropas de Franco y la simbólica batalla de Ciudad Universitaria.
Durante mucho tiempo, los madrileños se refirieron al arco jocosamente como el Laurel de Paco, en referencia al dictador y a la desaparecida fábrica de cerveza El laurel de Baco, que se ubicó en la Moncloa hasta la guerra.