Por las corralas de Malasaña y Conde Duque
Un corral es un sitio o lugar que hay en las casas, o en el campo, cercado y descubierto que sirve para distintos usos. También se llamaron así en Madrid a aquellas casas, patios o teatros donde se representaban comedias y se les dio este nombre porque antiguamente estaban al descubierto.
En el Plano de Texeira (1656) podemos ver ya cómo en el interior de muchas casas madrileñas había patios que tenían distintos usos. Hoy en día, existen, todavía, cientos de corralas. Madrid mantiene edificios con este tipo de estructuras, que son testimonio de lo que ha sido un estilo de la vida en esta ciudad.
A finales del siglo XIX había en el llamado distrito de Universidad alrededor de 78 casas de vecindad o corralas, según dejó indicado el doctor húngaro Philippe Hauser, quien constató el hacinamiento habitual en este tipo de viviendas de gente humilde, indicando que en ellas vivían 8.372 personas.
En el total de Madrid, Hauser contabilizaba por aquel entonces 438 viviendas de corredor -es probable que hubiera más- y, según indica, sólo en los ya desaparecidos distritos de Inclusa -Lavapiés y parte de Arganzuela- (120) y Latina (89) había más corralas que en Universidad.
En la actualidad, aunque al hablar de las corralas madrileñas que siguen en pie inmediatamente pensamos en zonas como Lavapiés, El Rastro o La Latina, lo cierto es que de las 78 que apuntaba Hauser que había en Universidad a las puertas del penúltimo cambio de siglo, a día de hoy quedarían en Malasaña y Conde Duque, más de una veintena, cuyo rastro hemos seguido y que situamos en el siguiente mapa:
(Pincha sobre cada punto para ver localización, una pequeña explicación y una fotografía de cada corrala)
Localizar corralas desde la calle no es sencillo ya que, a menudo, su exterior ofrece pocas pistas. La altura podría ser un indicativo para lograrlo, aunque no siempre fiable: los edificios más antiguos de la zona son los de menor altura y hay más posibilidad de que alberguen insospechados patios interiores, alrededor de los cuales se construían varias plantas articuladas en torno a ellos, con las habitaciones abiertas a corredores sostenidos por columnas y zapatas de madera. Para visitarlas, casi siempre, hay que traspasar la puerta de un edificio que en su interior da a viviendas particulares.
La vida en las corralas
La vida en las corralas
Literatos como Baroja, Galdós o Barea dejaron en alguna de sus obras literarias y ensayos constancia de cómo eran las corralas de antaño y pistas sobre sus habitantes.
“Era la Corrala un mundo en pequeño, agitado y febril, que bullía como una gusanera. Allí se trabajaba, se holgaba, se bebía, se ayunaba, se moría de hambre; allí se construían muebles, se falsificaban antigüedades, se zurcían bordados antiguos, se fabricaban buñuelos, se componían porcelanas rotas, se concertaban robos, se prostituían mujeres. Era la Corrala un microcosmo; […] allí había hombres que lo eran todo, y no eran nada: medio sabios, medio herreros, medio carpinteros, medio albañiles, medio comerciantes y medio ladrones” (La busca, Pío Baroja)
(Pincha sobre cada fotografía para verlas ampliadas y consultar su localización / Imágenes: Somos Malasaña)
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