Comer en bares y restaurantes de Malasaña, además de otros apuntes gastronómicos.
Por Lu
Malasaña, el barrio cuqui, el barrio de tendencia, el barrio de Más Madrid, el barrio denostado por sus modas y, al final, por el que todos quieren pasar: todo eso es Malasaña, pero, sobre todo, Malasaña es un barrio y, como tal, tiene cosas de barrio, por más que se hable de gentrificación, de que solo hay turistas, de que no hay nada tradicional o propio… Malasaña sigue siendo un barrio y tiene muchas características de este tipo de aglomerados, como conocer y saludar a buena parte de la población por sus calles o como bares de barrio, al menos uno en cada calle grande, donde los parroquianos bajan a tomarse una cervecita con tapa y a disfrutar de una conversación ligera con el camarero o a ver un partido en TV de gran tamaño. Los que tienen perros dejan que sus mascotas se huelan, cada día, mientras ellos hablan del tiempo, los que tenemos gatos, si vives en planta de tejados es posible que tengas relación a través de ellos con otras gentes de tu manzana.
Uno de nuestros gatos, Sfaccim, nos trajo minihamburguesas y un mechero que ponía «I’m your dealer» en uno de sus paseos por los tejados de nuestra manzana y, otra vez, se quiso perder y conocimos a una cantante de ópera rusa, de la que nos hicimos amigos, que nos ayudó a encontrarlo y a un vecino que, tras llamarlo repetidamente enfrente de su balcón, donde había un edificio en construcción y se encontraba Sfaccim, a la 1:00 de la mañana dijo «Basta ya con tanto Patxi, Patxi». Aunque Sfaccim no era vasco, era napolitano. Siempre hay interacción, por las buenas, o por las malas, si hay determinadas señoras mayores en tu edificio o jóvenes con alma maruja, seguramente tendrás algún encontronazo, como en cualquier barrio. Lupo, nuestro querido gato durante años, era de nuestra vecina, pero decidió quedarse a vivir con nosotros, y ganamos un gato y a una vecina encantadora y comprensiva, S. Y así todo.
Es un barrio, por más que se diga de todo, por más que se hable de cuestiones macroeconómicas que afectan, sin duda, pero quien está aquí sabe que esto es un barrio. Se habla mucho, bla, bla, bla, de que si no tiene alma, de que si no vive nadie aquí, pero quienes hablan están de paso, sí, vale, todos estamos de paso, me refiero a que están de paso por el barrio. Los que pasan y los que permanecen no se suelen tocar, ni siquiera se ven, es más, es como si los que vivimos aquí lo hiciéramos en una cuarta dimensión fuera del campo ocular de los visitantes, que solo tienen ojos para cosas diferentes a las que están acostumbrados a ver y no para los que volvemos, tan panchos, de hacer la compra.
Bueno, vaya rollo, un poco de música ochentera que escuchamos en la Cervecería La Almudayna. En este caso, evidentemente viene a cuento esta canción porque era una de las que sonaba en el establecimiento, pero estoy empezando a tener un problemita —en mi época, ñe, ñe, ñe… — con la música, lo siento, me he quedado encallada en el siglo pasado y encuentro pocas cosas (The Dø, Sleaford Mods, Idles…) que me hagan salir de él.
Vamos allá, la Cervecería La Almudayna es una cervecería que ofrece las cosas típicas de cualquier bar de barrio, pepitos, callos a la madrileña, oreja a la plancha, bravas, calamares y, aunque se llama La Almudayna, haciéndonos pensar en una apelación a los orígenes árabes de la palabra Almudena, luego tiene un mural con una panorámica de un paisaje típicamente gallego y ofrece pulpo y lacón y cerveza Estrella Damm (procedente de Barcelona). Yo pensaba que era Estrella Galicia, viendo el entorno, y me pregunto ¿por qué varias empresas cerveceras se llaman «Estrella»? Y veo que otras personas ya se lo han preguntado antes y en este blog encuentro la explicación, la cual resumo aquí: la estrella era el símbolo de los artesanos de la cerveza, símbolo necesario a causa del analfabetismo del momento —Edad Media, esa época tan apetecible en todos los sentidos (peste, Inquisición, oscuridad y «brujas» y libros quemados)—; si querías saber dónde había cerveza, debías seguir la estrella. Y el número de puntas de la estrella, que solía ser de 6 puntas, representaba los elementos necesarios para la correcta elaboración de la misma (el malteado, la cocción, la fermentación, el aire, el agua y el fuego).
Seguimos con la Cervecería La Almudayna, en ella no debemos dejarnos engañar por el nombre, aquí hay de todo, hay Galicia, hay Madrid, hay Barcelona… esto no está pensado por un creativo director de marketing, sino por alguien que quiere hacer algo contando con elementos que le gustan, sin más. Todo lo cual está estupendo y es precisamente lo que le da personalidad al lugar.
Y bueno, en el local, además de barriles cerveceros, tienen, entre la flora plástica, un sistema de abastecimiento tubular del que salen, a través de sus grifos, cervezas varias ¡incluso cerveza tostada y sidra!
Además de la flora que no necesita riego, el local está caracterizado por el mural de costas cantábricas previamente mencionado, cuatro teles, una con música y otras con programación del momento, me imagino que con fútbol a tope cuando sea necesario, máquina tragaperras y mobiliario de hostelería sencillo y práctico. La fauna es variada, gentes que pasaban por allí ajenos al barrio, otros que sí son del barrio, clientes habituales que van cenados para casa con las tapas, hombres solos que dejan a la parienta en casa o no tienen parienta, también jóvenes, mesas de señoras mayores con su cervecita y unas risas, dos vecinas que hablan de su trabajo mientras van pidiendo cervezas y, seguramente, llegarán a casa con ganas de dormir. Lo típico de un local de barrio. Aquí no hay postureo, aquí hemos venido a charlar, a tomar una cerveza con tapa y no a hablar de lo novedosísimo de ese plato increíble con el pescado en su punto justo de crudeza y esa guarnición sublime de chirivía, ¡y mira qué vajilla! Me encanta. No, hemos venido a charlar de nuestras cosas y, entre tanto, beber y si nos ponen una tapita pues mejor que mejor.
Y nada, vamos a por las cervezas. M. escoge un doble de Damm Mediterránea (3,50 €), porque él nació en el Mediterráááááneo, y se queda encantado con el resultado, amargor suave, frescura, nada de aromas extraños (no le suelen gustar las cervezas artesanales), ligereza, ¡lo que disfrutaría cualquier persona a la que le guste una caña típica!
Yo me decanto por una caña de Grimbergen (2,50 €), porque yo nací en el Cantááááábrico. Es una cerveza tostada belga con algo de piel de naranja amarga, caramelo, malta tostada, pan de centeno tostado, un punto mínimo de dulce, de golosina, de tofe y una espuma que, por desgracia, no tiene mucho cuerpo, se desmorona rápido por lo que no logré disfrutarla como hubiera querido. En cualquier caso, ¡estaba riquísima! Y estaba acompañada por una tapita que eran unas bolingas de pollo reconcentrado en sí mismo rebozadas con cereales y pan rallado, que bien, perfecto para acompañar las cervezas. ¡Es una tapa y a las tapas no les mires el diente, y aquí hemos venido a charlar!
Empezamos con un pepito de ternera (8 €), que está estupendo. Pan calentito y ligeramente crujiente, ¡no poliespán! sino pan de tipo de leña, bañado con el juguillo del filete, el cual es sabroso, suave y está en su punto de plancha. ¿Qué más se puede pedir de un pepito? Excelente, reconfortante, totalmente disfrutable. Al morderlo, el pan se rompe con un ligero crujido y, después, encuentras un punto fundido, que es la carne, que se deshilacha suavemente, uniéndose al pan en la boca para una sensación suculenta; algo simple a la par que delicioso.
Después, ½ de albóndigas (7 €). Una salsita ligera de cebolla y tomate con algún guisante y unas albóndigas un poquito secas pero que, bañadas en la salsa, se disfrutan perfectamente. Y dicha salsa, gracias a su abundancia, también sirve para bañar las patatas. Un plato sencillo, agradable, de sabor simple y delicado donde en la salsa prevalece la cebolla sobre el tomate, gracias a Dios, pues no soy nada partidaria de las salsas tomateras con carne, un toque sí, pero no mucho más, excepto en las tagliatelle alla bolognese, ahí transijo. Las albóndigas parecen hechas únicamente con carne de ternera, no parece que incluyan carne de cerdo, y no llevan ningún condimento interno destacable, son unas albóndigas algo recias pero su salsita, más rubia que otra cosa, las suaviza y las hace agradables, educadas y trabajadoras.
Y, para finalizar, una ración de pulpo a la gallega (22,50 €). Este plato fue el menos resultón, claramente este es un bar de barrio y se manifiesta en todo su esplendor en los alimentos típicos de un bar de barrio. Aquí las patatas estaban un pelín poco cocidas o eran malas de base, no eran unos cachelos en toda regla, con su arenosidad y su delicada acidez, eran unas patatas ramplonas. Y el pulpo no destacaba por nada, ni por su cocción, ni por su frescura, ni por el aderezo, es decir, el pimentón y el aceite, por nada. En conjunto se podía comer, pero no aportaba nada al mundo de los pulpos gallegos.
Y, para finalizar, probamos una cerveza Estrella Damm Inedit (3,50 €), por curiosidad. Según dicen en la explicación ha sido creada por los maestros cerveceros de Damm, Ferran (yo lo escribiría con acento, pero parece ser que no) Adrià y el equipo de sumilleres del Bulli. La describen como un coupage único de malta de cebada y trigo, aromatizada con cilantro, piel de naranja y regaliz. Por la descripción casi parece un vermú en lugar de una cerveza. Al probarla no siento notas de nada, sino que me recuerda a una Coronita con ínfulas o a un agua alimonada. Es una cerveza de esas que parecen aguadas y que pueden resultar frescas y refrescantes para quien las quiera o cuando el calor aprieta, a mí no me motivan en absoluto y me parece que no aportan nada de nada al mundo cervecero.
En resumen, la Cervecería La Almudayna es el típico bar de barrio, en este caso con una ventaja y es su estupenda selección de cervezas de grifo. Puedes disfrutar de platos tradicionales, reconfortantes, sencillos y baratos. Tiene una excelente relación calidad-precio para los platos propios de taberna. Es perfecta para ir solo a darle la chapa al camarero, en familia para que los niños correteen dándoles la turra a toda la gente del lugar, con amigos para disfrutar de unas tapas, unas risas y unas buenas cervezas, como te dé la gana, también es el lugar ideal para ver partidos, y desfogar con los mismos, supongo, pues tiene muchas televisiones.
La Cervecería La Almudayna se encuentra en la calle del Espíritu Santo 5.
Malasaña, el barrio cuqui, el barrio de tendencia, el barrio de Más Madrid, el barrio denostado por sus modas y, al final, por el que todos quieren pasar: todo eso es Malasaña, pero, sobre todo, Malasaña es un barrio y, como tal, tiene cosas de barrio, por más que se hable de gentrificación, de que solo hay turistas, de que no hay nada tradicional o propio… Malasaña sigue siendo un barrio y tiene muchas características de este tipo de aglomerados, como conocer y saludar a buena parte de la población por sus calles o como bares de barrio, al menos uno en cada calle grande, donde los parroquianos bajan a tomarse una cervecita con tapa y a disfrutar de una conversación ligera con el camarero o a ver un partido en TV de gran tamaño. Los que tienen perros dejan que sus mascotas se huelan, cada día, mientras ellos hablan del tiempo, los que tenemos gatos, si vives en planta de tejados es posible que tengas relación a través de ellos con otras gentes de tu manzana.
Uno de nuestros gatos, Sfaccim, nos trajo minihamburguesas y un mechero que ponía «I’m your dealer» en uno de sus paseos por los tejados de nuestra manzana y, otra vez, se quiso perder y conocimos a una cantante de ópera rusa, de la que nos hicimos amigos, que nos ayudó a encontrarlo y a un vecino que, tras llamarlo repetidamente enfrente de su balcón, donde había un edificio en construcción y se encontraba Sfaccim, a la 1:00 de la mañana dijo «Basta ya con tanto Patxi, Patxi». Aunque Sfaccim no era vasco, era napolitano. Siempre hay interacción, por las buenas, o por las malas, si hay determinadas señoras mayores en tu edificio o jóvenes con alma maruja, seguramente tendrás algún encontronazo, como en cualquier barrio. Lupo, nuestro querido gato durante años, era de nuestra vecina, pero decidió quedarse a vivir con nosotros, y ganamos un gato y a una vecina encantadora y comprensiva, S. Y así todo.