La Caleta, gusto sencillo

El verano siempre me pilla de improviso. Estoy «trabaja negro trabaja y vive de tu sudor» todo el año y llega el verano y sigo igual pero tengo una cierta sensación febril, ahí me doy cuenta de que ha llegado el periodo estival, el cual siempre me pilla en mal momento.

https://www.youtube.com/watch?v=NHcLUaO9gWk

Ah, el verano, esa estación tan guapa en la que sales a la calle y no ves porque el astro rey se pone impertinente, sudas como un camionero transportando tomates mientras atraviesa el desierto del Sahara y te sientes inflamado, profundamente inflamado, todo tú eres una inflamación. ¡Qué bien el verano, el veranito!

Bueno, pues nada, buscando el mar entre el cemento acabamos en La Caleta. Por incapacidad física y mental a causa del calor nos resultaba difícil subirnos a una azotea piscinosa, así que nos conformamos con algo a pie de calle, a lo que pudiéramos llegar reptando y que nos hiciera sentirnos como en Cádiz. Los retratos de Camarón, las sillas de enea pintadas de blanco, los farolillos marroquíes, los carteles de toreros y de flamencas hicieron el resto, pero sobre todo un aire acondicionado portátil que se convertía en brisa marina si cerrabas los ojos. Sí, era mejor cerrar los ojos, pues el tremendo mamotreto acondicionador —situado en medio del salón— parecía más bien una cápsula de teletransporte que te iba a engullir e introducir en un bucle espaciotemporal del que no saldrías jamás. Daba miedo, no era muy discreto, era un aire acondicionado prepotente, vamos el típico aire acondicionado chulito de playa. Lo han hecho aposta para dar ambiente.

Vamos a lo importante. De primero nos ponen unas zanahorias aliñásaliñás para picar, con comino, orégano y ajo como base del aliño; para mi gusto poco aliñadas y excesivamente blandas, pero bueno, ya se sabe, a zanahorias regaladas no les mires el diente. Así que nada, no les miro el diente y paso palabra.

Nos ponen una ración de pan y picos, ambos correctos, los picos con ajonjolí, como debe ser (es decir, como a mí me gustan).

Y, aunque tienen atún rojo y otras cositas que podrían ser interesantes, preferimos decantarnos por las frituras. De atún rojo probamos alguna vez algo en La Caleta de la zona de Antón Martín —pues hay varias playas gaditanas en Madrid— y no nos gustó mucho, es más, nada.

Para beber, obviamente, 2 copas de manzanilla La Guita (2,5 €/copa), un generoso seco, mineral, salino y bastante fuertecito al comenzar, luego ya, la boca y el cerebro se acostumbran y lo disfrutan en todo su frescor.

Bien, pedimos una ración de calamares (8,80 €). Y es verlos y volverme a mirar el aire acondicionado-Curro-Jiménez-galáctico; estos, con su forma, me recuerdan a un nanoovni de última generación, junto con el teletransportador acondicionado hacen una pareja ideal. El que el local se encuentre en Calle Luna 12 puede influir en todo esto. Están bien, fritura ligera, delicada, con harina de garbanzos y harina de trigo, textura agradable y sin exceso de grasa. Presentación típica en «cucurucho» de papel, práctico sistema absorbegrasas y friegaplatosfree.

Venga, vamos, ahora 1 copa de Alfonso oloroso seco de González Byass (3 €) y 1 copa de amontillado seco de 12 años, Viña AB 12, también de González Byass (3,50 €), ambos estupendos, el amontillado más pungente, con más toque salino y el oloroso más acaramelado pero también con delicado matiz mineral. Muy ricos ambos.

Seguimos con otros cefalópodos, ahora más pequeños, una ración de puntillitas (14,50 €), es decir, sepias de una variedad que tienen un tamaño más reducido que la sepia común. No son pezqueñines y tienen, también, otras denominaciones en el sur, «chopitos» o «calamaritos», aunque en realidad no son calamares pero ¡¿qué nos importa?! Bien fritos, crujientes, pelín insípidos.

Seguimos con nuestras frituras, ahora toca bienmesabe (9,90 €), es decir, cazón adobado. El cazón es una variedad pequeña de tiburón pero si lo ves rebozado y frito no te da miedo ni nada. Es un pez de carne blanca y prieta algo similar, con sus diferencias, a la del rape —el cual es bastante más fino— y se hace macerar en un adobo a base de pimentón dulce, ajo, orégano, comino y vinagre. Luego se reboza en harina y se fríe. Este tenía un adobo agradable, nada invasivo y, de nuevo, la fritura, bien.

Los postres no nos convencen pero, amablemente, nos regalan 2 copas de Pedro Ximénez de bodegas Osborne. Dulzor a tutiplén, un zumo de pasas en toda regla. Muy reconfortante.

Bueno, ya está olvidado el trabajo y ahora estoy en modo (por partida doble, como el vídeo)…

https://www.youtube.com/watch?v=dAEntZxWP-Y

Está bien, la bebida nunca defrauda. No sé poner dos rombos pero los pondría para que no lean la frase anterior los niños, siempre inocentes, sí.

Una cosa destacable de La Caleta de nuestro barrio es que las dos veces que hemos ido siempre hemos encontrado a gente con pocos recursos comiendo por un importe simbólico. Es loable por su parte que tengan esa filosofía de ayuda.

En cuanto a la cuestión gastronómica, creo que su matriz, situada en Antón Martín, tiene mejor calidad, aunque si deseas comida reconfortante, sus frituras siempre resultan agradables. No te esperes un maravilloso saborón estupendo a pescado fresco, sino una fritura sencilla, sin mayores complicaciones, nada pesada. Está perfecto como sitio para picotear con amigos y darse a los generosos. 

Web: www.lacaletagaditana.es

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