La Carbonera, bar de quesos ricos

Tras la recomendación de A., hemos ido, M. y yo, a un establecimiento recientemente abierto (hace unos 2 meses) y al que le auguro un futuro prometedor, siempre que continúe por el camino que va. Se denomina La Carbonera, aunque no he entendido el porqué, visto que no está bajo el nivel de calle, que es donde se solían situar dichos espacios, y se autodefine como “bar de quesos”, con respecto a esto sí he entendido el porqué (me congratulo).

Como música de acompañamiento os pongo a Bigott, grupo zaragozano que me descubrieron esta Semana Santa L. y R. en una maravillosa cena (¡gracitas!) y no paro de escuchar. ¡Qué voz, qué letras más locas y qué vídeos más surrealistas! Me gusta y acompaña muy bien el ambiente relajado que tiene La Carbonera.

https://vimeo.com/60242465

El local está arreglado al gusto actual, es decir, colores claros, iluminación indirecta (que para las fotos es terribilis), reciclaje de mesas y sillas del mundo mundial… Pero todo ello con un toque personal que lo aleja del estilo más estandarizado. Además, ofrecen, en un rincón muy chulo, objetos decorativos bonitos y mobiliario original que está a la venta.

Le comento a M. que, para beber, lo mejor sería un cava o un champán (tienen dos en la carta), ya que con los quesos es la opción más afortunada. El cava y el champán “limpian” muy bien la boca aportando frescor, lo cual es perfecto para pasar de un queso a otro sin que la bebida interfiera, con su potencia, en los sabores de los mismos. Pero a M. le apetece un tinto, así que nada, vamos a por el tinto, un Enrique Mendoza (16 euros), uva pinot noir, de Alicante. Es un vino curioso, color rubí, tiene notas minerales y, a mi modo de ver, un punto cítrico que lo hace especialmente interesante para combinar con el queso; además, los taninos no son muy marcados, por lo que no se superpone en exceso al gusto de los diversos quesos. Solicito jarra de agua y, como no tienen, nos traen vasos, ¡bien!

Para picar, nos ponen unos trocitos de queso grana padano con miel y romero, ¡riquísimo! El sabor intenso del queso dulcificado con la miel y con el matiz aromático extra del romero resulta delicioso. ¡Ojito con los palillos, son bien guapinos!

De primero elegimos una tabla de 4 quesos (19 €), que se deben escoger dentro de las raciones que ofrecen en la carta. La presentación excelente: los cuatro quesos cortados, en el centro frutos secos, arándanos, moras y un higo seco, todo lo cual potencia y/o contrasta con los diversos quesos a las mil maravillas. Vamos por partes, empezamos con un Stilton Colston (leche cruda de vaca - 24 meses de curación), uno de los pocos quesos británicos con Denominación de Origen Protegida; curiosamente este es color naranja, algo que nos es muy típico en un queso azul. Los quesos adquieren color naranja o por las hierbas (cargadas de betacaroteno) que comen las vacas que dan la leche para hacerlos o se tiñen con achiote, un colorante natural, para que resulten más atractivos a la vista (algo que se hace especialmente en Gran Bretaña y EE. UU.). Este queso resulta delicioso, recuerda un poco a un queso asturiano, el tres leches de Pría, pero con un sabor algo menos salino y más potente. ¡Riquísimo! No necesita compañía, solo pan. Elegimos también queso El Cordel, de leche cruda de oveja y con 12 meses de curación, un manchego típico. Sabor intenso pero sin la potencia que cabría esperar de 12 meses de curación, es equilibrado, con leves notas de cereales. Va perfecto acompañado con la riquísima confitura de grosellas que incluyen con la tabla de quesos. Después un queso de leche de cabra pasteurizada Cabezuela curado, ¡fantástico!, cremoso, picante y con pequeño toque de frutos secos, delicioso dando un mordisquito al higo seco incluido en el plato de presentación. Y, finalmente, un brie, cuya denominación no recuerdo, pero que resulta mantecoso, delicadamente picante, con un exquisito y penetrante aroma; perfecto para tomarlo con los frutos secos y un toquecito de arándano. En resumen, la tabla de quesos es un gustazo, por presentación, calidad y acompañamientos.

El pan, en este lugar, está muy cuidado. La cesta de pan que nos pusieron llevaba diversos tipos de panes de cereales, con y sin pasas y frutos secos, y pan de hogaza de miga prieta y elástica y corteza sabrosa, así como unos grissini. Cumple perfectamente su función de acompañamiento y realce de los quesos, al igual que la confitura de grosellas (deliciosa).

Después pedimos una tosta (nos costó elegir, eran todas de lo más apetecibles) de calabacines asados con sardina ahumada y pesto de limóntosta (5,50 €). El contraste del dulce del calabacín con el cítrico del pesto y la sardina ahumada aportando potencia la convierten en una tosta de 10. El pesto con limón, que parecía totalmente casero, era todo un acierto. El pan integral excelente. Y, como veis, ahí en una esquinita estaban los Humberts Boys. Les pregunto “¿qué tal?”. Me responde Humbert I, “mal, me duele la cabeza, tengo que ir al médico”. Le comento, “¿por un dolor de cabeza tienes que ir al médico? ¿No te parece un poco exagerado?”. “Estas cosas hay que controlarlas y monitorizarlas. Un dolor de cabeza puede ser el reflejo de un problema más grave”, dice Humbert I todo digno. “Yo, de verdad, no entiendo a los que piensan como tú; vais al médico para cualquier cosa, para el cuerpo, para la cabeza… Necesitáis que alguien os solucione el más mínimo dolor, la más mínima preocupación, el menor problemita mental… Me aburrís”, le comento sin acritud.  A Humbert I se le encrespan los pelos, “¿crees que no es justo utilizar la sanidad que pagamos?”, me dice. “No es justo utilizarla sin sentido. Estamos en un mundo que parece que necesitamos asistencia para todo, Twitter te sugiere qué te puede gustar, hay aplicaciones de móvil hasta para sonarse los mocos (no la busquéis, esta es información no contrastada), la gente no aguanta el más mínimo dolor sin la asistencia de un médico, psicólogo o lo que sea. Estamos totalmente infantilizados, necesitamos ayuda para todo. Vivimos en un mundo asistencial. ¿Qué nos pasa?”, le sermoneo. Humbert I me grita “infantil tú, que vives en los mundos de Yupi y se te nota”. “Uuhh, ok, vale, esto ya lo he oído antes; lo que tú digas,” le respondo y me doy a la bebida esperando que desaparezca (y desaparece, ¡hurra!). Que conste que, en la foto, a los Humberts los he desenfocado a posta, para que vayan al oculista cuando se vean...

Bueno, bueno, bueno… finalmente un lugar donde una bonita estética no conlleva una cocina insulsa. La calidad y la relación calidad/precio de La Carbonera es excelente. Recomiendo este establecimiento, sin duda, para los aficionados al queso, para ir con amigos, en plan compartir, y para darse un gusto disfrutando de ingredientes selectos en Malasaña (lo cual no es tan fácil). Es un auténtico placer que abran sitios donde se cuida la materia prima, la presentación y la decoración.

  • La Carbonera, Calle Bernardo López García 11, Tel. 657 99 26 85. Horario: de martes a jueves de 19.00 a 00.00. Viernes y sábados de 12.00 a 17.00 y de 19.00 a 00.45. Domingos de 12.00 a 17.00. Facebook