Luna Rossa, auténtica pizza napolitana en Malasaña

Aquí estamos, un napolitano y una asturiana dirigiéndose al Luna Rossa en busca de una auténtica pizza napolitana. Si queréis saber en qué consiste una pizza napolitana, aquí doy una breve explicación. Lo básico: masa muy fina, suave y jugosa en el interior y borde ancho, esponjoso y con el típico aroma y sabor que deja la elaboración en horno de leña (¡prohibido el eléctrico!). En cuanto a condimentos, la pizza napolitana por excelencia es la Margherita: tomate, mozzarella y albahaca.

Para amenizar musical y visualmente esta crónica, os dejo aquí una escena de Los Soprano en la que el tío Junior se pone nostálgico y canta Core ‘ngrato, también conocida por Catarì. Esta canción se la dedica un calabrés, que estudió en Nápoles y luego emigró a Nueva York, a su amada (Catarì), que debió ser algo ingrata con él, de ahí el título y la historia. La hizo famosa Caruso y la cantaron todos los tenores más importantes del siglo XX, incluidos los españoles. Esta versión no posee la calidad musical que tendría si la cantara alguno de los grandes pero sí transmite la melancolía típica de los emigrantes napolitanos cuando piensan en su tierra, en sus orígenes.

Una premisa: si hay algo que caracteriza profundamente a los napolitanos es que la globalización no les afecta en absoluto, ellos viven su napolitanismo con una convicción francamente loable, son otro mundo dentro de Europa. Sabiendo esto, la decoración del local debo decir que es muy como los napolitanos decoran sus restaurantes, especialmente los emigrantes, que tratan de reflejar en sus paredes la vida napolitana. Un ejemplo claro podría ser esto. Esta pizzería, sita en Milán, es de un amigo de M. y tiene la mejor pizza de la ciudad y una decoración que me atrevería a denominar como “rococó contemporáneo napolitano”: frescos que representan las bulliciosas y desordenadas callejuelas de Nápoles, falsos balcones, pulchinelas, cuernos rojos para la buena fortuna… Aquí, en Luna Rossa tenemos no un rococó pero sí un barroco rústico contemporáneo napolitano caracterizado, en este caso, por: falsos balcones, aire mesonil, cuadros evocadores (véase cuadro del Maschio Angioino, castillo emblemático de la ciudad y, de fondo, el indefectible Vesubio), retratos de mitos napolitanos, como Massimo Troisi (el actor de El Cartero de Pablo Neruda) y Totò (un cómico adorado en Nápoles), ¡echo en falta a Maradona!, riestras de ajos y tomates, mesas y sillas recias, botellas de ese chianti que va con un abriguín de paja para no coger frío o calor según la fecha del año… Está claro que a Luna Rossa no ha llegado la moda retro, ni industrial, ni cuqui, ni nada parecido; ellos viven their own way, y viven bien así, visto que este restaurante lleva abierto desde hace 21 años.

Para beber dudo si pedir vino que, para acompañar pizza, sería un blanco, pues tengo muy mala experiencia con los vinos que ofrecen en las pizzerías napolitanas. Realmente lo más propio para la pizza es la cerveza, pero ya sabéis que a mí me gusta la cerveza negra, que no va en absoluto con la pizza, o la rubia totalmente artesanal (véase sin burbujas y turbia), y no creo que aquí tengan. Finalmente me decido, ¡estamos de celebración!, así que un Mastro Bianco (18,00 €). Vino campano de uvas Falanghina, Fiano, Coda di Volpe, Greco. En un primer momento resulta duro y ácido con ligeras notas florales, muy en el estilo de los vinos de pizzería partenopea, después, ya abierto, parece que se dulcifica y acaba armonizando bien con la pizza, aunque no es nada destacable. Nos ponen para picar unas enormes aceitunas verdes. Nos ponen, también, pan (2 €) y pedimos jarra de agua pero nos traen botella de 1 l (3,20 €); está claro que la moda ecológica aquí no ha entrado, ¡vaya!

Para empezar, sabiendo que las pizzas son grandecitas, pedimos un entrante ligero, marinati (14,50 €). La traducción, como ya habréis adivinado, sería “marinados” y el plato consiste en pez espada con hinojo y salmón con pimienta roja marinados en limón con lecho de lechuga. La verdad es que estéticamente no resulta atractivo pero su sabor es fresco, cítrico, con el hinojo aportando una nota anisada al pez espada y la pimienta roja un matiz picante al salmón. Un plato simple, agradable, perfecto para el verano, donde el pescado no es lo que prevalece sino el frescor y la fragancia cítrica.

Después M. pide una pizza DOP (13,90 €). La pizza D.O.P. (Denominazione di Origine Protetta) es una pizza margarita en la que los ingredientes y la elaboración cumplen con los preceptos de la auténtica pizza napolitana. Es decir, los ingredientes son mozzarella de búfala, tomates San Marzano y albahaca y se elabora en horno de leña. La pizza está realizada conforme a los cánones, masa fina y jugosa en su interior y el cornicione (borde) esponjoso y un poquito churruscado desprendiendo aroma a horno de leña. Además, no racanean con la albahaca, ponen cuatro hojas grandes. En Nápoles a veces ponen solo una. Está realmente sabrosa, aunque M. pone la pega de que el tomate resulta demasiado dulce; él es de tomate más ácido. La marca que utilizan es La Torrente, una muy típica de Nápoles, y nos explica la persona que atiende que eligen este por contrastar mejor con la acidez de la mozzarella. También nos habla de que él lleva varios años en Madrid y nos dice esta es una “città a misura d’uomo”, es decir, una ciudad a la medida del hombre. Yo, viendo la suciedad de nuestro barrio, empiezo a pensar que es más a medida de rata, pero cada uno tiene su visión. A pesar de los matices en cuanto a gustos, la pizza margherita está realmente muy bien.

Y yo elijo una pizza bianca, es decir, sin salsa de tomate, una quattro formaggi (12,50 €). Como la anterior, tanto la masa interna como el borde están en su punto, pero esta está condimentada con gorgonzola, queso ahumado, parmesano y mozzarella. Sabrosa, con el matiz picante e intenso del gorgonzola, unas notas de ahumado y textura cremosa para convertirla en una pizza de 10. ¡Riquísima! Maravillosa totalis, a pesar de que la foto no le haga justicia.

No pensábamos tomar postre, estábamos ahítos, pero al ver en la carta la pizza Golosa (9,00 €), no me pude resistir, eso sí, la pedimos en tamaño más reducido que la pizza normal. ¡Pizza con Nutella, viva viva! Una herejía, a nivel teórico, para M. que, a nivel práctico, se ha convertido en algo indispensable en su lista de postres napolitanos. Deliciosa masa de pizza recién hecha, calentita, con suave Nutella y un poquito de azúcar glas espolvoreado. ¡La perdición para los amantes de la Nutella, chocolateros en general y aficionados a la masa de pizza suave y delicada! Una vez más, los napolitanos pasan del brownie y se imponen con una versión dulce de uno de los platos más típicos de la gastronomía del lugar. Ellos a su bola, empiezo a pensar que los asturianos y los napolitanos tenemos algo en común.

Como podéis ver, ahí están los Humberts, los cuales le sorprendieron a quien nos atendía, que creyó los habían puesto en cocina e iba a montarles una… Le aclaramos que era cosa nuestra, que son unos amigos (?). Humbert II ronca plácidamente, mientras Humbert I se comporta conforme a su agitación normal. Dice que había quedado en hacer una cosa y no va a poder cumplir con su promesa. Le comento que eso me parece fatal. “¿Tú quién eres para juzgarme? Uno a veces dice cosas, queda en hacer cosas, establece compromisos que luego se ve incapaz de cumplir por los más diversos motivos. ¿No lo entiendes?”, me dice rabiosito. “Sí, lo entiendo, pero, es que yo soy cuadrada, si quedo en algo lo cumplo y basta, aunque me deje la piel en ello”, le digo hecha toda una Sra. de principios. “Claro, ella siempre tan estupenda, ella que dice lo que hace, que es coherente, que cumple con sus cositas, que es responsable, que es orgullosa, a la que la vida le pasa de lado…”, me dice con retintín. “A mí la vida suele pasarme más por encima que de lado, aunque mi aspecto y/o actitud pueda desmentir esta realidad”, le comento haciéndome la interesante. “Sí, claro, además eres una luchadora, eres lo más de lo más”, me dice Humbert I ya muerto de risa. “Psi, lo más de lo más viviendo la vida de los demás, que es a lo que me dedico normalmente”, digo desmoronándome un poquito. “Ciao bambina”, me dice en modo soberbio-galán de cine italiano, tipo Mastroianni. “Ciao Humbert I”, le respondo mientras se va hacia la puerta del restaurante crecido, Humbert II a su lado parece su perro.

Para finalizar, nos ofrecen limoncellolimoncello y mandarinetto mandarinettocaseros. Ambos muy aromáticos, el primero con fuertes notas cítricas y el segundo con un punto amargo. Realmente excelentes, se nota que no son los típicos comerciales, son mucho más “salvajes” y mucho más sabrosos. Una delicia digestiva.

Sin duda, este lugar es el sitio perfecto para tomar, en Malasaña (y casi ampliaría el área a todo Madrid), lo más parecido a una auténtica pizza napolitana y disfrutar de ese ambiente curioso, de otros tiempos, que crea el napolitanismo en todo su ser. La carta es amplia y variada y tiene muchos platos apetecibles.