La epidemia del coronavirus, a la que todo el planeta se está enfrentando, cuestiona nuestro modo y ritmo de vida, manera de relacionarnos y prioridades. Sólo una pandemia mundial ha sido capaz de pausar una maquinaria que iba cada vez más rápido. En un momento en el que todo debe ser replanteado, y donde hay que atender lo que ya habíamos olvidado, la necesidad de tener un espacio público diseñado y pensado para las personas irrumpe en la agenda con un escenario de “nueva normalidad” que supone un reto multidisciplinar.
Parece de sentido común reivindicar que la ciudad que queremos es aquella en la que podamos volver a pasear; y hacerlo de manera segura, con un espacio público pensado para quienes nos relacionamos en él y no solo para quien lo utiliza como soporte para el transporte de punto a punto. Entender la ciudad así, desde una perspectiva feminista, arroja luz y respuestas a los retos que tenemos encima de la mesa.
El pasado fin de semana muchas personas mostraron en redes sociales su miedo ante lo que algunos tacharon de “irresponsabilidad” en la vuelta de los niños y niñas a las calles en paseos acotados. Una vuelta que, en Madrid, se hizo con los parques, plazas y zonas verdes cerradas, pese a lo cual de forma generalizada se cumplió con las medidas de seguridad. Madrid supo adaptarse mejor a la vuelta al trabajo que a la de los cuidados, lo que evidencia que tenemos una ciudad que ha sido pensada solo para unos aspectos concretos de la vida, olvidando el resto. La subordinación e invisibilización de los cuidados ha quedado también reflejada en unos servicios sociales municipales que se han visto desbordados, y que han tenido que darse la mano con centenares de iniciativas vecinales y asociativas, que han nacido al calor del confinamiento y han tejido redes cuando más difícil parecía (desafortunadamente sin la necesaria complicidad del Gobierno municipal, que a ha renunciado a una coordinación general con este tipo de iniciativas, por su patológica incomprensión hacia el movimiento vecinal y asociativo) .
El reto que plantea la desescalada puede, por tanto, ser una oportunidad para un modelo más seguro y sostenible de ciudad. En este sentido, desde Más Madrid, hemos puesto un paquete de medidas en la mesa, para que la vuelta en Chamberí nos devuelva unos barrios más seguros y humanizados, unas medidas que son de bajo coste y de fácil aplicación, que dibujan una ciudad a la altura de otras ciudades europeas, y que exprime lo mejor que tenemos. Los parques y jardines, desde los del Canal de Isabel II hasta los pequeños espacios ajardinados de Chamberí, no pueden seguir cerrados mientras se exige a la ciudadanía guardar la lógica distancia de seguridad; no tiene sentido mantener amplios espacios para los coches -que ya no pasan- mientras obligamos a las personas a arrinconarse en aceras. cuando además ya venimos de un tiempo en que debíamos buscar e impulsar nuevos modelos de movilidad que conjuguen la eficacia y la sostenibilidad -estudios científicos relacionan la alta contaminación, no sólo con el aumento de enfermedades respiratorias y cardíacas, sino también con una mayor probabilidad de propagación y virulencia de epidemias como la del coronavirus- .
El uso de la bicicleta como medio de transporte ya es una normalidad en la mayoría de ciudades europeas y, afortunadamente, cada vez más en Madrid donde hace pocos años era impensable circular por Atocha o Gran Vía. Si, además, tenemos en cuenta que progresivamente las calles se irán llenando de gente, no tiene sentido que lo hagan aumentando de nuevo la contaminación o en transportes públicos que verán limitada su capacidad de transportar viajeros. Estos mismos ejes, con amplios espacios para el paso de vehículos, necesitan también ser rediseñados en esta nueva etapa. La calle Bravo Murillo, con casi 30 metros de amplitud, cuenta actualmente con siete carriles destinados al coche dejando, nuevamente, al peatón en un segundo plano. Un reparto racional del espacio público mantendría una banda de aparcamiento, un carril bus con todas sus paradas actuales del lado de los números impares, un carril de tráfico general y un nuevo carril bici bidireccional, de manera que se garantizaría la compatibilidad del tráfico rodado con las necesidades de espacio peatonal y de dispersión en esta la nueva situación. El modelo que funciona en la calle Fuencarral es una buena prueba de que es posible y, sobre todo, exitoso. Centenares de vecinos han disfrutado de un nuevo espacio en el corazón de Madrid.
Vivimos tiempos tan extraños que tendremos que volver a aprender a vivir mejor, de manera más sensata, cooperando y apostando por hacerlo en entornos más saludables y seguros. Asistimos al momento idóneo para revertir la normalidad impuesta. El reto que plantea la desescalada puede ser una oportunidad para impulsar modelo más seguro y sostenible de ciudad y para apostar de manera definitiva por un sistema de cuidados transversal que incida en el diseño de nuestros barrios y que no olvide, de nuevo, que el principal valor de las ciudades son las personas que las habitan.
Firman: Estrella Sánchez, concejala Más Madrid Chamberí, y Berta Gámez, vocal vecina Más Madrid Chamberí