A principios de este mes el Ayuntamiento de Barcelona decidía poner en marcha una prueba piloto: instalar lavabos portátiles (colocados por parejas, uno cerrado y adaptado a personas con discapacidad y otro de pie) en seis puntos del distrito de Ciutat Vella para evitar que las calles sean en sí un urinario.
Una medida que ha generado muchísima controversia, especialmente en las redes sociales, y que ha abierto el debate en otras ciudades importantes como Madrid, en los que la ausencia de aseos públicos han convertido muchos espacios del Centro en una suerte de urinarios al aire libre. En un artículo titulado En busca de un baño público en la capital, publicado por El País el 16 de agosto, Esteban Benito, presidente de la Asociación de Vecinos de Chueca (AVChueca) plantea el grave problema de higiene que supone para el barrio.
La escasez de baños públicos a los que recurrir (tan sólo existen 25 baños móviles repartidos por la ciudad y cuatro fijos en el Retiro) y la ausencia de multas o sanciones para los que deciden miccionar en plena vía pública (o incluso dentro de los portales de algunos vecinos, como ya denunció este medio en el pasado Orgullo LGTB) no ayudan precisamente a mejorar la situación. De hecho, algunos puntos del barrio son ya auténticos retretes a cielo abierto.
Benito apunta que las doce personas que viven en la Plaza de Chueca orinan desde hace años en la zona de árboles, lo que genera unos olores tan fuertes que obliga a los vecinos de los bajos a permanecer con las ventanas cerradas, incluso en plena ola de calor. En otros espacios como la Plaza de Vázquez de Mella o la Plaza de las Salesas, donde también residen algunos sintecho, sufren también problemas de orines y excrementos humanos.
Pero este problema no sólo está provocado por quienes viven en la calle. La verdadera piedra de toque está en los numerosos locales de copas que cierran sus puertas a las seis de la mañana «a esa hora todos los días te encuentras el barrio lleno de orines que se quedan concentrados», asegura el presidente de AVChueca. Restos que, sin baldeos en mojado, quedan depositados día tras día en la vía pública.
Benito no entiende que, si el artículo 14 de la Ordenanza de Limpieza de los Espacios Públicos y de Gestión de Residuos prohíbe de manera expresa en su apartado h) «satisfacer las necesidades fisiológicas en la vía pública o en cualquier otro espacio que no sea el destinado expresamente a tal fin» y lo tipifica como una falta grave con multas de entre 751 y 1.500 euros, la policía municipal no imponga sanciones a quienes lo vulneran.
Tal es el déficit de urinarios públicos que el Partido Socialista de Madrid incluyó dentro de su programa electoral para los últimos comicios municipales la incorporación de 90 aseos públicos más, que se ubicarían estratégicamente en aquellos puntos de mayor tránsito de peatones: zonas de ocio como Chueca, Malasaña, La Latina y Huertas, puntos turísticos como la Puerta del Sol, Ópera, Atocha, Callao o el Paseo del Prado; y mercadillos al aire libre, parques de recreo o Madrid Río.
Un servicio público desde mediados del siglo XIX
Los primeros aseos públicos llegaron a nuestra ciudad a mediados del siglo XI, de la mano del Duque de Sesto (que ocupó la alcaldía de Madrid durante siete años, entre 1857 y 1864). Con el propósito de dejar dejar como legado una capital limpia e higiénica, fue el primer responsable público en establecer multas para quienes orinaban en la calle: dos reales (unos 1.500 euros al cambio) y facilitó a los madrileños espacios para que no hicieran sus necesidades en portales y vías públicas: los “comunes públicos”, en terminología de la época.
Corría el 13 de febrero del año 1836 cuando se instaló en la Puerta del Sol el primer aseo público (el llamado Casino de la Callejuela de la Duda), justo enfrente de donde hoy se encuentra la pastelería Mallorca. Unas instalaciones construidas sobre el sumidero de la alcantarilla general con un alto nivel de sofisticación: en su interior había «un gabinete de lectura, con despacho de licores y cerveza y nueve aseados comunes o retretes, seis para caballeros y tres para señoras. Por leer todos los periódicos se llevó un real y por ocupar un retrete, cuatro cuartos», según explican unas notas de D. Basilio Salvador Castellanos y Losada (secretario y gentilhombre de Fernando VII).
Cuando en 1855 se realizó el ensanche de la Puerta del Sol se procedió a su derribo y se sustituyó por unos quioscos, «una porción de edificios rectangulares acabados en cúpula, en los que hay, además del común, una pequeña tienda que se alquila por un precio módico y servicio de aseo. Con esta mejora coincidió el de las cubetas urinarias que son de hierro y dispuestas para los hombres en la mayor parte de las calles, y otros meaderos y columnas urinarias en las plazas y paseos de mayor consideración», explicaba Castellanos y Losada.
A pesar de todo, el grado de limpieza de los baños públicos dejaba tanto que desear que la gente continuaba haciendo sus necesidades en la calle.Ya el 9 de julio de 1846 se había establecido la ‘columna artesiana’ (ubicada en la Puerta del Sol, esquina a la calle de Carretas), dispuesta para orinar y fijar carteles. Fue tal la mala prensa que tuvo la iniciativa por la ubicación y forma en la que se instaló que el 30 del mismo mes se procedió a su derribo.
Las multas para los que eran pillados en plena faena mingitoria eran tan contundentes y frecuentes que dio lugar a una frase muy repetida en la época: «Este monumento infexto, / se debe al Duque de Sexto / ¡Dos reales por mear!, / ¡Caramba, qué caro es esto! / ¿Cuánto querrá por cagar / el Señor Duque de Sexto?».
Tras esa explosión de mingitorios públicos, poco a poco Madrid fue reduciendo su número. En la actualidad la mayoría de los aseos públicos son una concesión a la empresa JCDecaux que, a cambio de mantenerlos limpios, gestiona la publicidad que rodea a las estructuras cilíndricas. Sin embargo, su uso es de pago: para acceder es necesario introducir una moneda de 10 céntimos, importe que se ahorran los conductores de la EMT, que disponen de una tarjeta de acceso especial.
En diciembre de 2011 la entonces concejal de Medio Ambiente y Movilidad, Ana Botella, aseguró que se estaba «estudiando la posibilidad» de aumentar el número cuando concluyera la concesión, que estaba en vigor hasta «el 28 de julio de 2012». Sin embargo, el contrato se prorrogó hasta julio de este año y, por el momento, no ha habido cambios y el nuevo equipo municipal tampoco se ha pronunciado todavía al respecto de su intención de incrementarlos.