Una de las conversaciones de parada de autobús más habituales de este final de verano ha sido el cambio de las marquesinas de los autobuses en la ciudad. Se están sustituyendo gradualmente las más de 4.000 marquesinas de Madrid capital. El cambio de todas debería finalizar el próximo mes de octubre.
Si estaban en buen estado…¿Por qué se están renovando?
El propio Ayuntamiento ha reconocido que las marquesinas estaban en buen estado (aunque las marrones han durado 25 años en el paisaje madrileño, lógicamente, han ido sustituyéndose). Sin embargo, el contrato de gestión –que llegaba a su fin- no incluía que el mobiliario revertiera en el Ayuntamiento una vez acabara el plazo. Las marquesinas marrones no pertenecían, pues, al Ayuntamiento.
La ganadora del nuevo concurso ha sido Cemusa, la misma empresa que se había encargado de la gestión de las anteriores, aunque en esta ocasión de la mano de JC Decaux, empresa francesa que la compró recientemente. Cemusa ha sido la única empresa concurrente.
La buena noticia es que en este contrato sí está previsto que las marquesinas reviertan en la ciudad de Madrid una vez concluido el plazo de la concesión, que se establece en 13 años y 6 meses (prorrogables hasta 6 años más en dos tandas), lo que podría llevar la vida del nuevo modelo de marquesina hasta 2039.
¿El cambio cuesta dinero a los madrileños?
Es difícil de establecer. El Ayuntamiento ha vendido la operación marquesina como un buen negocio para la ciudad, que ingresará dinero por parte de Cemusa y JC Decaux. Según establecen las bases del concurso público, las empresas encargadas de la instalación y el mantenimiento de las marquesinas deberán abonar un canon inicial y una cantidad anual, que llevarán a ingresar unos 163 millones de euros hasta el año 2027.
Como contrapartida, la empresa concesionaria se reserva la explotación publicitaria de las marquesinas, a excepción de una cantidad variable que corresponde también al Ayuntamiento. Por lo tanto, la rentabilidad inmediata de la concesión está fuera de dudas, pero la rentabilidad real depende de la cifra que el Consistorio deje de percibir por la gestión de los espacios publicitarios. No se han facilitado estimaciones sobre estas cantidades, en cualquier caso variables al compás del mercado publicitario y de la eficacia de la gestión de los espacios.
Urbanismo defensivo
Ejemplo de urbanismo defensivo en Malasaña (Plaza de Santa María de Soledad Torres Acosta) | SOMOSMALASAÑA.COM
Algunas de las críticas que ha suscitado el nuevo modelo de marquesina tienen que ver con la poca audacia del diseño. De líneas más rectas y sencillas, no supone un cambio de concepto ni la irrupción de un elemento distintivo en las calles de la ciudad. Las obras se están aprovechando, eso sí, para incluir algunos elementos de accesibilidad: las bandas rugosas para bastones de ciegos, apoyos isquiáticos para personas con problemas de movilidad y espacio para el acceso con silla de ruedas. Algunas – menos del 20% – estarán equipadas con paneles informativos sobre el paso de los autobuses e información turística. Un centenar contarán con conexión wifi gratuita.
Sin embargo, la crítica sobre el diseño más presente en redes sociales se ha centrado en los apoyamanos que presenta, que parecen estar pensados para impedir que nadie se tumbe en el asiento.
Recientemente escribimos un artículo sobre el fenómeno del urbanismo preventivo (también llamado defensivo o del miedo). En él mostrábamos ejemplos del barrio de Malasaña de bancos pensados para que la gente no se tumbe, o pinchos colocados estratégicamente para alejar a personas sin hogar. Todo parece indicar que el mismo prejuicio ideológico ha estado presente a la hora de diseñar las marquesinas de autobús que usaremos en Madrid durante muchos años.