En octubre de 1940 España recibía con honores al líder nazi Heinrich Himmler. Venía en visita oficial para hablar sobre la cooperación policial entre Alemania y España –de lo que resultaría la libre circulación de miembros de la Gestapo por nuestro país– y preparar la inminente entrevista entre Franco y Hitler.
Tras ser agasajado en San Sebastián y Burgos (donde cenó con Franco por primera vez), fue recibido por Serrano Suñer el 20 de octubre en un Madrid engalanado con esvásticas y poblado de camisas azules. El viaje de Himmler había sido organizado por José Finat y Escrivá de Romaní, conde de Mayalde, falangista filonazi y hombre fuerte de Serrano Suñer. El aristócrata, que había conocido personalmente al Reichsführer de las SS en Alemania ese mismo año, ofició de cicerone.
Organizó una corrida de toros en Las Ventas con Pepe Luis Vázquez, Marcial Lalanda y Rafael Ortega Gallito, que dicen al nazi le pareció un espectáculo cruel. Además, convocó una cena en su honor en el Ritz, al que llegó en un Mercedes negro tras pasearse por las principales calles de la ciudad, y distintas visitas a museos.
Con los años, el conde de Mayalde llegó a ser alcalde de Madrid. Ejerció el cargo entre 1952 y 1965; vivió, pues, el paso de la autarquía al desarrollismo y la salida de España del cerco de incomunicación internacional. En el caso madrileño, además, el aluvión de nuevos vecinos puso a prueba las costuras de la ciudad durante aquellos años.
Aunque siguió siendo falangista –con inclinaciones monárquicas– y continuó apelando a la memoria y el legado de José Antonio Primo de Rivera (de quién fue íntimo), supo ponerse al servicio de las necesidades del Franquismo de cada momento. Franco vio en las habilidades diplomáticas de Mayalde y sus maneras aristocráticas un baluarte representativo en el proceso de normalización de España en el contexto internacional. En 1960 realizó una visita institucional de varios días a Londres –aprovechará para abogar por el entendimiento de los “países cristianos de la vieja Europa”–. También recibirá en la capital a personalidades como Charles de Gaulle, que viajó a Madrid en 1958 (el alcalde se llevó de estas el nombramiento de Comandante de la Legión de Honor).
Después de su periplo en la alcaldía de Madrid, pasó a un segundo plano y se volcó más en su ganadería de reses bravas, aunque siempre disfrutó de silla en los órganos donde se dirimían los asuntos del régimen, siendo procurador en Cortes por la provincia de Toledo y consejero nacional del Movimiento (cuando se disolvieron las cortes orgánicas franquistas, en 1977, era su vicepresidente primero).
Murió en 1995 y el título de la nota en El País fue Fallece el alcalde que inició la M-30 . Todavía en el año 2000 su nombre era homologable para nuestro callejero y Álvarez del Manzano le dedicó una avenida en el nuevo barrio de Sanchinarro, que fue apeada del mapa en 2017 a la luz de la Ley de Memoria Histórica.
Desde entonces, su nombre se ha ido asociando a los momentos más duros del franquismo y a su colaboración con el nazismo, aunque no se trata de una figura demasiado conocida. Los momentos oscuros de su carrera política durante la posguerra van más allá de la visita de Himmler, como veremos a continuación.
Diputado en Cortes durante la República por Acción Española / CEDA en Toledo, participó en la conspiración antirrepublicana de julio de 1936 y fue oficial de Artillería franquista en los frentes de Aragón y Madrid. Del Servicio de Información e Investigación de la Falange (su central de espionaje) pasó directamente a encabezar la Dirección General de Seguridad tras la guerra por obra y gracia de su amigo Ramón Serrano Suñer. Bajo su mando en la casa, se creó la tristemente famosa Brigada Político-Social y se estrechó la colaboración con la Gestapo, como ya se ha mencionado. Según contó en vida el cantante de copla Miguel de Molina, Finat y Escrivá de Romaní fue uno de los tres falangistas que le propinaron una brutal paliza en 1939. Lo cierto es que su DGS tuvo enfilado al artista hasta su marcha a Argentina, en 1942.
En mayo de 1941 todos los gobernadores civiles de España recibieron una circular de la Dirección General de Seguridad para recabar informes de los judíos españoles y extranjeros residentes en sus respectivos territorios, con especial énfasis en los descendientes de judíos sefardíes. Eran momentos de incertidumbre, en los que España se debatía entre sumarse de forma decidida al Eje o no, y el listado podía ser útil en su relación con la Alemania nacionalsocialista. La orden venía firmada por José Finat Escrivá de Romaní, que a continuación marchó a Berlín para ocupar la embajada.
Su llegada a Berlín coincidió con la marcha de los combatientes de la División Azul al frente ruso para luchar al lado de los de Hitler. Su implicación con la misma le valió el apelativo de “embajador de la División Azul” y la Orden del Águila Alemana.
Después de que la deriva de la guerra aconsejara apartar a los germanófilos de la primera línea, y hasta su regreso triunfal como alcalde de Madrid en el 52, Mayalde, siguió participando de los destinos de la extrema derecha europea desde su privilegiada posición social. En 1946, Franco fingió la entrega a Bélgica del fascista Léon Degrelle. En realidad, el dictador permitió su fuga y entregó en su lugar a un sosías en una operación en la que Mayalde fue clave . (Degrelle moriría en 1989 en la Costa del Sol, donde residía).
José Finat y Escrivá de Romaní fue un hombre identificado con el franquismo del principio hasta el final. Literalmente: en los estertores del régimen, con motivo de la votación de la Ley para la Reforma Política (1976) le dijo al falangista Baldomero Palomares, “Baldomero, yo con estos follones ya no sé si soy de los nuestros”. Y fue trece años alcalde de Madrid.