“Antes de la migración el servicio se estaba muriendo. Después… llegó el apocalipsis”. Así resume Jonatan el estado de Bicimad desde que el pasado 7 de marzo empezase nueva etapa. Una segunda versión con la que el Ayuntamiento liderado por José Luis Martínez-Almeida esperaba acabar con la exponencial pérdida de usuarios que ha experimentado en los últimos dos años. Nuevas bicicletas a coste gratuito durante casi cinco meses en un reseteo que ha acabado provocando un enorme caos: tres semanas después de implantar el nuevo sistema solo había 732 bicis operativas de las 4.264 que el consistorio anunció que ofrecería en marzo. Luego incorporó 500 nuevas, aún lejos de las 7.500 previstas en total.
“Yo tenía que salir de casa con un margen de tiempo para poder encontrar una bicicleta. Tengo la suerte de que alrededor de donde vivo hay cuatro estaciones. Si no encontraba en una podía acercarme a otra. Antes de la migración era posible, siempre existía una bici que se pudiera usar, que aunque estuviera rota me ayudaba a llegar al trabajo. Después de la migración no hay bicis. Bicimad me provoca ansiedad con ciertas ganas de prender fuego a todo su servicio”, expone Jonatan en conversación con Somos Madrid.
Vive en Chueca y ejerce como profesor en una escuela de interpretación en Palos de la Frontera, en el distrito de Arganzuela. “En bici tardo 10 minutos. En Metro son 35. Donde vivo no tengo sitio para guardarla y dejarla en la calle es impensable. Me da mucha pena no poder volver a ir en bici por Madrid, muchísima. Es una impotencia brutal querer hacer las cosas bien y no poder. Lo que podría haber sido (lo que fue) un servicio de ayuda a la movilidad se ha convertido en un infierno”.
Rosa no echaba mano de Bicimad diariamente, aunque sí “para desplazamientos habituales, más para trabajo que para recreo. Vivo en el centro, así que con los atascos para moverme por la zona llego antes con la bici que de ninguna otra manera. Como me gusta y al final prácticamente ahorras tiempo, termino yendo con ella también a reuniones en el oeste o el norte, he subido casi hasta Plaza de Castilla”.
Ya poco antes de la migración tuvo algún problema en un puesto de Conde Duque: “Intenté sacar una bici pero no se abría el candado de la rueda, aunque el anclaje sí lo había hecho. La volví a meter y tomé la siguiente, pero me cobraron tanto la que usé como la que se quedó abierta sin yo saberlo”. Pese a la falta de respuesta vía telefónica o mail, consiguió que le devolvieran el saldo. Su siguiente experiencia con Bicimad ya una vez implantado el nuevo sistema fue todavía más frustrante: “Llegué a mí estación y solo había tres bicis, una antigua que no funcionaba y dos nuevas que estaban apoyadas. Intenté coger alguna de estas últimas con el escaneo del código, pero no hubo forma de desbloquearlas. Incluso pasé todos mis datos a un nuevo portal al que me redirigía la aplicación, pero nada”.
En términos similares se manifiesta Alejandro, que usaba Bicimad “para el trabajo y para todo, me alegró la vida”. Tiene su residencia en Legazpi y trabaja a distancia en cafeterías de Lavapiés, pero además solía dar vueltas con la bicicleta por Madrid Río o Casa de Campo. No tiene coche y a raíz de la pandemia dejó de tomar el Metro, por lo que era su transporte habitual para cualquier desplazamiento. Por eso le molesta el estado actual del sistema, que resume con un análisis claro y servicio: “Se ha ido a la mierda de una forma que no me esperaba”.
René, artista visual que reside en Manuel Becerra e iba en Bicimad hasta Chamartín casi a diario, ofrece un cuarto testimonio a este medio: “Antes tardaba casi lo mismo que en coche, aunque alguna vez hubiese inconvenientes como falta de bicis en una estación concreta, o no funcionasen del todo bien”. Señala una vez más la llegada de las bicicletas nuevas como punto de inflexión: “Debería haberse producido una transición más gradual y mejor pensada en este cambio de bicis y de estaciones”.
Ha llegado a recorrer cinco estaciones distintas encontrándolas todas vacías. Ha vivido igualmente en primera persona el aumento de los tiempos de espera y la desatención en los servicios de atención al cliente del sistema: “Me he comido con patatas saldos negativos porque llamaba para que me lo solucionaran y me ignoraban o directamente colgaban”.
Del deterioro al colapso
Según Jonatan, antes de la llegada de esta nueva etapa “Bicimad ya estaba muriendo por la constancia de bicis rotas o de problemas con la app y los anclajes”. Pero insiste en que el mal funcionamiento de la iniciativa ha escalado a un nuevo nivel: “Si tenías un problema y escribías por la app como una especie de sugerencia solían solucionarlo. Ahora he llegado a estar dos horas de espera. Además, podías usar la app para seguir tus movimientos. Te venían los datos del viaje que has completado, el tiempo y el precio y te lo descontaban. En estos momentos esconden todo eso, falta información. Tienes que rebuscar entre páginas y otras aplicaciones para averiguarlo”.
Lo que podría haber sido (lo que fue) un servicio de ayuda a la movilidad se ha convertido en un infierno
Lo máximo que este actor y director teatral ha logrado desde comienzos de marzo es “usar una o dos bicis y siempre con problemas a la hora de cerrar el viaje”. Su última carrera fue el pasado 4 de abril. “Me han cobrado por trayectos que no he recorrido o más de lo debido porque no se ha cerrado bien el viaje”, añade. Asegura que “a día de hoy ni siquiera sé si puedo utilizar o no las bicis. Y tratar de saberlo es imposible”.
Rosa remarca que el saldo del que disponía antes de la migración “no está por ninguna parte, en la nueva aplicación no me aparece nada dentro del apartado correspondiente”. Critica la escasa comunicación por parte de las autoridades municipales sobre el funcionamiento de los renovados modelos: “No sé cuándo están sueltas o cuándo he finalizado el viaje”. También percibe una escasa iniciativa por parte de los responsables a la hora de aclarar el proceder del sistema a los nuevos usuarios que han llegado con la gratuidad.
“Ha sido un caos. Las bicis nuevas no encajan en los totems viejos y las bicis viejas no encajan en los totems nuevos”, subraya Alejandro. Coincide con Rosa en las posibles consecuencias de la gratuidad: ha comprobado en primera persona cómo gente que nunca había empleado Bicimad “igual no ha sabido usarlo bien, ni siquiera eran conscientes de que había que introducir las bicis en los totems”. Opina que es uno de los motivos por los cuales “se han ido quedando en los parques y muchas están destrozadas”.
En una cadena de errores que se retroalimentan entre sí, el deterioro provoca a su vez que los candados no cierren, por lo que muchos usuarios habituados al servicio tampoco pueden estacionarlas como es debido. Es lo que le ha pasado al propio Alejandro, que debido a ello ha acabado siendo expulsado de Bicimad. Ha compartido en sus redes sociales la indignación que todo esto le ha provocado. “Hay un montón de usuarios habituales a los que les han cancelado la cuenta. Teniendo en cuenta el problema con los candados, Borja Carabante [delegado del Área de Movilidad del Ayuntamiento] debería haber planteado que los bloqueos solo afectaran a cuentas nuevas, y no a gente asidua que ya había demostrado su buen hacer”, sostiene en diálogo con este medio.
Recientemente, Jonatan intentó disponer de una bicicleta en una estación donde había cuatro de ellas. “Eran todas de las nuevas y no conseguía sacar ninguna. Lo intenté todo: la app, la Tarjeta de Transporte Público y una Tarjeta Multi (todo eso nos pedían a la hora de la migración, un procedimiento que fue otra odisea). Llamé al teléfono del servicio, escribí a la EMT, a través de la aplicación y nada”. Finalmente consiguió ser atendido telefónicamente el pasado día 9: “Me dicen que estoy bloqueado por un cierre indebido… que no existe. Y me responden que no pueden hacer nada más. Incluso se niegan a pasarme con al servicio técnico porque estoy bloqueado y según una orden no pueden hacer nada más, así que me emplazan a escribir a la app”.
Jonatan se siente enormemente frustrado: “He luchado por intentar hacer las cosas bien, con mi pago anual, efectuando la migración como me pedían, gastando más dinero del que debería… para que después sin aviso me bloqueen la cuenta por un cierre que no es correcto. Es agotador pelear día a día contra Bicimad”. Para Alejandro, “genera mucha desconfianza no saber cuánto va a durar este periodo de desorganización, sobre todo teniendo en cuenta que justo estas semanas son las de un clima más propicio para ir en bici por la ciudad”. Aunque no le convence la idea de dejarla en la calle a diario, planea comprarse su propia bici, algo que según cuenta han hecho ya muchos exusuarios.
Ante tantas incidencias, Rosa empezó a consultar el mapa de Bicimad desde casa antes de un posible trayecto. “Pero es que no hay bicis, las estaciones están siempre a cero o solo aparece una, así que me temo que estará rota. Ahora por tanto me planifico los viajes de otra manera, desde la llegada de esta nueva versión no he vuelto a utilizarlo”.
Genera mucha desconfianza no saber cuánto va a durar este periodo de desorganización
René, por su parte, ha retomado el Metro como medio para ir a su trabajo y viaja más en coche: “Ya usaba menos Bicimad por modificaciones personales y profesionales en mi rutina, pero con el cambio lo he desechado definitivamente”. Y eso que desde su punto de vista podría ser, lo fue de hecho, “un transporte sostenible que representa una solución perfecta para descongestionar una ciudad como Madrid”. Relata que cuando viaja en bici va “con una sonrisa”, o desde luego de “mejor rollo” que en coche.
Sobre la posibilidad de encauzar el servicio, Rosa no las tiene todas consigo. “Para empezar tienen que recuperar las bicis que no encuentran”, apunta, pero ve “un problema de credibilidad y confianza” difícil de atajar. “Ya no aguanto más”, sentencia Jonatan. En su caso ha pedido prestada una bici para moverse por Madrid, aunque no tira del todo la toalla: “Me daré de baja, cosa que aún no he hecho… todavía pienso que se puede solucionar”. Alejandro también anhela que “en un futuro consigan solucionar el tema”. Para René, pese a la degradación, “la situación es completamente reversible si se mejora la atención telefónica y se localizan las bicis”. La esperanza es lo último que se pierde, dicen. Desde luego en Madrid desaparece más tarde que miles de bicicletas.