El paseo de la Castellana, a la altura del Santiago Bernabéu, es zona de obras. A los trabajos de los aledaños del Santiago Bernabéu y los párkings, se le superponen los del Palacio de Exposiciones y Contregsos –cuya ampliación albergará la sede de la Organización Mundial del Turismo– y de la estación de Metro.
A espera de que la destrucción creativa en el espacio defina la nueva Castellana, esta semana las obras se han empezado a cobrar una víctima: los Jardines del Mundial 82, a orillas del estadio.
Desde el lunes, una zona del jardín botánico inaugurado en tiempos del Naranjito ha sido acordonada para que las máquinas arrasaran con alcorques y árboles. A ambos lados, quedan de momento los supervivientes del naufragio, sobre los que se sientan algunos trabajadores de la zona a la hora del bocadillo o descansan los visitantes del tour del Bernabéu. También sigue en pie, de momento, el arco de forja que los nombra.
Los grandes macetones de ladrillo oscuro albergaban una especie vegetal de cada uno de los países que concursaron en la cita mundialista. A los árboles los acompañan las banderas de los países y una breve explicación. El paso del tiempo había hecho del lugar un curioso atlas mundial donde se podían ver banderas de países que ya no existen, como la Unión Soviética.
Hace años que los jardines pedían a gritos trabajos de mantenimiento especiales ya que algunas especias habían sido sustituidas por otras distintas a las originales y las raíces de los ejemplares más pertinaces habían agrietado parte de los alcorques diseñados para la ocasión. Pero ahora, los ladrillos son una montonera triturada, los árboles que quedaban están desapareciendo y no parece que se estén conservando las placas cerámicas de las banderas.
Hace cuarenta y dos años existía Alemania Federal y se plantó un roble para representarla; Checoslovaquia era un solo país y el tilo, su árbol nacional, llegó a la Castellana; de la URSS un abedul y de Yugoslavia una Picea de Serbia. Algunos árboles habían ido muriendo como sus países, otros eran ya ejemplares vetustos. Pronto, ni ellos, ni sus banderas, ni el recuerdo del mundial quedarán a la sombra de las lamas del nuevo Bernabéu.