Frases de los chavales en toldos reciclados para reivindicar el barrio de San Cristóbal de los Ángeles

Luis de la Cruz

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Es por la mañana y en el barrio de San Cristóbal de los Ángeles (Villaverde) hace el mismo frío que en el resto de lugares estos días. En realidad, seguramente algo más para algunos de sus vecinos: San Cristóbal es uno de los barrios de menor renta per cápita de Madrid.

En el bar Alvarri, cerca de la boca de metro, ya han puesto el belén, y en Las Torres, un colombiano en la plaza de los Pinazo, empiezan a servir las primeras empanadas de pollo y patata. La plaza, por llamarla de alguna forma –es una gigantesca explanada interrumpida por construcciones–, alberga el mercado, la parroquia, los bares y los servicios públicos. Tiene mucha vida. Al fondo, asoma un imponente nido de cigüeña sobre la chimenea industrial que sirve de símbolo de San Cristóbal. Es la de la antigua fábrica de ladrillos Norah, que recuerda el suelo arcilloso sobre el que fue construido el barrio a finales de los cincuenta. Un firme de viejo tejar que acarreó numerosos problemas en los pisos del poblado dirigido, cuyos arreglos vehiculizaron las luchas vecinales décadas atrás.

Frente al campo de fútbol del C.D. San Cristóbal de los Ángeles–allí jugó el vecino Raúl González Blanco– y junto a la sede de la omnipresente asociación vecinal La Unidad, te topas con una pancarta vistosa en la que se puede leer en letras blancas: SEGUIREMOS HACIENDO RUIDO HASTA QUE NOS ESCUCHEN. Si te fijas, te percatas que el estampado floral de la tela es un toldo.

Lo pintó Anäis Florin en el Festival Circular, un evento de arte urbano que ha vivido ya tres ediciones en el barrio. Su trabajo está muy vinculado a la memoria vecinal y las luchas sociales y, tras varias visitas a San Cristóbal, se fijó en que muchos pisos lucen toldos. Recopiló algunos viejos en basuras o fábricas de los alrededores. Como la parte interna de las telas no vive expuesta al sol ni a la lluvia, sus bonitos estampados parecen nuevos. Lienzos perfectos para enmarcar frases con significado.

¿Qué frases? Viejos lemas de luchas de la asociación vecinal y rimas de los chavales y chavalas del taller de hip-hop que imparte en el barrio la rapera (y vecina) Erika Dos Santos. Es una música española de origen caboverdiano y nombre consolidado en los mundos del freestyle y las batallas de gallos (fue la primera mujer en llegar en el Red Bull a la fase denominada El último hombre, razón por la que la organización tuvo que renombrarla como La última oportunidad).

Diana, de Madrid Art Street Project (MASP), que organiza el Festival, que celebró en octubre su última edición, explica en qué consiste. “Es una iniciativa nuestra. Cada año, buscamos una financiación –este una ayuda del Ayuntamiento de Madrid para la creación contemporánea– pero, sobre todo, el festival dialoga con los agentes locales, como la Asociación Vecinal la Unidad de San Cristóbal. Los artistas también trabajan con el tejido asociativo. Les invitamos a vivir durante dos semanas en el propio barrio, juntos, en una casa alquilada. Nos parece importante que conozcan el contexto y las obras estén hechas específicamente para San Cristóbal”.

El nombre, Circular, remite a una de sus premisas: todas las intervenciones se llevan a cabo con materiales reutilizados, provenientes del propio barrio o lugares contiguos, como el cercano polígono de Marconi. Y todo en Circular respira una respetuosa propuesta de diálogo con el barrio, trabajada durante meses y pensada con los vecinos para ellos mismos. También, un trasfondo reivindicativo de la normalidad de San Cristóbal de los Ángeles. “Todo el mundo nos ha transmitido que sienten mucho la estigmatización, que los medios de comunicación solo se acercan cuando hay un crimen y esto les hace mucho daño”, explica Diana.

Tiene sentido escribir este artículo casi dos meses después de haber terminado el festival porque, a diferencia de otros eventos similares, muchas de las obras se mantienen a lo largo del tiempo, integradas en la piel de San Cristóbal junto a otras pintadas vernáculas. “El arte urbano, una vez que está en la calle, ya no pertenece al artista y lo que pueda suceder se nos escapa de las manos. Pero han pasado casi dos meses y la mayoría de las piezas continúan. No hay el nivel de conflictividad del graffiti con el arte urbano que puede haber en otros lugares como Malasaña”, advierten desde MASP, que señalan que algunas propuestas llevan años allí (se pueden localizar las intervenciones de todas las ediciones en un mapa que hay en su web).

Los otros proyectos del Festival Circular 2023

Aunque parezca increíble, los repartidores de paquetería no siempre llegan al barrio de San Cristóbal por considerarlo zona peligrosa. Quedan con los vecinos en el Puente de Colores, debajo la autopista A4, único punto continuo con el resto de la ciudad del último barrio de Madrid por el sur. Rodeado por las vías del tren al norte y al este; al oeste por la autopista A4, y al sur el antiguo Parque de Automovilismo del Ejército de Tierra, San Cristóbal es una isla en Villaverde.

Al enterarse, Biancoshock decidió denunciarlo con una acción artística en la que repartió a domicilio los paquetes de una falsa empresa de mensajería llamada Reja.zon, cuyas tipografías recuerdan a las de la multinacional en la que están pensando los lectores. Los envoltorios están hechos a medida para entrar a través de los barrotes en las ventanas de las viviendas del barrio.

Precisamente estas rejas son protagonistas también de su propuesta en Circular. Mientras paseaba por allí, se percató de que todos las pisos–los bajos e, incluso, los primeros– visten rejas en las ventanas. Midió cuánto ocupan, calculó el tanto por ciento de visión del exterior perdido por los vecinos y lo reflejó en unas cartelas junto a los vanos.

Los paseos por el barrio también sirvieron al artista valenciano Luce para entablar conversación con un barrio lleno de carencias. Observó que en un muro de hormigón los hierros de dilatación habían sido doblados al terminar la obra en vez de cortarlos. Aquellos sobrantes le parecieron representativos de la desidia con que se trata institucionalmente el barrio.

Para resaltarlo, colocó sobre las varillas una serie de palabras soldadas en hierro. Son las preposiciones –que ubican el barrio– y las palabras San Cristobal de los Ángeles, creando un espacio más poético en busca de la identidad. También se topó con una valla que anunciaba obras. Llevaba abandonada años, hasta que Luce la usó para perforar mensajes.         

Otra de las acciones, espectacular en sus pequeñas dimensiones, es la de Helen Bur, que pintó retratos realistas de vecinos del barrio de espaldas. Están situados en rincones inesperados, aparentemente opuestos a lo que un artista entendería por un buen lienzo. “En San Cristóbal conviven más de 50 nacionalidades y ella quería representarlo”, explica Diana de MASP.  Paseaba por el barrio, tomaba fotos de incógnito y luego los dibujaba (ha plasmado a una veintena de vecinos). Cuando la gente se dio cuenta de lo que estaba haciendo, empezó a pedirle que les pintara también.

En el Instagram de la artista se ven muchos murales de grandes dimensiones, alejados del concepto de estas mini obras. “Le pedimos específicamente que hiciera estos trabajos pequeños porque, desde la parte curatorial, en este proyecto queremos trabajar el formato de escala humana del arte urbano, en el que las personas interactúan de tú a tú”, explican desde MASP.

La última de las intervenciones fue llevada a cabo por Leah Pattem. Su alter ego en internet,  Madrid No Frills, es muy conocida por su labor fotográfica sobre la ciudad, entre otras cosas. Para el festival ideó un taller con niñas y niños del barrio, a los que dio unas indicaciones y cámaras para experimentar. El resultado es ASÍ SOY YO!, una exposición que se puede ver ahora mismo en Cinesia (Centro de Innovación Vecinal y Desarrollo), un espacio municipal cedido y autogestionado que también sirve de centro de operaciones del Festival Circular durante su desarrollo.

El año que viene serán otros artistas los que lleguen a San Cristóbal de los Ángeles pero las palabras orgullosas en el envés de los toldos y el peso material de las placitas entre los bloques sin ascensor de la barriada harán que sus obras también quieran ser parte del lugar vivido.