PARA SABER MÁS:
- Centenario del Obervatorio Meteorológico de Madrid, Retiro, José Mario Giménez de la Cuadra
- Destrucción del pedestal cósmico de Duperier en el parque de El Retiro, Antonio Cabañas
- El Baño de la Elefanta, Antonio Cabañas
Quienes paseen estos días por El Retiro, por la zona sureste del parque, cerca de la Puerta del Niño Jesús, podrán apreciar que el curioso edificio historicista conocido como Castillete del Retiro va, poco a poco, volviendo a parecer un castillo de inspiración gótica.
Hasta hace poco lucía con las ventanas tapiadas y en un patente estado de abandono. En 2021 se aprobó llevar a cabo las obras que ahora están en curso, con un presupuesto de 3,7 millones de euros del Ministerio de Transición Ecológica para reformarlo y convertirlo en un museo meteorológico. Hoy, la marcha de las obras ya permite ver la piel original de la torre, sin el revoco de cemento con que se bañó a mediados del siglo XX, y el estilo ojival de sus ventanas. Pronto, volverá a tener almenas.
El inmueble es algo más que una curiosidad dentro del parque. Pertenece a la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que tuvo allí su primera sede, y fue durante la segunda mitad del siglo XIX y parte del XX un centro científico pionero de primer orden. Parece que, esta vez sí, el Castillete está reviviendo. Ya en 1997 se propuso convertirlo en Museo de Meteorología y en 2007 se concedió licencia urbanística para rehabilitar el edificio, pero el proyecto nunca se puso en marcha.
El Castillete –o Telégrafo de la Elefanta o castillo del Retiro– fue posiblemente diseñado por José María Mathé (Jefe de las Líneas Telegráficas Nacionales) y construido a mediados del siglo XIX para albergar un telégrafo óptico, cabecera de la línea Valencia-Barcelona. La lógica del telégrafo óptico era crear una cadena de torres con visibilidad entre los puntos, de manera que cada una repitiera el mensaje de la anterior hasta llegar a su destino. La telegrafía óptica, que precisaba de una plantilla de personas que miraran de sol a sol las torres para ver si alguna de ellas cambiaba a posición de atención, pronto fue sustituida por la telegrafía eléctrica, pero aún subsisten muchas de sus torres repartidas por la geografía española.
Tras el ocaso de la tecnología, se buscaron nuevas utilidades para la singular construcción, sirviendo de escuela de telegrafía eléctrica durante un breve periodo de tiempo y, luego, como sede del Instituto Central Meteorológico, germen histórico de la actual Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Debemos buscar los primeros pasos de dicha agencia en 1887, cuando se crea por real decreto el Instituto Central Meteorológico, que a lo largo de los años irá cambiando de nombres hasta llegar su actual encarnación, en cuya página web nos informamos todos del tiempo. Su primer director, Augusto Arcimis Werhle, propuso al Ministerio de Fomento que solicitara al Ayuntamiento de Madrid la cesión de la Torre del telégrafo óptico de El Retiro, en la que instaló algunos instrumentos que había adquirido durante sus viajes a Francia.
En la planta baja de la torre se encontraban los barómetros, los anemómetros en la terraza, los termómetros en el jardín y los pluviómetros en su fachada sur, a unos quince metros de distancia de la construcción. Y es que las instalaciones incluían los terrenos circundantes a la torre, que fueron ampliándose. En 1913 se añadieron 10.000 metros cuadrados del entorno y a lo largo de los años se construyeron nuevas instalaciones.
Se tomaban diariamente las medidas de presión, temperatura y humedad, evaporación, precipitación y viento. Observaciones que fueron incrementando su frecuencia a medida que la institución, que en un primer momento solo contaba con su director, fue contratando personal. Al trabajo de observación había que añadir el de concentrar los datos de otras estaciones del país, la recepción de los del extranjero y la elaboración de mapas y boletines predictivos.
A la construcción también se la conoce como Torre de la Elefanta, nombre curioso que proviene del “Baño de la Elefanta”, un estanque de mediados del XIX situado en las cercanías del Castillete. Servía para el baño de los paquidermos de la cercana Casa de Fieras. Antonio Cabañas Cámara, meteorólogo de la Aemet en El Retiro, elaboró en 2021 un informe para pedir la recuperación del estanque, en el que en un primer momento se bañaron los animales del zoológico y, posteriormente, los perros de los madrileños. El lugar quedó dentro de los terrenos adjuntos al organismo meteorológico en la mencionada ampliación de 1913, sufriendo un progresivo abandono y siendo enterrado en 1965.
Los muros del 'Baño de la Elefanta' habían salido a la luz durante las obras del jardín circundante aunque, tristemente, fueron de nuevo enterrados. Durante estos movimientos de tierra, a punto estuvo de perderse definitivamente el pedestal cósmico utilizado por el físico Arturo Duperier para estudiar la radiación. El pilar y los bancos ideados por el científico para sus experimentos acabaron en un contendedor, pero el propio Cabañas pudo recuperarlos con desperfectos antes de que desaparecieran para siempre. Duperier, por cierto, es un buen ejemplo de cómo las instituciones científicas se vaciaron después de 1939. Despojado de su cátedra después de la guerra, continuó su trabajo exiliado en Inglaterra y solo cuando en los años 40 su nombre sonó seriamente para el Nobel, el franquismo empezó a interesarse por él. Despojado de las acusaciones del Régimen, pudo volver a ocupar una cátedra en Madrid en 1953.
El Castillete, que va recuperando su dignidad material al paso que avanzan las obras, precisa también de su rehabilitación como portador de un patrimonio inmaterial –el de nuestra historia de la ciencia– que dependerá en gran medida del nuevo proyecto museístico. Para dejar de ser algo más que un curioso inmueble a la vista de los paseantes.