El Rastro aguarda la restauración del gran mural de Cavestany a la que se comprometió el Ayuntamiento y para la que no hay dinero
Dos años hace que el actual gobierno municipal dijo por vez primera que restauraría una obra que es un homenaje al Rastro y, a la vez, a la bohemia cultural del Madrid de los 80. Hace ocho meses volvió a anunciarlo, pero tras la publicidad está la ausencia de dinero público y de plazos para ejecutarla. La asociación Nuevo Rastro la ve necesaria tanto para dinamizar comercialmente la zona como para preservar su valor artístico y documental
Un mural de 17 metros de altura por cinco de ancho en la medianera de un edificio de la plaza de Cascorro (Embajadores 3) no es algo que debiera pasar desapercibido y, sin embargo, lo desvaído de sus colores, tras 38 años largos desde su ejecución (junio de 1983), lo camufla y emborrona entre el ruido visual de la ciudad.
Enrique Cavestany pintó Cocktail Grand Luxe como homenaje al Madrid de los 80, recordando la Movida Madrileña e incluyendo en él a 35 personajes que deambulan por los puestos del mercadillo de El Rastro. Hoy en día hace falta fijarse mucho para tratar de adivinar todos los detalles que encierra.
“Es una obra que, además de su valor artístico, atesora un valor testimonial importante como documento gráfico que pone en valor toda la zona”, asegura Manuel González, presidente de la asociación de comerciantes Nuevo Rastro, impulsora de una iniciativa que desde hace años busca la restauración del mencionado mural y que creyó tener muy cerca su objetivo cuando hace ahora dos años, en noviembre de 2019, tras el cambio en el Gobierno municipal de Madrid, los nuevos mandatarios se interesaron por la propuesta y anunciaron que la ejecutarían en el segundo trimestre de 2020 mediante una colaboración público-privada. Sin embargo, la irrupción de la pandemia obligó a un cambio de planes y el dinero público que se iba a aportar a la restauración de la obra se destinó a los servicios sociales del distrito Centro, en lucha contra la crisis económica derivada del Covid.
Hace ocho meses, el pasado marzo, el Ayuntamiento volvió a dejar claras sus intenciones y se comprometió públicamente a reparar el mural, dando detalles del coste de la intervención -40.000 euros- y anunciando que Caixabank se haría cargo de parte de la misma, según recogió en su día Europa Press. Pero lo cierto es que esa intervención carece de fecha y, lo que es peor, de presupuesto público a día de hoy.
Según ha podido saber Somos Lavapiés, Caixabank estaría dispuesta a hacerse cargo de entre el 75% y el 80% del coste total, pero el Ayuntamiento no tendría previsto por el momento aportar el resto del dinero necesario para ejecutarla, pese a lo anunciado.
Desde Nuevo Rastro aseguran que les consta que la Junta Municipal de Centro sigue teniendo interés en la iniciativa, según les manifestó su concejal presidente, José Fernández, pero dicen no saber cómo se materializará ese interés si no hay asignada una partida específica para este asunto. Al tiempo, insisten en la importancia de la acción para “poner en valor la zona”, patrimonio cultural de Madrid desde el año 2000.
Deber de mantener toda obra pública
Nuevo Rastro lleva detrás de la restauración de la obra de Cavestany desde la anterior legislatura, cuando el anterior gobierno instó a que incluyeran la propuesta en los presupuestos participativos, siendo finalmente desestimada por un informe de inviabilidad: “El mural propuesto a restaurar se ubica en la fachada de un edificio de viviendas de propiedad privada y no se realiza mantenimiento ni conservación del citado mural por parte del Área de Gobierno de Cultura y Deportes al no pertenecer a ninguno de los edificios adscritos a esta área. Los proyectos de los presupuestos participativos se limitan a aquellos en que el Ayuntamiento de Madrid puede garantizar su ejecución. En tal sentido lamentamos informarle que la iniciativa que presenta implica la intervención en una propiedad privada. Por lo tanto, no existiendo garantía de que la propuesta pueda ejecutarse, se propone declarar la inviabilidad del proyecto”.
En cualquier caso, fue a raíz de aquello que se embarcaron en unas gestiones que les llevaron desde a contactar con el autor hasta seleccionar el presupuesto más ajustado y con garantías para acometer la restauración. La búsqueda de un patrocinador privado que ayudara a financiar la intervención y una investigación y recreación sobre los colores originales que tenía -dato que ni el propio autor de la obra tenía claro tras haber extraviado el boceto original- fueron otras de las tareas realizadas por la citada asociación de comerciantes, que dice haber hecho ya todo lo que está en su mano para que el mural vuelva a lucir como antaño, algo que 20 años antes también trató de conseguir, sin suerte, el propio Enrique Cavestany: “A finales de siglo, inicié sin éxito el proceso de recorrer despachos municipales solicitando atención para subsanar el estado del Mural de Cascorro. La llamada crisis económica y las prioridades de los diversos Consistorios han retrasado por diversas y variadas razones su recuperación”, dejó apuntado en su blog.
Para Manuel González, lo suyo sería que el Ayuntamiento incluya en los presupuestos municipales la recuperación del mural, “algo a lo que se ha comprometido públicamente”, y que asuma la totalidad de los costes. No en vano en la municipalidad está el deber de mantener toda obra pública.
Tierno, Sabina y la desidia municipal
El mural que Enrique Cavestany pintó en 1983 en un edificio de la plaza de Cascorro es parte del encargo que tres artistas -Corazón (Puerta Cerrada), Cavestany y Alcaín (Embajadores 9, junto al Pavón)- recibieron del exalcalde Tierno Galván para intervenir en cinco medianeras de viviendas del distrito Centro con el fin de revitalizarlo.
Cavestany decidió “pintar el Rastro dentro del Rastro” y plantó una escena familiar en torno a una mesa en un día de mercadillo, en plena Ribera de Curtidores. Incluyó aquí y allá a quienes junto a él fundaron la recordada Mandrágora (local de la Cava Baja que acababa de cerrar) y a algunos de los asiduos de ese sitio fundamental de la escena cultural de los 80.
Así, en su obra se pueden reconocer, entre otros, a Joaquín Sabina, Alberto Corazón, Juan Luis Cebrián y a Manolo Paniagua, cuya figura tumbada ocupa la parte inferior de la obra, sujetándola, en su doble condición de miembro de la bohemia de los 80 -creador de la Mandrágora- y de vendedor ambulante del mercadillo.
Desde 1983 el mural no ha sido retocado en ocasión alguna.