El proyecto colectivo que resiste a la gentrificación en Madrid: Traficantes de Sueños se queda en su librería del centro

El local que ahora ocupa Traficantes de Sueños, en el corazón de una céntrica zona de Madrid con marcado carácter comercial ya desde el siglo XVII, albergó durante décadas la desaparecida sastrería La Universal. No pudo haber mejor sucesora que esta librería: si algo caracteriza el proyecto es su capacidad para tejer lazos que desbordan cualquier límite establecido. Desde este lugar, en el número 13 de la calle Duque de Alba (a medio camino entre Tirso de Molina y La Latina), estos corsarios de las letras llevan diez años siendo una referencia para el barrio y los vecinos, pero también para el pensamiento político o cultural de toda la ciudad.

Un espacio que no es inmune a los procesos de gentrificación y aumento generalizado del precio de los inmuebles, factores que marcan el día a día en ciudades como Madrid. Hace un año, las dueñas de la propiedad trasladaron su intención de venderla. La amenaza de un nuevo casero que les expulsase o les impidiese continuar con alzas del alquiler desmedidas llevó a que desde Traficantes tomaran una decisión drástica: asumir la compra por su propia cuenta, junto a los colectivos Red Interlavapiés y Senda de Cuidados, y conseguir parte de la financiación necesaria a través de un crowdfunding en la plataforma Goteo.

“La única opción para un proyecto como el nuestro, que pretende generar espacios de cuidados, apoyos y lucha, era comprar el local. Eso o asumir que nuestros recursos se pierden para los movimientos de Madrid, la actividad cultural y la difusion política”, asegura en conversación con Somos Lavapiés Pablo Carmona. Es uno de los responsables del proyecto político de Traficantes de Sueños, una de las 20 personas que trabajan (junto a una enorme red de lectores, colaboradores y vecinos) para que la librería siga siendo punto de referencia.

Cuenta Pablo que esas 20 personas sacan adelante Traficantes de Sueños “de forma asamblearia y sin ninguna estructura jerárquica”. Juntas deciden “la organización del colectivo”, que además de librería es también editorial, distribuidora, taller de diseño y formación o grupo pensamiento político. Admite, eso sí, que pese a sus actividades diversificadas “el 90% de la financiación se consigue con la vente de libros a través de la librería, la editorial y nuestro sistema de distribución”.

Organización, capacidad de resistencia y algo de fortuna

Cuando las propietarias les comunicaron su interés en vender el local, comenzaron a organizarse para la compra. Son conscientes de su fortuna “excepcional”, ya que en un área tan jugosa como el centro de Madrid las dueñas se mostraron predispuestas a priorizar la continuidad de la librería. Una circunstancia vital para que ahora sea viable salvaguardar “el proyecto social frente al interés de fondos de inversión y grandes especuladores que rápidamente pusieron sobre la mesa ofertas muy tentadoras”.

Pese a ello, e incluso con “una pequeña rebaja del precio”, la tarea no deja de ser complicada: la compraventa ya firmada del inmueble les supone un desembolso 1,2 millones de euros. A ello se suma una inversión de cientos de miles de euros con la que quieren reformar y ampliar el espacio, unas obras de mejora que consideran “ineludibles”.

Esta rehabilitación es el principal destino de la recaudación de la plataforma Goteo. “Hay un objetivo minimo de 60.000 euros [ya alcanzado] para la compra del establecimiento y pequeñas transformaciones. Luego uno óptimo de 80.000 [que rozan con las yemas de los dedos] para dar un nuevo impulso al local: ampliar secciones, habilitar nuevas salas o espacios, reforzar nuestra función de punto social de encuentro y mejorar en general la vida cultural”.

A través del Goteo, pero también por otras vías, han recibido “donaciones de gente que vive en Lavapiés o son clientes habituales”, dice Pablo Carmona. Agradece cómo “una vez más quienes tienen sentido y sentimiento de comunidad fueron los primeros en dar respuesta”. Y añade: “Esta red hace posible que el proyecto siga en pie”.

El también ensayista y escritor incide en la alerta sobre el “proceso de gentrificación, la subida de los alquileres sin control y la presencia masiva de viviendas de uso turístico”. En su opinión, esto desemboca en una “sustitución de la población por otra que cuenta con niveles de renta muy superiores”. Algo que ya se ha materializando en “el cierre y la merma de centros sociales o comercios de proximidad”. En Traficantes de Sueños, por suerte, eludirán ese desenlace tan habitual en forma de desaolojo o cierre.

“Ante el estándar de comercio franquiciado que copa más y más el eje Tirso de Molina - La Latina - Lavapiés, quedarse es un acto de resistencia”, afirma Pablo. Al menos esta vez la resistencia ha sido una opción, frente a los miles de casos en los que no existe alternativa a la expulsión.

El sueño colectivo que empezó en un puesto de El Rastro

“Hay un hilo común que atraviesa el puesto de Tirso de Molina en El Rastro que fue semilla de Trafis y sus actuales encarnaciones: la idea de que los libros son ladrillos para levantar el edificio de la transformación social”, escribía Luis de la Cruz cuando el colectivo anunció su crowdfunding. La efervescencia política de aquellos puestos dio pie en 1996 a una librería instalada en un piso de la calle Hortaleza, donde como siguen haciendo a día de hoy compartían actividad con otros colectivos sociales.

En 2005 se mudaron a un pasaje de la calle Embajadores, pero la poca visibilidad exterior del emplazamiento les hizo buscar una nueva ubicación. En 2014 se mudaron a la sede de Duque de Alba (esta es una historia marcada por saltos de nueve años), donde al fin dieron con un escaparate a la altura de su trabajo.

Ante el estándar de comercio franquiciado que copa más y más el eje Tirso de Molina - La Latina - Lavapiés, quedarse es un acto de resistencia

Un año más tarde recibieron el Premio Nacional a la Mejor Librería Cultural, dotado con 9.000 euros y otorgado por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Por el camino, pasaron del activismo al autoempleo y continuaron desarrollando la editorial, la distribuidora y el resto de ramas de su actividad. Incluso abrieron otra sede en el Ateneo La Maliciosa, el espacio que comparten con Ecologistas en Acción en Arganzuela.

Pablo no quiere dejar pasar la ocasión sin destacar la labor de Red Interlavapies y Senda de Cuidados, las otras dos iniciativas con las que conviven en el local de Duque de Alba: “Proporcionan apoyo a personas inmigrantes, a trabajadoras domésticas o a organizaciones sindicales”. Contribuciones al barrio y la sociedad que se completan con el “espacio cultural de pensamiento” en el que trabajan desde Traficantes. Entre todos conforman un ecosistema “no mediado por el consumo, sino por el compromiso político y social”. Un espíritu imposible de gentrificar.