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Madrid, esa ciudad en la que se cena cerveza por los precios o el modelo de tapeo aunque “la resaca es peor”

Varias personas beben en una terraza.

Guillermo Hormigo

Madrid —
22 de junio de 2025 06:00 h

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“Es que no quiero gastar”, dice Noelia (nombre ficticio) al rechazar la idea de pedir algo de cenar, mientras consume su quinto botellín de la noche. “Luego me tomo algo en casa”, afirma David, el héroe que quita las chapas de todas las cervezas en el cuarto cubo de cerveza que su grupo pone sobre la mesa.

Pablo, madrileño de 22 años prácticamente gato (tres de sus abuelos nacieron ya en la ciudad), casi ni entiende el problema o la excepcionalidad que hay en tomar algo sin cenar: “Es costumbre, desde que empecé a salir se hace así. Ir a tomar algo es ir a beber. No se come, es lo normal y ninguno de mis amigos lo hace. Si cenas es porque sales a cenar”.

Miguel Ángel reside en Torrejón de Ardoz, pero divide su ocio entre ese municipio y la capital. Subraya en primer lugar que “influye el género” y lo explica así: “Todas las mujeres con las que he salido de fiesta cenan siempre porque tienen menos aguante al alcohol por razos físicas, así que si no comen se les va de madre [Miguel Ángel no conoce a Noelia]. De cara a los tíos, no hay una regla estricta, al menos no relacionada con el efecto que les vaya a hacer”. Acaba llegando a su propio caso, epítome de la corriente no-cenista: “Cuando salgo, que no es a menudo, me gusta la sensación de estar contento y que me suba el alcohol. No ceno para que pase esto, porque tengo un aguante impresionante, nunca me emborracho”.

Ana confirma la versión de Miguel Ángel sobre el efecto que le produce a ella y varias amigas la ingesta de alcohol sin comer. En su caso, como en algún otro que aparecerá a continuación, la estrategia está ya muy trabajada: “Somos de retirarnos a eso de la 1.00 o las 2.00 para ir a por un par de trozos de pizzas. Es que Madrid es tan caro...”. Se fija también en que la capital se sitúa en un término medio en la escala de los tapeos: “En Barcelona no te ponen nada, así que pides. En Granada la tapa que te ponen ya casi se puede considerar un plato. Madrid es como que ni una cosa ni la otra, te sirven unas patatas o unas aceitunas y mucha gente se contenta con eso”.

Llegar a la ciudad de las cenas imposibles: entre la incomprensión y la costumbre

El escritor Gonzalo Torné (Barcelona, 1976), observador no partícipe de este fenómeno cuando visita Madrid, tiene mucho que decir al respecto. Aunque antes de nada habla de otros aspectos más o menos relacionados con la cuestión de marras: “Hay dos cosas que me fascinan de Madrid, las rotondas y el contraste entre lo desagradable que es la ciudad y lo simpática que es la gente. Sobre las rotondas diré que si bien hay muchas para el recién llegado, a la que llevo un día de aclimatación descubro sitios donde podría construirse una nueva. Sobre las personas el asunto es más complicado, pero como barcelonés que no sale de casa sin saber a qué hora se empieza, a qué hora se termina, cuántos vamos a ir y de qué se hablará, lo de Madrid es el camarote de los hermanos Marx”.

“Es un despropósito de gente entrando y saliendo, cambiando de sitio, de pie y sentados, todos simpatiquísimos. Vengan de donde vengan (más que una capital Madrid es una concurrencia), qué complicado es cenar”, explica el autor de Brujería (Editorial Anagrama, 2024). “Suelo atribuirlo a la juventud y a las indignantes estrecheces económicas que sufre, pero como enseguida se suman los mayores, ya no sé si será cuestión de dieta. En ocasiones, alterado por el hambre, me figuro si no será el resultado de un complejo rito tribal que pide a gritos a su Levi-Strauss para desentrañarlo. La mayoría de las veces, cuando con insinuaciones y gestos reclamo por lo menos unas patatitas, me responden con las sonrisitas y evasivas que las familias reservan a los primos que no se enteran de nada”, añade.

Como barcelonés que no sale de casa sin saber a qué hora se empieza, a qué hora se termina, cuántos vamos a ir y de qué se hablará, lo de Madrid es el camarote de los hermanos Marx

Gonzalo Torné Escritor

“Así que conservo el agradecimiento a los amigos que la última vez que estuve en Madrid, ya de madrugada, enfrentándose a la economía, la dieta y las reglas de la tribu me llevaron a un restaurante chino. Porque, eso sí, los sitios no cierran nunca”, concluye Torné en unas declaraciones en las que demuestra una mirada a la vida social y ociosa de Madrid tan fina como la que sus novelas ofrecen de Barcelona.

Iván, nacido en Argentina, vive desde 2023 en San Sebastián, aunque antes pasó más de un año en Madrid. Su experiencia le permite comparar la dinámica de varias ciudades y él, a diferencia de otros testimonios, no aprecia diferencias significativas entre lugares: “En Buenos Aires se va a cenar fuera bastante, pero también a tomar unas pintas con unas papas y ya”.

Para Andrés, informático de Alicante que reside en Madrid desde hace tres años, las quedadas nocturnas sin cena tampoco son ni mucho menos exclusivas de la capital. “Yo con la gente que más me llevo, principalmente alicantinos de unos 27-28 años, no suelen cenar en ninguna de las dos ciudades. En mi entorno, si sabes que vas a salir de fiesta, no piensas en cenar fuera. Además, en Alicante hay cero cultura de cañatapa”. Él en cambio, como Ana, lucha contra la postura dominante: “Yo sí que ceno. Suelo irme con mi novia o mi compi de piso, que también cenan, y nos reenganchamos con el resto después de unas pizzas o lo que sea”.

La vertiente sanitaria: mejor un kebab tardío que la nada

“Coincidimos con el diagnóstico”, declara a Somos Madrid Aitor Sánchez, dietista-nutricionista y tecnólogo alimentario. El autor de Mi Dieta Cojea (Editorial Planeta, 2016) trata de aportar luz sobre la expasión de esta tendencia: “Lo económico es una de las razones por las que está ocurriendo sobre todo en las grandes ciudades. También influye que se dé en estas urbes el tema del transporte, ya que en ciudades medianas con distancias cortas la gente cena en casa o sale después de cenar”, indica este dietista, que ha ejercido también como voluntario con personas jóvenes.

“Es un fenómeno al alza en un momento particular, un periodo en el que los jóvenes consumen menos alcohol que antes. Beber se ha convertido más en un acto de eventos particulares que habitual. Por suerte han desaparecido los mensajes de médicos carcas que decían que el vino es bueno para el corazón. Ya no se romantiza”, apunta Sánchez. “Se observa el ocio desde otro punto de vista, hay campañas de drogodependencia que han puesto en valor que el tiempo dedicado al alcohol se pierde para otras actividades, en un contexto de auge en la preocupación por el rendimiento deportivo y físico”, añade.

El nutricionista alerta de los riesgos de consumir alcohol sin ingerir alimentos: “La subida del alcohol en sangre y su mantenimiento en ella son mayores. El efecto es peor mientras dura la borrachera, pero también crecen las repercusiones al día siguiente. La metabolización se produce con mayores niveles de alcohol en sangre y con más tóxicos acumulados. El resumen es que la resaca es peor”.

Aitor Sánchez alerta, eso sí, de los peligros de este mensaje: “Tenemos jóvenes que saben que sube más y peor y precisamente por eso beben sin comer, para que lo haga con menos consumo porque las copas están caras. Hay que tener cuidado con algunos consejos de salud que pueden ir en contra de lo que buscan”.

Tenemos jóvenes que saben que sube más y peor y precisamente por eso beben sin comer, para que lo haga con menos consumo porque las copas están caras

Aitor Sánchez Dietista-nutricionista y tecnólogo alimentario

Respecto a las implicaciones de no cenar, Sánchez en más cauto: “En sí mismo no comer una noche no es una gran repercusión, no aconsejable pero tampoco dramático. Sí es peor que se convierta en hábito. Ese lugar común de que no ceno porque me tomo una fruta, un yogur... Ese es un patrón desaconsejable porque culturalmente es el único momento del día, junto a la comida, donde recibimos algunos nutrientes como ciertas proteínas o verduras”. Como último apunte, precisa que “la ingesta de una pizza, un kebab o una hamburguesa a las tantas inicia la metabolización de los derivados del alchol, así que es preferible eso a irse a la coma sin comer nada”.

Un “cambio de hábitos” que la hostelería también percibe

Entidades oficiales también reconocen la tendencia a Somos Madrid. Es el caso de la patronal Hostelería Madrid: “Todos los hosteleros consultados perciben un cambio de comportamiento en el consumo, sobre todo en la gente más joven, que priorizan socializar con unas bebidas y unas raciones a compartir, en lugar de cenas más formales. Además, adelantan los horarios hacia las 20.00 para quedar a tomar algo de modo más informal”.

“Esto es un cambio de hábitos que se percibe sobre todo en gente joven que quiere cuidarse y no cenar demasiado. También se abarata el tique medio, al no sentarte a cenar de plato, lo que les permite quedar más veces porque gastan menos en cada visita”, apuntan.

Pese a esta “tendencia incipiente que se observa en el sector”, desde Hostelería Madrid aseguran que “eso no quiere decir que se renuncie completamente a las cenas más tradicionales, ya que estas se siguen celebrando”. Precisan de hecho que “los restaurantes son el subsector con más crecimiento de la hostelería de la Comunidad de Madrid el último año, un 4,1% con 410 locales más según el INE”. Este tipo de negocios lidera de este modo la creación hostelera en la región, que cerró el 2024 con un ascenso del 1,5% en el número de establecimientos (441 más que en 2023).

Uno de los comentarios que más repiten los participantes de este artículo es que han pensado mucho en el tema, practiquen o no la evasión de la cena. Para otros jóvenes consultados por este diario, como Ignacio, el asunto no guarda sin embargo demasiado misterio: “Yo la verdad llevo meses sin cenar”, sentencia.

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