Se asoma a la Gran Vía y la Plaza de España (en tiempos venía desde Leganitos) para atravesar la zona conocida como Conde Duque y llegar a San Bernardo.
El nombre
Según una vieja tradición el nombre proviene de una casa, la del conde de Alcudia, en la que había unas imágenes de los los reyes del Antiguo Testamento, pero la calle, siguiendo la Toponimia madrileña de Aparisi, se ha conocido por los madrileños de otras formas que tenían que ver con la vecindad del viejo noviciado de los jesuitas: del Noviciado, de la Huerta del Noviciado, de San Ignacio... También cambió de nomenclatura durante los tiempos de las repúblicas: calle de la Soberanía Nacional y del Capitán Domingo, respectivamente.
De viejos y nuevos comercios
La calle de los Reyes entra como una cuña en el barrio desde el Madrid visible, flanqueada por el lateral del hoy andamiado edificio España, de frente se le aparece al caminante un precioso edificio de ladrillo e inspiración neomudéjar mucho más modesto, como anuncio de una arquitectura menos soberbia del barrio en el que entra. Pero el paseante poco atento a los letreros podría pensar que la calle comienza (y así lo hace para el barrio, se podría decir) a su paso por la calle Maestro Guerrero, cuando al torcer la vista ve la iglesia de San Marcos.
“Recuerdo de toda la vida, desde que era niño, la tienda de electricidad donde reparan radios, la joyería Alcazar – abierta desde finales del siglo XIX – y la farmacia”.
Nos cuenta un vecino de la calle, que
explica también que la bodega con aspecto vetusto que da a la Plaza del Conde de Toreno es actual, pero que “allí siempre hubo también una bodega”. Y es que en la calle se mezclan negocios de muchos años con restaurantes chinos, cubanos y sudamericanos. El feliz sino de la barriada.
Pasada la plaza y hasta llegar a San Bernardo la calle de los Reyes casi no cuenta ya con comercios,
los gruesos muros del Ministerio de Justicia y del Instituto Cardenal Cisneros cobran el protagonismo de este tramo. El palacio de la marquesa de Sonora (Ministerio de Justicia) antes lo fue del Marqués de la Regalía, y en él también vivió el de Grimaldo, que fue el que lo levantó en su aspecto actual a finales del XVIII.
Cardenal Cisneros: el decano de los institutos de Madrid.
El instituto de la calle guarda entre sus muros una historia larga de protagonismo en la vida política y cultual de Madrid. Creado como instituto dependiente de la Complutense se trasladó con ésta en 1836. En 1845, José Pidal crea los estudios de Segunda Enseñanza y el Instituto del Noviciado -luego Cardenal Cisneros – junto con el de San Isidro se convierten en los primeros institutos en impartir en Madrid estos cursos. En aquel momento las clases se daban en el mismo edificio de la universidad.
En el Cardenal Cisneros siempre se ha proyectado con especial intensidad la actualidad social madrileña, como sucedió tras los hechos revolucionarios de 1868, momento en el que ilustres voluntarios como Nicolás Salmerón (presidente luego de la República) o Giner de los Ríos (padre de la Institución Libre de Enseñanza) ensayaron métodos pedagógicos tan avanzados para el momento como la libertad de asistencia a las clases o la enseñanza nocturna para las clases obreras.
Pero fue en 1877 cuando el conde de Toreno, ex alumno con plaza vecina, firmó el cambio de nombre del instituto y la construcción del colosal edificio actual, del arquitecto Franciso Jareño, que ha levantado otros edificios ilustres en el barrio, como el Tribunal de Cuentas, y fuera de él (es el arquitecto del palacio sede de la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico en Recoletos).
Por el instituto Cardenal Cisneros han pasado políticos como el Conde de Romanones o Tierno Galván; escritores como los hermanos Machado, Jacinto Benavente o Gómez de la Serna; hombres de cine como Fernando Fernán Gómez o José Luis Garci. Miembros de gobiernos y ganadores del Nobel y del Oscar de Hollywood.