Cuando en un centro escolar acaban las clases y llega el verano, suele reinar la alegría. Puede que haya alguna niña a la que le entristezca no ver cada día a su amigo, o alguna profe apasionada que vaya a añorar las trastadas de su revoltoso alumnado, pero en general el fin de las clases es sinónimo de algarabía. En septiembre, salvo quienes se gradúan o algún docente que cambie de destino, todos se reencontrarán. Ninguna sensación semejante se reflejaba en las caras y el ambiente que reinaban este jueves en la puerta del Colegio Concertado Purísima Concepción, que ha cerrado para siempre sus puertas después de nada menos que 372 años.
El colegio, que inició su actividad en 1651, está en el número 20 de la calle Puebla, en las traseras de la Gran Vía. Pleno centro de Madrid. Ofrecía educación desde Infantil hasta Secundaria para 216 alumnos matriculados en este curso que ahora será el último, debido a un cierre que para las familias y el profesorado es además “injusto y cruel”. Y que tiene como protagonista a Fernando Ramírez de Haro, hermano mayor y máximo dirigente de la Hermandad del Refugio (que gestiona en la misma manzana la iglesia de los Alemanes y un comedor social), así como poseedor del título nobiliario de conde de Bornos. Aunque es más conocido por ser el marido de la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre.
Las paredes de la fachada están repletas de fotografías de Ramírez de Haro rodeadas de citas de Santa Teresa de Jesús que cuestionan la actuación del gestor: “Dios no se muda”, “Tristeza y melancolía no las quiero en mi casa”, “Solo Dios basta” o “Sin un corazón lleno de amor y unas manos generosas, es imposible curar a un hombre enfermo de su soledad”. Es una protesta hecha desde la fe contra quien consideran responsable del fin de la actividad de un centro destinado a la ayuda a los necesitados, por el que han pasado muchas generaciones de cristianos con no demasiados recursos.
Franco, que abandonó Venezuela por “la persecución política que allí sufría”, sintetiza este rechazo desde unas creencias religiosas muy concretas: “Aquí nos abrieron las puertas y nos acogieron con los brazos abiertos. Es un centro subvencionado, a precio solidario. El cierre es una tragedia a todos los niveles, también en términos de valores y de la fe que se profesa. No sé con qué cara asiste a misa el conde de Bornos. Sé que incluso algunos cardenales le han pedido explicaciones”. Expone la situación en compañía de su hija Libertad.
Tristeza en el profesorado: “Seguiremos trabajando hasta el final”
A primera hora de la mañana, mientras los chavales y chavalas van entrando a su cole por última vez, para Elena todo son lágrimas y hombros en los que secarlas a través de un abrazo. Con compañeras, con alumnos, con madres y padres. Porque la situación es especialmente delicada para los alrededor de 40 empleados que van a perder su puesto de trabajo: una treintena de profesores más el personal de limpieza, cocina o auxiliar. Elena, docente responsable del área de Educación Primaria, pone fin a la que ha sido su dedicación los últimos 23 años. “Es una vida”, dice una de las madres que le arropa. Una vida profesional, sí, pero también empapada de lo personal.
“Estamos de despedida y todavía asimilando que este se acaba. Es un día muy triste”, afirma Elena con la voz entrecortada. Recuerda que ni siquiera es la más veterana: la directora del centro ha trabajado en él durante más de tres décadas, y antes fue alumna. Y eso apenas cubre una pequeña parte de la historia del casi cuatricentenerio Purísima Concepción, una línea temporal que este jueves 22 de junio se ha cortado para siempre.
“Seguiremos trabajando hasta el final. Igual que hemos estado todo el curso como si no pasara nada, sobre todo por ellos [dice señalando a una de sus estudiantes]. Pero hoy es más difícil”. Esta experimentada profesora tiene que buscar ahora una nueva oportunidad profesional: “No tengo nada”. Horas después, en la salida, cuando las familias les dan el adiós definitivo, algunos compañeros se manifiestan en el mismo sentido: “Es una pena, ahora nos toca buscarnos la vida. Hemos intentado evitarlo a toda costa, pero no ha habido manera”. En sus manos portan unos ramos de papel que les han entregado los alumnos como recuerdo, despedida y agradecimiento.
La Hermandad: “Hay que estar contentos de cómo hemos gestionado el cierre”
Algunos padres declararon a Somos Malasaña que la Hermandad estaba esperando a conseguir los permisos necesarios para la cesión del edificio y, entonces, hacer público un informe sobre su inseguridad para poder alquilarlo o venderlo. La entidad ya cedió en 2016 un edificio que hasta entonces servía de residencia de ancianos para su conversión en un hotel. Sin embargo, el gerente de la organización, Raúl Mayoral, asegura en conversación con este medio que el recinto se va a emplear para “ampliar el comedor social y dar un mejor servicio que llegue a más gente”.
Mayoral asegura que “hay que estar contentos de cómo hemos gestionado el cierre”. Presume de que la Hermandad va a sufragar el próximo curso el coste del uniforme y parte del material escolar. En cuanto al despido colectivo de la plantilla, recuerda que “terminan su curso escolar el 31 de agosto” y habla de “un periodo de consultas iniciado con los representantes legales para llegar a un acuerdo, y si no se alcanza pues habrá que ir a los tribunales”.
El cierre es una tragedia a todos los niveles, también en términos de valores y de la fe que se profesa. No sé con qué cara asiste a misa el conde de Bornos. Sé que incluso algunos cardenales le han pedido explicaciones
Ninguna de estas explicaciones convencen a las familias afectadas, que siguen resignadas cuando no indignadas. Todo el alumnado ha sido reubicado, en un 90% al cercano Colegio Santa Isabel (en la calle de Hortaleza), pero no es una situación ideal para todo el mundo. Una pareja que deja a su pequeño en el centro comenta que el nuevo cole les pilla algo más lejos: “Habrá que despertarle un poquito antes”, dice la madre.
Aunque más preocupante es la cuestión económica. El Purísima Concepción es concertado, pero su precio es muy asequible: tan solo una matrícula de 65€, sin mensualidades posteriores. Como en el caso de Franco, gran parte del alumnado proviene de población migrante, principalmente de Filipinas, Ecuador, Venezuela, China y Argentina. También había un aula específica para estudiantes con necesidades especiales y todo el personal docente tiene formación específica al respecto.
Además, el vínculo con el Purísima Concepción no puede mudarse. Como dice Franco, “se rompe el sentido de pertenencia”. Muchas madres o padres se formaron en él, son hijos o incluso nietos de estudiantes. José Antonio, que echa una mano con las orlas de fin de curso, cuenta algo similar. Su mujer Amparo, antigua alumna, es la presidenta del Ampa. Su hijo mayor ya estudió aquí, ahora lo hacía la pequeña, que acaba de graduarse. No se ven por tanto afectados directamente por el cierre a nivel práctico, pero el impacto emocional es enorme. Sobre todo al ver algunas escenas, como cuando “los niños se preguntan qué va a ser de sus profes”.
Tampoco olvida lo frustrante que ha sido todo el proceso, especialmente a la hora de reunirse y negociar con la dirección de la Hermandad. El conde de Bornos llegó a prometer por carta el 23 de diciembre, a pocas horas de Nochebuena, que el centro mantendría su actividad un curso más. Después de Navidad se desdijo. Las familias le montaron varias protestas, una de ellas en forma de sonora manifestación que sacudió el barrio.
A las familias la Hermandad no les ha dicho qué será de su a partir de ahora antiguo colegio. Preguntado sobre el destino que en su opinión le espera al edificio, José Antonio duda pero finalmente responde: “Imagino que construirán un hotel o algo por el estilo”. A pocos metros, en la Iglesia de los Alemanes, los primeros fieles empiezan a llegar a la misa.