Bibliotecas en los parques: una idea novedosa con más de un siglo de historia
Por la mañana, llegan las suscripciones de la prensa diaria a las bibliotecas públicas. El personal sella y la coloca la prensa en los muebles diseñados para las grandes páginas de los periódicos –a veces, esas varillas metálicas que los atraviesan y tan incómodo hace leer–. Desde primerísima hora, se forma una fila. Gente en paro y jubilados, sobre todo. El mayor motivo de conflicto entre usuarios de un biblioteca pública es, en no pocas ocasiones, por ser el primero en leer la cabecera de referencia, aunque es verdad que con la prensa digital esto sucede menos que antes.
La imagen que encabeza esta foto-noticia muestra un sistema de quiscos de lectura al aire libre que se instauró en parques y jardines madrileños en 1973. En este caso, se trata de los Jardines del Arquitecto Ribera (Barceló).
La iniciativa partió de Enriqueta Ortiz de Rozas Fischer, directora de las Bibliotecas Municipales, y el proceso de sellado que acabamos de relatar también se hacía a primerísima hora de la mañana. Por la noche, las revistas y periódicos eran recogidos de nuevo.
La instantánea refleja el día de la inauguración del quiosco. A la derecha está Vicente Nieto Ródenas, secretario de la directora de la biblioteca, y a la izquierda Francisco García Serrano, ordenanza de la casa.
Aunque la idea resulta original, no era novedosa, en realidad. Por aquellos setenta había otras experiencias de extensión bibliotecaria en el panorama internacional bibliotecario, pero, además encontramos un antecedente importante ya en 1919: las Bibliotecas Circulantes de los Parques de Madrid, inauguradas en 1919 y dirigidas por Victor Espinós, bibliotecario municipal que hoy da nombre a la biblioteca músical del Conde Duque. Este post de Memoria de Madrid hace un buen recorrido por aquella red pionera.
Por iniciativa de Ángel Osorio (político maurista) el Ayuntamiento instaló ese año dos puntos de similar naturaleza en El Retiro y en el Parque del Oeste. En este caso, eran pequeños templetes de aires modernistas con una estantería, dedicados al público infantil. Estaban atendidas por un bibliotecario, continuaron durante años y la red se fue extendiendo (en los años treinta eran ya seis). Como curiosidad, la del parterre de El Retiro prestaba juguetes a los niños y niñas además de, por supuesto, libros.
La primera, llevaba el nombre de Biblioteca Popular Pérez Galdós. Meses antes, el propio escritor, ya muy mayor, había ido a la inauguración del monumento en su honor, cerca de La Rosaleda de El Retiro. Muy poco antes de su muerte, a finales de año, se inauguró la consabida biblioteca, al principio con un fondo de libros solo del autor canario. Esta, junto con la otra que hay en el parque, fue restaurada en 1994 y aún hoy la gente deja libros en ellas.
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