Cuando los falangistas atacaron los almacenes SEPU de la Gran Vía por el origen judío de sus dueños

Luis de la Cruz

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A todos nos suena SEPU (Sociedad Española de Precios Únicos) –que cerró su última tienda (Gran Vía) en 2001– por haber sido la primera cadena de grandes almacenes radicada en nuestro país. Recordamos el lema Quien calcula compra en SEPU y hemos oído su nombre muchas veces en documentales sobre La Movida porque es ya un lugar común hablar de cómo los modernos de aquel Madrid posfranquistas rebuscaban entre las gangas de la tienda para elaborar sus atuendos más kitsch.

Pero un hecho poco conocido es que los grandes almacenes SEPU sufrieron ataques directos y en la prensa por el origen judío de sus fundadores suizos, Henry Reisembach y Edouard Worms, que habían abierto un primer SEPU en Barcelona en enero de 1934 y poco después la sucursal madrileña.

El 16 de marzo de 1935 un centenar de falangistas razzió el SEPU de la Gran Vía. Con porras de goma, rompieron una luna y destrozaron vitrinas, ante el pánico de los clientes. Los asaltantes huyeron cuando llegaron los guardias de asalto. Este fue el comienzo de una campaña contra los rectores de los grandes almacenes por su origen judío y, según expresaban en su propaganda los falangistas, por arruinar el pequeño comercio y explotar a sus trabajadores (hubo un conflicto sindical con asociadas a CONS, el sindicato de Falange Española de las JONS). Desde Arriba y otras cabeceras falangistas se dibujó sobre SEPU el contorno de la teoría del capitalismo judío que con tanta fuerza resonó en la Europa de los treinta.

Según Fernando Antonio Palmero Aranda, cuya tesis doctoral trata sobre el discurso antisemita en España, aquí se dio una forma de antisemitismo mitigada en su alcance por el hecho de que estos fueran pocos (unas 6000 personas), lo que dificultaba su criminalización como en Alemania u otros países.

El mismo autor recoge, sin embargo, algunos hechos concretos que demuestran que el antisemitismo anidó en el juego político falangista y de la derecha antirepublicana. Entre ellos, la queja de la comunidad judía por carteles electorales antisemitas en 1936 y, sobre todo, los mencionados ataques a la cadena de grandes almacenes SEPU un año antes. Las cabeceras falangistas intentaron extenderlo a otras empresas bajo el apelativo de “invasión internacional”, tales como Nestlé, a la que acusaban de ser una amenaza para el pequeño productor nacional.

No era la raza el punto central del falangismo –de hecho, muchas veces se distanciaron de este racismo biologicista nazi– y la influencia del nacionalsocialismo alemán en el primer fascismo español no era la mayoritaria, aunque en los treinta los Ledesma Ramos u Onésimo Redondo incorporaban ya una mayor influencia germanófila junto a la italiana. Por otro lado, desde sus órganos de expresión mostraron siempre comprensión con las medidas antisemitas nazis, leyéndolas desde sus propios parámetros confesionales y asumiendo la existencia de un problema internacional con los judíos.

Desde febrero de 1933 la fascinación por el liderazgo de Hitler fue en aumento entre la derecha autoritaria española, según describe el investigador Xosé M. Núñez Seixas en Falangismo, nacionalsocialismo y el mito de Hitler en España (1931-1945)

Aunque en España el judío no era el gran enemigo del fascismo, ya Redondo había publicado los Protocolos de los Sabios de Sión –piedra angular de la divulgación del mito de la conspiración mundial judeomasónica– en su seminario Libertad y otros intelectuales de derecha harían gala desde entonces de un indisimulado antisemitismo radical. Por ejemplo, Adelardo Fernández Arias (alias El Duende de la Colegiata). Colaborador de Informaciones, órgano de propaganda de la Alemania nazi en España desde 1933, en 1935 publicaría Hitler. El salvador de Alemania. No olvidemos que el antisemitismo era un mal muy extendido en el mundo, un prejuicio que cruzaba los límites del fascismo. Fíjate la próxima vez que emitan la versión de Disney de Los tres cerditos (1933) en como en una escena el lobo feroz se disfraza de vendedor judío, de forma muy similar a como estos eran representados en las caricaturas antisemitas de la prensa coetánea.

Emilio Alvargonzález, Consejero Nacional de FET de las JONS escribiría en Arriba un artículo titulado El mundo comienza a desenmascarar al enemigo común donde desgranaba perlas como la siguiente:

“En España, han entrado gran número de judíos. Hay masones en todos los organismos fundamentales del Estado; magistratura política, administración pública, ejército. Hay muchos vividores del socialismo, del comunismo. El panorama es alarmante. Los españoles tenemos que hacerle frente con decisión y energía: expulsando a los primeros e inutilizando a los demás de una manera radical, incluso echándolos si es preciso del territorio nacional… ¡Ah! Y luego que los subvencionen los judíos.”

Como todos sabemos, el tema de la conspiración internacional judeo-masónica y marxista será uno de los argumentos más repetidos de la propaganda franquista y sus ecos llegan hasta hoy. Recientemente se hizo viral la grabación de un discurso de la jovencísima falangista Isabel Medina Peralta afirmando que “el judío es el culpable”. La joven de camisa azul Mahón afirmaría después que las organizaciones sionistas financian el Black Lives Matter o el feminismo posmoderno, discurso que bebe directamente de las mismas teorías de la gran conspiración internacional que inspiraron los pogromos contra judíos y el asalto del SEPU de la Gran Vía.

PARA SABER MÁS:

Goode, J. (2004). El Antisemitismo en España: La imagen del judío (1812-2002).

Palmero Aranda, F. A. (2016). El discurso antisemita en España (1936-1948).

Seixas, X. M. N. (2015). Falangismo, nacionalsocialismo y el mito de Hitler en España (1931-1945). Revista de estudios políticos, (169), 13-43.

Una «Noche de los cristales rotos» made in Spain (Agente Provocador)