El distrito Centro lleva varios años convertido en un espacio de paso, un lugar de la ciudad en el que nadie puede pararse un momento a descansar, en la calle, salvo que se haga en las abundantes terrazas -legales o ilegales- que han ido ocupando plazas y calles mientras que la proporción de lugares para sentarse se iba reduciendo escandalosamente.
En las calles de Malasaña, desde hace años, hay más bancos financieros (y eso que las sucursales también están en retirada) que bancos para sentarse. Por eso es noticia -es triste que sea así, pero es noticia- que se coloque un banco (tres en este caso) en un espacio diáfano; un banco de los de sentarse, en los que no es necesario consumir nada para descansar un rato, para estar en él el tiempo que uno quiera y en el que se está cómodo.
Los nuevos bancos en cuestión han aparecido recientemente en la plaza sin nombre que se forma entre la biblioteca Vargas Llosa y el Mercado de Barceló. También se ha colocado otro banco a la salida de la parada de metro de Tribunal en la calle Barceló, un típico lugar en el que quedar con la gente. Su llegada ha sido todo un de su éxito, a la vista de su uso: siempre hay gente sentada, incluso cuando cae el sol de plano. Visto el triunfo de la medida y la necesidad de estos asientos, ¿aparecerán más bancos como estos en las calles y plazas de Malasaña? Quizá no como estos exactamente, dado que el Ayuntamiento, tal y como publicaba este periódico ayer, tiene abierta una votación para elegir los nuevos modelos de bancos que se instalarán en Madrid en un futuro, pero -sean como sean- bancos al fin y al cabo.
Para encontrar cuáles fueron los últimos bancos que se instalaron en Malasaña antes de los que citamos en este artículo, tendríamos que remontarnos a septiembre de 2012, cuando con motivo de la celebración de la Semana de la Movilidad, en la calle Palma aparecieron un par de ellos, que con posterioridad ya se quedaron.