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Indagando en los recuerdos de nuestras fiestas

Un año más terminan las fiestas del Dos de Mayo, con sus merendolas, sus juegos infantiles, sus conciertos, orfeones, torneos de bascket y ping pong...Y sobre todo, con sus vecinos, artífices y protagonistas de unas fiestas que permanecerán en sus recuerdos futuros. Nuestro propósito hoy es hacerles un pequeño homenaje con los recuerdos prestados de otras fiestas de ayer: una pequeña historia de las fiestas del Dos de Mayo al rededor de la plaza.

Al principio militares, curas...y también verbena

A pesar de ser una de las pocas fiestas civiles de importancia con las que contamos, las sotanas han acompañado siempre a los uniformes militares, el otro ingrediente constante de las celebraciones en la primera parte del siglo XX. Un vistazo al programa de fiestas de 1908, año del primer centenario de los hechos que se conmemoran, nos da una idea de la tónica general de la celebración durante esta primera etapa. Aquel año hubo un festival militar de la armada, bandas de trompetas de los cuerpos de caballerías, soldados, pasodobles dirigidos por el maestro Chueca, orfeones madrileños, carrozas alegóricas de las provincias, exequias a las víctimas, el cuerpo de artillería regaló cartillas históricas a los escolares... Todo un despliegue de nación como trasfondo de bailes y galanteos.

Como veremos a lo largo del artículo prohibir las fiestas del Dos de Mayo ha constituido un curioso vicio para las sucesivas autoridades. Durante la Restauración, el gobierno conservador de Maura anuló todos los actos oficiales “para evitar herir susceptibilidades”. Si bien la cosa era un poco agarrársela con papel de fumar hay que admitir que durante la centuria recién abandonada no fueron pocos los vecinos de origen francés que tuvieron que salir corriendo al llegar estas fechas. En la prensa madrileña de la época lo contaban con humor:

“Claro es que hoy, afortunadamente, no ocurre como hace medio siglo.

A nosotros nos han contado que allá por el año 40 del pasado siglo, un individuo entró en el café y pidió al camarero que le sirviera un consomé.

Como el terminajo oliera a francés desde un kilómetro y el camarero descendiera en línea recta de uno de los patriotas del año 8, le sirvió el consomé, pero con cabezas de fósforos, porque entonces no se conocían tan acreditadas pastillas de sublimado corrosivo, a las que apelan algunos cuando se les acaba el dinero o cuando la novia les da calabazas...“

Después de la guerra civil, la fiesta se hace más religiosa con la fusión con las Cruces , en honor a la Virgen de la Almudena (que se celebraba el día 3), perdiendo su personalidad reivindicativa de los hechos del 2 de Mayo, más si cabe, a partir de 1951, cuando se integra también con las fiestas de San Isidro. Sólo quedan los “concursos de majas y chisperos” como recuerdo de su anterior carácter.

La familia falangista, predominante en los gobiernos franquistas hasta el final de la guerra mundial, veía en la fiesta una suerte de 18 de Julio del XIX a reivindicar, pero posteriormente, y pese al españolismo de la dictura, el franquismo creyó conveniente no agitar el fantasma del levantamiento popular.

Durante aquellos años lo que se llevaba en nuestras fiestas eran las misas junto al arco de Monteleón, homenajes de Falange a los mártires y carrozas en procesión por las calles del distrito – entonces Chamberí - para las Cruces. Pero también verbena, limonada, rondallas y todas esas diversiones que se filtran entre lo demás en el recuerdo de los vecinos y sus fiestas. Nos lo confirma Luis, un niño de los sesenta que recuerda “sobre todo que a los niños nos daban de merendar gratis y lo pasábamos bien”, y así parece desprenderse del testimonio de Miguel Ángel Soriano, jubilado que ha dejado sus recuerdos por escrito:

“En la plaza, para las fiestas del Dos de Mayo y del tres, día de La Flor, en el que se organizaban carrozas con cruces de flores en busca de no recuerdo que premio, instalaban los tiovivos, las cadenas, las barcas, que había que moverlas a mano, las ocupaban dos muchachos que de pie empujaban para balancearse estando el dueño avizor para que con un tablón en forma de rampa, al levantarlo rozaba la quilla de la barca, la bajaba de altura o la frenaba del todo, y también los primeros carruseles que eran solamente bicicletas unidas entre sí y que los chavales movíamos con la suma de pedalazos de las bicicletas ocupadas, los tiros de escopeta o de bolas para tirar botes o muñecos en movimiento. Las churrerías, las barracas de comer y beber y las de vender se colocaban en la zona alta de la plaza, alrededor de la parte baja, enclavamiento del Arco de Monteleón y el monumento a Daoiz y Velarde”.

Años después, el alcalde Carlos Arias Navarro, a quien todos recordamos por su gimoteante anuncio de la muerte de Franco, eliminó las fiestas del Dos de Mayo en el barrio poniendo como excusa problemas de tráfico, aunque detrás de la medida subyacía la mano gris de la especulación del Plan Malasaña, que proyectaba derribar gran parte del barrio para construir en su lugar un barrio residencial atravesado por una gran avenida.

Las fiestas son de los vecinos

Una fotografía tomada por Felix Lorrio en 1976 dio la vuelta al mundo: una pareja corona desnuda las estatuas de Daoiz y Velarde en medio de la multitud arrebatada por la fiesta. La imagen, que en España se publicó tapando los sexos de los jóvenes, ha quedado como uno de los símbolos de las ganas de libertad que flotaban en aquel Madrid de “La Movida”, como bandera de un barrio que fue epicentro de aquella nueva efervescencia.

Detrás de aquellas fiestas, primeras fiestas locales organizadas por los vecinos de cualquier barrio tras la muerte de Franco, había sin embargo también una historia de lucha vecinal menos conocida. Lo que construyó la fraternidad de un barrio que entonces se empezaba a conocer como Malasaña, fue el ya mencionado Plan Malasaña, al calor de cuyas luchas nació el asociacionismo. En ese contexto organizaron la Asociación de Amas de Casa y la asociación de vecinos las primeras fiestas.

Esta crónica de 1978 en El País da noticia del ambiente alegre y mestizo de aquellas primeras verbenas:

“El afán de diversión era la nota predominante entre todos los asistentes. La mayoría de la gente lucía extraños disfraces y divertidos maquillajes. Muchos de los jóvenes iban vestidos con trajes femeninos. Las señoras musulmanas, las de principios de siglo o las de vida alegre eran las más imitadas. Algunos despistados se daban en la plaza los últimos toques necesarios para jugar a hacer otro u otra. Las botellas de vino y los porros tampoco estaban ausentes de la fiesta. Las mil caras diferentes y los alegres bailoteos hacían posible que también este año las fiestas de Malasaña presentaran ese colorido diferente y especial que hace que el barrio sea especialmente peculiar respecto a otras zonas madrileñas”.

En un Madrid ansioso de libertad y vigilado por una policía franquista, la numerosa presencia policial fue una constante fuente de conflicto que acabó en algunas ocasiones con algaradas en las calles del barrio. Fue, sin embargo, la presencia de grupos fascistas, lo que puso en peligro la paz social en las fiestas. En los primeros años FE de las JONS convocó concentraciones paramilitares en la plaza que buscaban intimidar a los vecinos. No es exagerado tildar de heróica la actuación de los vecinos -y del servicio de orden de las asociaciones de vecinos – echando a los fascistas de la plaza.

También la presencia de retretas militares, en aquella época con militares y guardias civiles de verdad a caballo, causó no pocas tensiones. Moncho Alpuente, que no pudo llegar a leer su pregón de fiestas de un 1984 de ambiente anti OTAN, lo recuerda así:

“El desfile hizo su aparición en la plaza rondando la medianoche, cuando el cuadrilátero hervía en una variopinta aglomeración de pacifistas, objetores de conciencia, feministas, penenes, rockeros, punkis y mohicanos con el hacha de guerra, afortunadamente dialéctica, desenterrada y esgrimida con singular gracejo y desparpajo después de las primeras libaciones alcohólicas.

No gozaron los niños del barrio del colorista espectáculo, no arrojaron claveles las jóvenes al paso de la comitiva, no lloraron emocionados los ancianos con el cortejo, pero una vez más se cumplió hasta el fondo de sus esencias la tradición de Malasaña, una tradición que, como su propio nombre advierte, se cimenta sobre el enfrentamiento.“

En aquellos años la fama de las fiestas siguió creciendo, con sus pregones de Tierno, que abrió en 1980 las fiestas “como carroza, como alcalde y como profesor”, y con sus hordas de jóvenes venidos de todo Madrid. Ese 1984 las fiestas coinciden por primera vez con unas recién constituidas fiestas de la Comunidad de Madrid, que de nuevo la tiñen de carácter oficial. A la retreta militar se unen los grandes conciertos, que muchos vecinos consideran hicieron que aquellas dejaran de ser un poco “sus fiestas”. Gabinete Caligari, Enrique Morente e Hilario Camacho fueron los primeras espadas en esta ocasión.

Y así fueron transcurriendo las fiestas, con la intensa participación de los vecinos de un lado, con la tradicional carrera popular organizada por el club deportivo y la panadería Diadema, pero también con el barniz oficial contagiado por el ayuntamiento de otro. Hasta 2005.

Este año el colectivo vecinal suspendió sus propias fiestas ante las mil trabas de la Junta Municipal de Centro. El ayuntamiento, aduciendo falta de presupuesto, sólo aportó a la cita un tablao, un montón de policías para organizar el botellón y sus puertas cerradas a las solicitudes vecinales. El año anterior las fiestas del Dos de Mayo se habían suspendido por los atentados del 11-M, y el siguiente, 2006, fue el año en el que Aguirre y Gallardón – por una vez de acuerdo en algo – deciden matar las fiestas del barrio, denegando a los vecinos la solicitud de organización de las mismas. Paradójicamente, los presupuestos municipales no racanearon para los fastos del 30 aniversario de “La Movida”.

Y el resto de la historia es bien conocida, la historia de como en momentos de escasez las fiestas de Malasaña volvieron a ser sin embargo unas fiestas de barrio a partir de 2008, puras, organizadas por los vecinos a través de la Plataforma por unas Fiestas Populares y Autogestionadas (no sin alguna zancadilla consistorial) . Fiestas más pequeñas pero más auténticas, fiestas sin grandes escenarios pero con el brillo de lo pequeño cuando crece sacando pecho orgulloso, entusiasmado.