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La Gran Vía Diagonal: el plan que casi acaba con el barrio

Empezando 2010 a uno se le hace complicado imaginar un plan urbanístico que pueda pasar por encima del barrio destruyendo manzanas enteras de casas y monumentos, pero tal peligro ha pendido sobre Malasaña durante la segunda mitad de siglo XX y casi se lleva a cabo hace sólo treinta años. Hablamos del proyecto de la Gran Vía Diagonal y del Plan Malasaña.

El plan

No se habían iniciado los años cincuenta cuando el peligro de los derribos empezó a acechar al barrio con un megalómano proyecto conocido como Gran Vía Diagonal, que concebía una gran avenida que conectara Plaza de España con Alonso Martinez flanqueada por grandes edificios. En realidad la idea ya se había barajado incluso antes cuando en los años veinte, en plena construcción de la Gran Vía, se barajó la posibilidad de abrir otra vía más al norte.

El plan no llegó nunca a realizarse (lo que nunca cesó fue el continuo deshaucio de vecinos aduciendo la ruina de los inmuebles) pero la idea quedó flotando en el aire para solaz de los especuladores, y de alguna manera se convirtió con los años en el Plan Malasaña, aprobado por el ayuntamiento a principios de 1977 y que de haberse llevado a cabo habría supuesto el desplazamiento de 30.000 vecinos en un plazo de cinco años.

El proyecto pretendía cambiar por completo el tejido urbano del barrio que conocemos, se proyectaba modificar 45 manzanas para levantar una colonia residencial, sin los comercios que caracterizaban el barrio. En definitiva, se quería echar a los vecinos para crear un barrio a medida de una clase media acomodada bajo el pretexto de la descongestión del tráfico y la modernidad.

Una serie de alegaciones consiguieron salvar de los planes de derribo una serie de edificios como el Paraninfo de la Universidad Central, el Ministerio de Justicia o la Iglesia de San Ildefonso, entre otros. Algunos de los que, sin embargo, no tenían una protección integral eran la Iglesia de Santo Justo y Pastor, las Comendadoras de Santiago, el Teatro Lara o la Academia de Ciencias Exactas, entra otros muchos. ¡Casi nada!

El contexto

Aun con los muchos problemas de dotaciones que sufrimos en el distrito centro, la situación es mucho mejor que décadas atrás. A partir de los años sesenta los cascos históricos de toda España sufrieron una gran desvalorización y la huida de los vecinos. Hasta la llegada de los consistorios democráticos en 1979 la constante fue una ausencia total de planes rehabilitadores en los centros históricos de nuestras ciudades, el que los ayuntamientos animaran a la población a huir al extrarradio (el distrito centro pasó de 332.973 habitantes en 1955 a 167.957 en 1980) y una actitud condescendiente para con los propietarios de los edificios a la hora de tramitar situaciones de ruina, que se tradujeron en 500 expedientes de ruina anuales en Madrid durante los años setenta.

El papel de los vecinos

Si para algo sirvió el Plan Malasaña fue para aglutinar a los vecinos. Los finales de los setenta supusieron el depegue del movimiento vecinal en Madrid, y el Plan Malasaña en concreto fue la excusa para que cuajara en nuestro barrio, con la creación de la Asociación de Vecinos de Malasaña.

El nombre de Malasaña se imponía en estos años como “marca” por la que la gente conocía la barriada y aquel movimiento de oposición tuvo su parte de culpa en ello.

El final del sueño del especulador

Moncho Alpuente glosaba el triunfo en una crónica de 1988 en El Pais desenmascarando la falsa idea de progreso que justificaba la maniobra :

“Ya no era posible presentarse a bombo y platillo como adalides del progreso y la modernidad que, con la mente puesta en los graves problemas urbanísticos, proyectaban espaciosas avenidas sobre las exiguas cuadrículas del plano de Texeira, avenidas flanqueadas de modernas torres de acero y cristal en sustitución de los anticuados edificios, casas de renta baja y escasa envergadura, sacos de hacinamiento abandonadas por sus caseros, insatisfechos con los parcos alquileres de sus humildes inquilinos”.

La movilización ciudadana y la llegada al ayuntamiento de Tierno Galván acabaron definitivamente con el Plan Malasaña y el fantasma de la Gran Vía Diagonal en 1980. Sería el comienzo de una nueva filosofía de rehabilitación del centro histórico que no llegaría a tomar cuerpo hasta finales de la década y que aún hoy tiene muchas cuentas pendientes con las viejas calles del centro de Madrid.