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La Semana Trágica que comenzó en el barrio

Entre el tiempo y la propaganda los años de la Transición Española han pasado al imaginario popular como un tiempo delegado en el que la alta política libró una emocionante partida de ajedrez. La fuerza de la calle, la presión popular de quienes se manifestaron con más energía que nunca en la historia de la democracia española ha quedado semi olvidada, obviando la influencia real que tuvo en los acontecimientos y los muchos que cayeron en el camino. El barrio estuvo no pocas veces en el centro del meollo.

La década entre 1976 y 1986 vivió un aumento de la conflictividad social desconocida desde los años de la República. De un lado, la clase obrera y los partidos de izquierda toman la calle con demandas laborales, pero también políticas (amnistía, democracia...). Del otro, la extrema derecha jugando sus bazas: la llamada “estrategia de la tensión”, un intento de tensar la cuerda para conseguir que el ejército interviniera de la mano de los sectores involucionistas. En medio, una policía heredada del franquismo con facilidad para matar manifestantes y muchas conexiones con la extrema derecha y de telón de fondo, la etapa con más atentados terroristas de cuantas hemos vivido. Como se ve, la situación no era una balsa de aceite, valgan como ejemplo los 200 heridos y 150 detenidos en una jornada en Madrid en el transcurso de las movilizaciones por la prohibición del Primero de Mayo en 1977.

Especialmente conocida por la desaforada escalada de la violencia que supuso es la llamada Semana Trágica (entre el 23 y el 30 de enero de 1977), que comienza con la muerte de Arturo Ruiz el 23 de enero en una manifestación pro amnistía transcurrida en la Gran Vía, que se dispersó por las bocacalles de Malasaña. El testimonio de un testigo da muestra de lo dramático de la situación:

“Éramos un grupo de unas cuarenta o cincuenta personas que nos encontrábamos en la embocadura de las calles de Silva y de la Estrella. Habíamos confluido allí tras haber sido dispersados violentísimamente por los guardias de la Gran Vía”...-¡Sí, somos guerrilleros de Cristo Rey ¿qué pasa?...Llevaba una manopla de hierro en la mano derecha, alguien gritó: “¡Cuidado lleva pistola!” ...El joven cogió la pistola con la mano izquierda, se quitó el guantelete de la derecha y se vino hacia la calle de la Estrella. Se paró, abrió las piernas, apuntó cuidadosamente y disparó“.

A Arturo, estudiante de bachillerato y obrero de la construcción, le mató uno de los que entonces se llamaban “agentes incontrolados”, que curiosamente aparecían siempre del lado de la policía.

Al día siguiente, el 24 de enero de 1977, en la manifestación de repulsa por el asesinato de Arturo Ruiz, habría que lamentar la muerte de otra manifestante en nuestras calles, la de María Luz Nájera, a quien un bote de humo de la policía destroza el cráneo. María Luz, de 20 años, caería muerta en la entrada de la calle de los Libreros.

El día siguiente, 25 de enero, el GRAPO secuestraría al general Villaescusa y se produjo la matanza de los abogados laboralistas de la calle Atocha. Hablamos de uno de los puntos álgidos de la Transición, el que relatara magistralemente Juan Antonio Bardem en Siete días de Enero, que por desgracia empezó en el barrio.