La soberbia es un pecado capital que, en ocasiones, se paga en las urnas. Y si no, que se lo digan a Esperanza Aguirre Gil de Biedma, condesa de Bornos y liebre de Esopo en la fábula electoral que acabamos de vivir.
Quién le iba a decir en 2011 a la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid que parte de los jacobinos del 15M, esos “camorristas pendencieros” a los que ella misma recomendó crear un partido político si de verdad querían un cambio sin “atajos revolucionarios”, no sólo terminarían por hacerle caso sino que lograrían dejarla al borde del fin de su carrera política, tras lograr unos históricos resultados en las elecciones municipales del 24M. Quién le iba a decir hace una semana a la alcaldable del PP que una candidatura de izquierda y de consenso, carente de cabeza hace apenas dos meses, iba a apartarla de su destino como primera edil de la capital de España bajo la advocación de una desconocida exjuez a la que no vio como rival hasta que convertida en icono pop atormentó 'proyectada' sus noches previas a la cita electoral, recordándole el desastroso papel que había protagonizado en el cara a cara que ambas mantuvieron días antes en un debate en su televisión.
Aguirre ha regalado la Alcaldía anhelada al seguir una estrategia electoral demencial, propia de quien, habiendo pasado demasiado tiempo en el poder con mayoría absoluta, vive desconectada de la realidad. Con más displicencia y altanería que programa en campaña -solo se permitió algún que otro guiño hacia Ciudadanos por lo que pudiera pasar y no acudió a encuentros con otros candidatos- es posible que aún hoy se esté preguntando cómo es que no ganó las elecciones más que por una cantidad insuficiente de votos.
Anoche se acostó Esperanza sintiendo el desafecto del pueblo -por la mañana su clásico paseíllo electoral se convirtió en ruta premonitoria hacia el Calvario- y sabiéndose rodeada de 'bolivarianos': en Centro, el distrito en el que vive, uno de cada dos votos fue para Ahora Madrid.
Puede que soñara con un nuevo 10 de junio de 2003, algo que no volverá a pasar.