La memoria de Fuencarral 77

Antonio Pérez

27 de enero de 2011 01:31 h

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El edificio del número 77 de la calle de Fuencarral agoniza ante la desidia de la Administración. Propiedad de Tesorería General de la Seguridad Social, sus seis plantas de oficinas se hallan infrautilizadas, las cuatro de viviendas, deshabitadas -con la excepción de la que ocupa el portero- y 13 de los 14 bajos comerciales de su galería están cerrados. Sólo la Joyería Monge sigue con actividad, como único testimonio de los tiempos mejores que vivió el edificio y que hoy son difíciles de imaginar.

Antonio Langa no tiene que hacer el esfuerzo de imaginarlos. Tan sólo debe recordar. Su padre abrió en la galería comercial de Fuencarral 77, en el año 1957, Óptica Langa, negocio que hoy continúa abierto en la esquina de Fuencarral con Hernán Cortés. Él se crió allí.

Hoy cita con memoria fotográfica los nombres de los comercios que llenaban los bajos de la galería. Dibuja su ubicación en un papel, mientras cuenta qué fue de sus inquilinos y anécdotas varias.

Los comercios del ayer

Entrando por Fuencarral, de espaldas a la calle, “quedaba a la izquierda la Sastrería Roan (que acaba de cerrar), la puerta de entrada al edificio de oficinas y Cuevas Publicidad. A la derecha, una cafetería que incluso ponía mesas en el pasaje dándole mucha vida, el otro portal y la Joyería Monge, antes tienda de electricidad”. Al bajar las escaleras, “los cuartos de baño (con una mujer y todo en la entrada a los mismos), Deportes Paz y nosotros, Langa Ópticos”. En frente, “confección de mujer Arcadio Nieto, Conchita ropa de mujer y Credere Star, un negocio de préstamos”.

“Luego, se llegaba a una placita en medio de la cual había una fuente. Al fondo, un negocio de confección de punto y a su lado, Peluquería Pili. Junto a ésta, una tienda de porcelanas y enfilando ya hacia la Corredera Alta de San Pablo, a la derecha, el estanco y Bolsos Manopiel”.

Langa apunta también que en el primer piso de la galería comercial, al que se accedía por las escaleras que había junto a la fuente, estuvo el Hogar Canario y también las oficinas de los famosos cerrojos FAC.

“Hoy la galería es un lugar de paso entre calles, en su buena época era una calle más y no había verjas que la cerraran por la noche, como sucede ahora. Su declive comenzó a mediados de los años 80. Algunos comerciantes se jubilaron, otros se murieron y otros tuvieron que cerrar el negocio porque no les iba bien. La Administración no quiso volver a alquilar los locales que se quedaban vacíos y tampoco se hacía cargo de reponer lo que se iba rompiendo en el pasaje. Lo dejó morir. Por las noches se llenaba de indigentes que se refugiaban en él para dormir”, recuerda Langa.