La nueva Plaza de España ya está abierta al público. La presentación del pasado lunes, a la que acudieron numerosos políticos y miles de madrileños para ver el resultado de dos años y medio de obras, ha servido para descubrir los espacios estanciales y de juego propuestos por el proyecto arquitectónico que ha transformado este enclave de Madrid.
Pero las obras han ido más allá de la propia plaza que da nombre al proyecto. Las reformas se han extendido hasta los Jardines de Sabatini -donde todavía siguen los trabajos-, la conexión con el Templo de Debod o la calle Princesa, entre otros. Uno de los espacios más recónditos que ha sido transformado es la plaza de Cristino Martos, en la parte baja de Conde Duque. Allí la intervención ha dejado varios bancos corridos, con el mismo diseño que los existentes en Plaza de España, también parterres triangulares con césped y un elemento sorprendente que se ha hecho de rogar.
¿Volverán los columpios que había en la plaza? Se preguntaban los vecinos de la zona hace unos meses. La respuesta llegó hace unos días en forma de un original arenero tridimensional, que ocupa el centro del espacio abierto por los bancos corridos y que hará las delicias de los más pequeños.
La estructura está compuesta por varios listones y tablones de madera, tubos y diferentes poleas que sirven para llevar arena de un sitio a otro. Los niños pueden jugar abajo o subir las escalas para llevar la arena al primer piso y deslizarla después por las acequias preparadas para tal efecto.
El arenero en altura sustituye el parque clásico con columpios y un pequeño tobogán que había antes de la reforma. Es una extensión de las zonas infantiles nuevas creadas más abajo, en la Plaza España, con un columpiódromo compuesto por hasta 17 aparatos, a los que se suma una gran estructura de toboganes. A todo este conjunto fabricado con madera y metal el Ayuntamiento de Madrid lo ha denominado Isla de Barataria, como la ínsula en la que fue nombrado gobernador Sancho Panza.