En busca de la Malasaña desaparecida de la pintora Amalia Avia

Antonio Pérez

27 de marzo de 2021 21:58 h

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Cuando hace unos días Rodrigo Muñoz Avia, uno de los hijos del pintor informalista Lucio Muñoz y de la pintora realista Amalia Avia caminaba por una calle de Malasaña se topó con una antigua puerta de cruz que le recordó a las obras de su madre. Al llegar a casa y repasar el catálogo de los cuadros de ésta comprobó con sorpresa que Amalia, quien murió en el año 2011, la había pintado en 1995. 

Ese feliz encuentro, transformado en anécdota compartida por Rodrigo en su cuenta de twitter, fue el inicio de este viaje por las calles de Malasaña en busca de esos lugares que la artista quiso salvar del paso del tiempo a través de su pintura. 

Avia pintó más de 2.000 cuadros a lo largo de su vida, de los que su familia sólo tiene controlados alrededor de 800. Su tema preferido fueron las puertas cerradas y fachadas descascarilladas de edificios y comercios viejos de un Madrid que, en proceso de transformación, desaparecía ante sus ojos. 

Tratar de encontrar las localizaciones de todos los cuadros de Avia era una misión que no cabe en un artículo periodístico y que descubrimos que está en proceso de ejecución gracias al trabajo de Nel Avia, uno de los sobrinos de la artista, quien está creando un mapa del Madrid de Amalia. Pero situarnos de frente con la actualidad de los lugares que hace 30, 40 o 50 años llamaron la atención de la artista en una zona relativamente pequeña como Malasaña podría no ser tan complicado.

Con ayuda de Rodrigo y de Nel nos pusimos en marcha. En el fondo del empeño, tratar de acercarnos más a la obra de una artista relativamente poco conocida por el gran público, cuyo trabajo ha sido elogiado por compañeros de profesión como Antonio López y a quien Camilo José Cela definió como “la pintora de las ausencias”, la cronista del “por aquí pasó la vida marcando su amargura e inevitable huella de dolor”.

Malasaña y sus alrededores fueron uno de los vecindarios preferidos de Avia a la hora de recorrer calles en busca de temas. Según su hijo, la pintora solía salir con ese propósito acompañada por Lucio Muñoz. Ambos se acercaban al centro de la ciudad en coche y lo detenían allá donde indicaba Amalia, atraída por algo que había visto; bajaban del auto, elegía el encuadre y luego Lucio, a quien Nel Avia califica como un gran fotógrafo, tomaba la imagen que posteriormente utilizaría Amalia para transformarla en cuadro: “Mi madre nunca pintó del natural, en la calle. Lo hacía en su estudio, a partir de fotografías que tomaban en días grises o en las horas en las que el sol no provocara reflejos ni contrastes exagerados”, cuenta Rodrigo.

Exposición reivindicativa

La ciudad que tanto pintó Amalia Avia le dedicó una gran exposición antológica -con 102 de sus obras- en el Centro Cultural de la Villa en 1997, año en el que le concedió la Medalla del Mérito Artístico del Ayuntamiento. Actualmente, comisariada por Estrella de Diego, la Sala Alcalá 31 prepara una nueva gran muestra sobre la pintura de Amalia Avia, si bien tendremos que esperar hasta septiembre de 2022 para visitarla, 25 años después de aquella primera.

Tania Pardo, asesora de arte de la Comunidad de Madrid y subdirectora del Centro de Arte Dos de Mayo fue quien sugirió esta nueva exposición que se sitúa en la línea no sólo de reivindicar artistas que tengan que ver con Madrid sino que, además, servirá para “visibilizar a pintoras que han sido ninguneadas por la historia del arte español y que en su día no recibieron el reconocimiento social que merecían”.

Según Pardo, “Amalia es una artista a reivindicar y un ejemplo de la invisibilidad de las mujeres de una generación, en torno a los años 50, que no han sido miradas ni leídas como merecían y que muchas de ellas  fueron conocidas antes por sus maridos artistas que por su propia obra, como es el caso de la propia Avia, o de Juana Francés e Isabel Quintanilla, por citar algunos ejemplos. Es alucinante descubrir aquel  Madrid a través de los ojos de Amalia y de su pintura”.

Sirviendo como base a esa futura exposición está la catalogación e informatización de la obra de la pintora en la que está inmersa su familia, una labor encomendada, tal y como hemos apuntado ya, a su sobrino Nel, documentalista, archivero y gestor cultural. 

A la casa que Nel tiene en la calle de San Bernardo, con un salón presidido por una de las tablas de Amalia, llegaron hace más de cuatro meses varias cajas con material perteneciente a su tía y madrina. Buceando en catálogos de exposiciones, en cuadernos de la artista con fotografías y anotaciones sobre sus cuadros, en recortes de prensa y en las fotos originales que usaba como modelo para sus obras es como Nel Avia ha conseguido anotar todo tipo de indicaciones sobre alrededor de 800 cuadros de Amalia. 

Con la informatización llegarán también las conclusiones y un mejor conocimiento de la artista. Pero como anticipo, y tras analizar pormenorizadamente sus cuadros, Nel apunta algunos hechos curiosos: técnicos como que no utilizaba cuadrícula para encajar sus cuadros o que también empleaba fotografías de prensa y hacía composiciones para sus modelos recortando imágenes; otros más personales como que las obras de Amalia fueran creciendo en tamaño a medida que también fue creciendo su fama y cotización, por una parte, y las edades de sus cuatro hijos por otra, algo que debía dejarle algo más de tiempo para dedicarse a la pintura. 

Quizá también relacionado con tener que compatibilizar su vocación artística con el cuidado de la casa y de la familia se encuentre el hecho de que, según Nel, “todas las mujeres que aparecen en los cuadros de Amalia van cargadas con algo, ya sean bolsos o carritos de bebé.”

Para saber más sobre la vida y la obra de Avia tenemos desde las propias memorias de la artista (De puertas adentro) al libro escrito por su hijo Rodrigo Muñoz Avia (La Casa de los Pintores), así como el museo virtual creado por otro de sus hijos y el catálogo online de algunas de sus obras.

Poder pasear por los lugares que inspiraron sus cuadros es otra forma de disfrutar de su arte y de acercarse a él, además de todo un privilegio y un reconocimiento hacia su trabajo.

De paseo por los cuadros de Amalia