ENCUENTRO DE DJS

“Hay mucho bar nuevo que abre sin espíritu, sin cabina de DJ y con playlist de ordenador”

Diego Casado

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Pocas veces te puedes encontrar juntos a Chema 77, Eme DJ, Adrián LeFreak, Álvaro Wurli y Sabi Moloko, clásicos de las noches de Malasaña desde hace más de veinte años. Los reunió el pasado miércoles la III Semana del Kronen, un evento que reivindica la cultura de los 90 y que les puso a charlar sobre música, guiris, los riesgos al escoger las canciones y hasta de sus problemas con el Ayuntamiento.

Entre los cinco suman más de un siglo de experiencia a los platos. La cifra asusta. “Vosotros erais los influencers de antes”, les recordaba el conductor de la charla, Juan Santaner, quien rememoraba la época en la que salía de los bares “con una lista de canciones que no oías en ningún lado”, que conseguía gracias a sus conversaciones con el disc jockey de turno. Ahora eso ya no sucede, contaban los cinco sobre el pequeño escenario de la Sala Moloko, subidos en taburetes. Si alguien quiere saber qué canción está sonando, saca el móvil para reconocerla y se la apunta. Los tiempos han cambiado mucho desde que ellos empezaron. O no tanto.

“El otro día escribí con rotulador, en la mano de una chica, el nombre de un grupo y la canción que acababa de escuchar”, recordaba ante la sorpresa del resto Álvaro, dueño del Wurlitzer Ballroom, junto a Gran Vía. Tanto él como sus compañeros de debate reivindican la presencia del disc jockey como necesaria en bares donde la música es una parte importante de la experiencia: “Todos sentimos que alguien que va a un garito, que quiere escuchar una canción, ha de tener una figura a la que preguntar”, resume Sabi Palacios, quien puso en marcha la sala Moloko con esa filosofía en 1996.

Siguen abriendo garitos de copas con DJ, pero en otros la tendencia ha cambiado: “Hay mucho bar nuevo que abre sin espíritu, sin ambiente, sin cabina ni nada, con música de playlist de ordenador. Se montan para que la gente vaya a por el cubata y listo”, lamenta Santaner. “En los bares donde van los guiris a tajarse y a ligar, ahí está el ordenador puesto todo el rato”, añade. “Otra cosa es que tú quieras abrir un bar que perdure en el tiempo, al que la gente quiera ir, tienes que cuidar la música y la decoración”.

Frente a estos lugares está la importancia del pinchadiscos en muchos ámbitos. A ninguno le falta ahora trabajo, después del parón que supuso la pandemia. Sí que piensan que se ha transformado hacia un formato más electrónico, con cada vez mayor peso en grandes eventos como los festivales de música. “La figura del DJ es más importante que nunca”, afirma sin dudar Chema García, quien empezó a poner discos en su primer bar, el Supergen, un local de vida efímera que abrió en la calle Ruiz, junto a la Plaza del Dos de Mayo. Luego montó el también mítico Nasti, en la calle San Vicente Ferrer.

“La gente va un poco sin freno”

Tampoco les va mal a los bares en este arranque del otoño. El Moloko reabrió en septiembre con buena acogida de sus antiguos parroquianos, ávidos de encontrarse de nuevo entre sus paredes: “Está funcionando muy bien, la respuesta de la gente ha sido magnífica. Y consumen mucho”, confirma Sabi. “Es cierto que la gente va un poco sin freno y hay que ponérselo”, confiesa Adrián López sobre su experiencia en el Picnic, el local que regenta.

“Yo creo que la gente se ha apuntado todas las copas que no se ha podido tomar durante la pandemia, y se las están bebiendo ahora todas seguidas. La gente viene con ganas”, es la teoría Álvaro. Los que trabajan en los garitos también tenían ganas de ver a sus clientes habituales “dan ganas de darles abrazos hasta los que me caían mal”, bromea.

Volviendo a la música, todos reconocen que han abierto bastante sus gustos musicales y son más permeables a algún tipo de música que no estaba demasiado bien vista en la Malasaña rockera. “Antes era impensable que pusiera LCD Soundsystem. Ahora los pincho y cuadran muy bien”, comenta Sabi. En el Wurli, Álvaro ha puesto la versión que Ginebras hicieron de Rosalía, Con altura. Alguien le preguntó si se había equivocado. “Hay buena cantera, buena calidad musical y un abanico más amplio ahora mismo”, coinciden todos. “Tal vez ahora haya menos canales de difusión por la trampa de las redes e internet. Hay mucho ruido y se escucha menos la música arriesgada que se está haciendo”, apunta Santaner.

Eme DJ, única mujer presente en la charla, opinaba sobre la abrumadora mayoría de hombres en su sector: “Hace años estaba Carla, Belén Kan en el Ocho y Medio, en el Nasti siempre había chicas... aunque ahora cada vez hay más. También es cierto que no todas quieren meterse a currar en el mundo de la noche”. El resto entona su mea culpa: “Yo intento programar a todas las DJ que puedo, aunque sí que es verdad que al ser un círculo tan cerrado, pocas se animan a entrar en el mundillo”, añade Adrián LeFreak.

“Fuimos la primera gentrificación”

Con sus años trabajando y viviendo en el centro de Madrid, dicen haber pasado por varias gentrificaciones en Malasaña, la última de ellas protagonizada por los extranjeros que se alojan en pisos turísticos. “Hoy en día cualquier bar está lleno de guiris”, observa Chema 77. “Nosotros mismos fuimos la primera gentrificación”, le recuerda Álvaro, que abrió su primer bar en Manuela Malasaña, el Morgenstein. “Vivimos a vivir porque el barrio estaba hecho una puta mierda pero era muy barato”, recuerda de la época de los noventa.

Todos creen también que los locales del barrio están muy perseguidos por la Policía Municipal desde tiempos inmemoriales. “Es más fácil tener un bar normal o una sala de en Chamberí que en Malasaña. Y eso que está pegado”, se lamenta Adrián. “Hay mucha presión vecinal hacia los locales por problemas que en realidad están en la calle y son de orden público”, afirma.

Durante la charla con el público asistente al Moloko, salieron más conversaciones sobre lo difícil que es pinchar con una playlist sacada de casa. “Lo suyo es improvisar, no sabes lo que te vas a encontrar”, afirmaba Eme DJ. “¿Cerráis siempre con la misma canción?”, fue una de las últimas preguntas que les hicieron los que allí se habían congregado. De ahí salió una pequeña playlist para cerrar garitos y también este artículo: Closing Time (Semisonic) en el Morgenstein, When a man comes around (Johnny Cash) en el Wurli, Suspicious Minds (Elvis Presley), Mediterráneo (Tachenko) y Contigo (Newman) en la Moloko.