Actualmente, y hasta finales de marzo, podemos ver en el Museo de Historia de Madrid la exposición El lápiz del paseante. Ismael Cuesta (1899-1982), sobre las ilustraciones y dibujos del artista madrileño pertenecientes a la colección del propio museo. Aunque se trata de una muestra pequeña, con dibujos y algunos materiales impresos, nos permite conocer la dimensión de un dibujante prolífico e importante, cuyo trabajo recorrió buena parte del siglo XX. Las acuarelas expuestas, muchas provenientes de concursos o de trabajos editoriales, son una buena vía de acceso para conocer a este artista, poco conocido por el gran público. El lápiz del paseante está comisariada por Felipe Hernández Cava.
Cuesta empezó su carrera artística al revés que el sino del siglo XX: su padre fue un conocido fotógrafo, Amador Cuesta Barrientos, Amador, y él se hizo dibujante. Como en muchas otras biografías de artistas, encontramos que su afición nace durante un periodo de enclaustramiento en casa, a raíz de una enfermedad.
Estudió en el colegio de San Antón (calle de la Abada), donde ya empezó a destacar por su facilidad para el dibujo y, a partir de los 14 años, empezó a acompañar a su padre en sus labores de reportero. Sujetándole una de las enormes cámaras que se utilizaban en aquella época, aprendió conceptos importantes de la representación artística, como la iluminación o la composición. Al terminar sus estudios, pasó a ser profesor de dibujo en el propio colegio de San Antón.
Publica sus dibujos en portadas (en El Fusil, 1914) antes de ingresar en la Escuela de Bellas Artes (esto será un año después). En la escuela es compañero de promoción de Joaquín Valverde, Rosa Chacel, Gregorio Prieto, Carlos Sáenz de Tejada y Timoteo Pérez Rubio. En 1917 alquila con algunos de aquellos jóvenes un estudio en la calle del Horno de la Mata. El ambiente del estudio debía ser de lo más curioso. Según el pintor José Manaut:
“La vida allí era en extremo ingenua y alegre. Basta señalar que, por común acuerdo del grupo, habían decidido resolver sus diferencias a oscuras. Se convocaba un consejo, se apagaba la luz, cada uno decía la persona con quien estaba dolido y lo que le parecía. Al encender todo se había olvidado y nadie hacía alusión a los asuntos tratados. Allí había carnavales, pantomima y alegría, y en medio de todo se pintaba. Se pintaba mucho. Los lienzos iban cubriendo los muros del Estudio, amontonándose por los suelos... En invierno habían instalado allí, una estufa de serrín y el suelo era de tarima.”
Sus dibujos se vendían en la prensa diaria –Buen Humor o Blanco y Negro– mientras que el grupo vivía la noche y frecuentaba la bohemia madrileña del momento ¿Tertulias? Claro, es lo que tocaba: la del Pombo o la de la Granja del Henar. De esta época son muy interesantes sus dibujos de tipos nocturnos y de los barrios bajos.
En 1924 comienza su etapa parisina, que se prolongará toda una década. En la capital francesa bebe de los grandes pintores de la época y, de nuevo, frecuenta la bohemia local. Entre tanto, hace algunos viajes a España y colabora en 1928 con su amigo Adolfo Aznar en la película Colorín, que pasa por tener el primer desnudo integral de la historia de nuestro cine. Cuesta hace los decorados de la película junto con el pintor Ángel Boué y participa, además, como actor en la misma.
Pese a que tiene una carrera profesional asentada en Francia, regresa a Madrid, tras la muerte de su querido hermano Amador en 1933, y por la insistencia de su familia. Llega a finales de 1934 con su pareja de entonces y un gran perro, que seguiría siendo su compañero después de la guerra. Durante la contienda hace carteles para la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y el Socorro Rojo. Por alguna razón, la cronología de la exposición no incluye este dato. Al acabar la guerra es reclamado como prisionero de guerra –situación de la que podrá librarse gracias a la intervención de una amistad–, se le requisan sus ahorros, sus pinturas y se encuentra con las puertas de todas las publicaciones cerradas.
Sus compañeros del estudio la calle del Horno de la Mata vivirían muy distintos destinos durante y después de la guerra. Los pintores Joaquín Valverde Lasarte y Carlos Sáenz de Tejada participarían durante la guerra en la Historia de la Cruzada Española, y tendrán carreras importantes durante el franquismo. Sáenz de Tejada ofrece a Cuesta pasarse a zona nacional durante la guerra. Timoteo Pérez Rubio fue el máximo responsable del traslado a Suiza de las principales obras del patrimonio artístico español al final de la guerra para evitar que resultaran dañadas. Murió en el exilio brasileño. Su pareja, Rosa Chacel, también frecuentadora del grupo y del estudio, volvería definitivamente del exilio entonces. Adolfo Aznar, con quien rodara Colorín, se ve abocado a abandonar los experimentos cinematográficos y a centrarse en el folclorismo hispánico propio de la posguerra para resarcir su participación en el documental de la CNT Castilla se liberta.
Ismael Cuesta vuelve tras la guerra al estudio fotográfico familiar (donde permanecerá ya hasta su muerte) y, poco a poco, consigue introducirse de nuevo en el mercado, publicando caricaturas en ABC y otras publicaciones. Se presenta a diversos certámenes y realiza series para revistas infantiles y juveniles, como Bazar o la Biblioteca de Tía Tula. A finales de los cuarenta, forja amistad y una relación de colaboración profesional con la poeta Gloria Fuertes. Cuesta es también muy aficionado a la tauromaquia (se conservan dibujos suyos de esta temática de cuando era casi un niño) y funda la revista El Burladero, Semanario taurino al servicio de la verdad. Orillando los cincuenta participa en la fundación de la Asociación de Dibujantes Españoles (A.D.E.), que busca mejorar la situación de la profesión.
Siguió trabajando hasta el final. Sus dos últimos dibujos a lápiz fueron un autorretrato, que apareció en una carpeta con el rótulo FIN, y el apunte de la enfermera que le atendía en su casa de la Puerta del Sol antes de morir, el 25 de diciembre de 1982. No tuvo una exposición individual hasta 1988, después de muerto. Años atrás, le había sido censurada otra en marcha por considerarse sus dibujos “demasiado sicalípticos”.