María de la O Lejárrega ( San Millán de la Cogolla, 1874 – Buenos Aires, 1974). Algo así -con más información-, lucirá en una placa sobre la fachada del número 18 de la calle Manuela Malasaña en los próximos meses. La colocación de la placa está enmarcada en un programa de recuperación de la memoria de las mujeres de la Generación del 27 promovida por el Ayuntamiento de Madrid. La primera de las inscripciones se colocará en la calle del Barquillo el próximo 8 de marzo, -coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer-, en la casa de las Siete Chimeneas, actual sede del Ministerio de Cultura, que albergó desde 1926 la sede Lyceum Club Femenino, entidad pionera del feminismo español.
El resto de nombres propios que irán poblando las paredes de la ciudad, a lo largo de 2017, son los siguientes: Victoria Kent (Marqués de Riscal 5), la escritora Margarita Nelken (Paseo de la Castellana 45), la pintora Maruja Mallo (Ventura Rodríguez 24), la periodista Luisa Carnés (Fernández de la Hoz 35) y a la novelista Ernestina de Champourcin (Barquillo 23).
Según ha explicado Celia Meyer, delegada de Cultura, desde 1990 se han colocado 365 placas (esas amarillas de las fachadas). El 80 % de ellas están instaladas en los distritos de Centro, Chamberí y Salamanca, y corresponden a 275 hombres y a 32 mujeres, la mitad de ellas vinculadas a la nobleza, a la realeza o a la religión. Los próximos años la colocación placas del Plan Memoria también tendrán una orientación temática.
María Lejárrega maestra en Malasaña, una etapa que marcó su vida
María Lejárrega maestra en Malasaña, una etapa que marcó su vida
http://www.memoriademadrid.es/
Escritora, feminista, propagandista socialista y hasta diputada durante la Segunda República, Lejárrega creció con su familia en Carabanchel (entonces un pueblo), donde era vecina de los Martínez Sierra, razón por la cual conoció a su futuro marido, Gregorio. Dos jóvenes cultos, criados en familias sin desahogos económicos, que fundirían sus vidas hasta el punto de fundir también sus nombres. O mejor dicho, de que el nombre del hombre de la pareja ocupara todo el espacio de aquel proyecto modernista que construyeron juntos.
Tras estudiar magisterio en la Escuela Normal Central de Maestras de Primera Enseñanza, María aprobó el examen de revalida con sobresaliente en 1894, cuando tenía veinte años. Las oposiciones del año siguiente la llevaron hasta la Escuela Modelo de Madrid, en la Plaza del Dos de Mayo, donde ejerció de maestra hasta 1907.
En aquella época Lejárrega daba clases a críos de las clases populares. Visitando una escuela en Bruselas, años después, pensó: “Estos críos no son los míos, calzados con alpargatas, que los días de lluvia no pueden salir de sus casas por falta de abrigos, zapatos, guantes…” (María Lejárraga: una mujer en la sombra, Antonina Rodrigo).
Posteriormente, declararía que aquellos años en una escuela de barrio, con centenar y medio de críos de todas las edades, fueron los que regaron las condiciones de su acceso al socialismo. Al comenzar la guerra aún guardaba cuartillas amarillentas con redacciones de alumnos que le habían roto el alma, donde los niños y niñas identificaban la facilidad con un plato de comida.
En 1899 fundó en el edificio de la Modelo la colección Biblioteca Educativa, que echó a rodar con el único libro que firmó con su nombre real: Cuentos Breves. Lecturas recreativas para niños. Su familia recibió la edición del libro con tanta indiferencia que a partir de ese momento prefirió firmar sus obras como Gregorio Martínez Sierra.
María Lejárrega y Gregorio Martínez Sierra contrajeron matrimonio el 30 de noviembre de 1900 en la parroquia de Nuestra Señora de las Maravillas y Santos Justo y Pastor, en la Plaza del Dos de Mayo, una mañana de frío helador, según relata ella misma en Gregorio y yo. Después de casarse, fueron a su casa, que estaba en la misma escuela municipal. La casa de la maestra y su sueldo (siete pesetas y media) constituyeron el principal sustento económico de la pareja durante los primeros años.
Empezó entonces a hacer trabajos alimenticios –como un curioso poema a cazos y sartenes para la Ferretería Martín- y a ejercer de negra literaria en una revista de viajes, donde describía apasionadamente lugares que desconocía, a través de fotografías.
El espacio de la mujer de la época era el del ámbito privado, y en este caso la soledad del hogar fue también el momento de la escritura. Mientras, el hombre ocupaba el espacio público: es en estos años cuando Gregorio Martínez Sierra comenzó una colección de libritos, primorosamente editados, donde publicaron novelas cortas de los Galdós, Clarín o Valera. Ella era una gran escritora y él un gran hombre de negocios.
Coincidiendo con estos años, llegaron otros proyectos editoriales, como la revista Helios (1903-1904) y la publicación de diferentes obras, como Horas de sol o La humilde verdad.
Con motivo de la tuberculosis de Gregorio, el matrimonio decidió salir de Madrid, para lo que María consiguió una beca de ampliación de estudios en el extranjero. Próxima estación: París, donde la pareja entabló amistad con personalidades como Santiago Rusiñol o Albéniz. Con la ciudad del Sena como base, Gregorio viajaba a Madrid con Rusiñol, mientras que María viajaba por Bruselas, visitando escuelas, como ya aludimos antes. Entre los viajes de ambos y París, siguieron apareciendo obras de María con el nombre de Gregorio, como la exitosa Tú eres la paz.
Cuando el matrimonio volvió a instalarse definitivamente en Madrid, en el otoño de 1906, lo hizo en un piso de la calle Velázquez. Años de éxito, revistas literarias y estrenos teatrales que llevaron a María a pedir la excedencia en 1808, aunque hasta sus últimos días se consideró maestra de escuela.
A pesar de que el matrimonio fue, poco a poco, distanciándose (sobre todo porque Gregorio la engañó continuadamente con una de sus actrices), la forma de trabajar de la pareja –María escribía y él triunfaba-, seguía cosechando estrenos de éxito en el Lara y en otros teatros de la capital. Aunque el engaño comercial era vox pópuli en ciertos ambientes, no sería hasta muchos años después cuando su marido reconoció la coautoría y se empezó a hacer justicia con su nombre. Ella sólo decidió a reivindicarse cuando la hija que Gregorio tuvo con la actriz Catalina Bárcenas pretendió los derechos de autor de sus obras. Fue entonces cuando escribió Gregorio y yo. Medio siglo de colaboración.
María se involucró durante la República en actividades de lucha por el sufragio de la mujer (fue elegida por Granada en 1933) y perteneció a la Asociación de Mujeres Antifascistas durante la guerra, después de la cual tuvo que exiliarse en Buenos Aires, donde murió en 1974.
Hasta el final de sus días recordó, siempre que tuvo ocasión, sus años de maestra en la Plaza del Dos de Mayo.