El secreto de Rocablanca para celebrar 50 años en la calle Fuencarral: trato familiar, croquetas y cerrar los domingos

Diego Casado

Madrid —

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Uno de los bares con más solera del centro de Madrid está de celebración. Familiares, amigos, trabajadores y antiguos empleados del Rocablanca dieron el pasado miércoles una enorme sorpresa a sus fundadores montando una fiesta sorpresa por los 50 años de la apertura del negocio, que se cumplen este sábado.

El bar de la calle Fuencarral, famoso por sus churros y por sus croquetas, se convirtió aquella tarde en un lugar para el recuerdo, con proyecciones de fotos antiguas y discursos de homenaje para Fermín y Cecilia, el matrimonio que en los años setenta decidió abrir un local sobre un antiguo despacho de leche, para aprovechar su ubicación estratégica cercana al Teatro Martín de la calle Santa Brígida y convertir a parte del gentío que atraía en su clientela.

La idea de abrir un bar rondaba la cabeza de Fermín desde que llegó a Madrid procedente de Alcabón, un pueblo de Toledo. Antes había trabajado como camarero en otras partes de la ciudad, incluyendo la cafetería Dos Passos de la calle Pez. Lo consiguió en 1974, en el número 69 de la calle Fuencarral, al lado de su actual ubicación, en el 71.

Rocablanca llegó a contar con tres establecimientos abiertos en la misma calle. Los dos citados y el de Fuencarral 46, al lado de la ermita, en un edificio que por entonces era de una familia noble, con Cristóbal Colón entre sus antepasados. Pero el edificio fue vendido y Fermín aprovechó para adquirir su actual ubicación. Eran los años noventa y el negocio iba cambiando. Malasaña intentaba abandonar su época más oscura a causa de la droga y la inseguridad. Y al Rocablanca llegaba savia nueva, la de Carlos, uno de los hijos de Fermín, que abandonaba su carrera como topógrafo -después de sufrir un desafortunado robo- para dar nuevo impulso al negocio familiar.

Carlos fue el que introdujo las croquetas en la carta del bar, que hasta ese momento se había centrado en los desayunos y meriendas a base de churros, para su clientela de más edad. Los cambios gastronómicos facilitaron la llegada al local de muchos jóvenes en busca de cañas, dando un nuevo impulso al negocio.

Hoy en Rocablanca trabajan once personas en turnos de mañana y tarde. Fermín ya se jubiló y sonríe orgulloso mirando a su hijo Carlos cuando se le pregunta si su negocio tiene futuro. ¿Cuáles han sido las claves de su éxito? Le preguntamos en la cocina del local, donde se amasan las 600 croquetas de distintos sabores que sirven diariamente.

“Yo quería abrir una tienda de alimentación, pero luego vi que ahí no se ganaba dinero: un té valía allí 30 céntimos, pero en las cafeterías te cobraban 4 pesetas y dejaban una para el bote”, cuenta recordando por qué eligió la hostelería. Asegura que eligió la calle Fuencarral para abrir su negocio porque alguien le dijo: “Ponte en un río que lleve agua y haces un reguerito, así te va entrando el agua para ti”.

Cerrado domingos y festivos

Rocablanca es un bar-cafetería de carácter familiar. Se nota en el ambiente que hay entre los empleados y en las largas carreras de varios de los camareros que han pasado por allí. Hace unos meses se les jubiló Santiago, después de 47 años en el negocio. Óscar, que todavía trabaja allí a día de hoy, lleva 30 años sirviendo en la barra.

Otra de las normas de la casa es que se cierra domingos y festivos. Una costumbre que implantó Fermín para poder irse a su pueblo tranquilamente los fines de semana y que sus trabajadores pudieran hacer lo mismo. “Al cerrar los días de fiesta, los camareros pueden vivir con la sociedad” -explica- “si ellos libraran un día de entresemana, se levantarían tarde, se les pasaría el día y no podrían estar con su familia o amigos. Eso influye mucho”.

El bienestar de sus empleados ha sido clave durante todos estos años, según Fermín: “Si ellos están a gusto y hacen equipo, hay una conexión con el cliente, porque la gente, además de tomar unas cervezas, quiere ir a un sitio donde estar bien y le conozcan”. Esta forma clásica de llevar el bar fue reconocida por uno de sus amigos, Aurelio, con un emotivo discurso durante la fiesta de aniversario.

Fermín sonríe al recordar la sorpresa que recibió el miércoles por parte de su familia. Tanto Carlos como Jesús, el otro hijo que ha acabado lejos de la hostelería (es director de cine y realizador de capítulos de conocidas series para televisión como Médico de Familia o Compañeros) montaron el homenaje, ayudados por amigos y con vídeos enviados por actores como Miguel Ángel Muñoz y locutados por Pablo Puyol.

La celebración por los 50 años se cerró con Fermín soplando las velas del aniversario junto a su esposa Cecilia, quien siempre ha llevado las cuentas y se ha encargado de los papeleos de un negocio que, a la vista de su buena salud actual, parece permanecerá muchos años más.